Perlas del Alma
Francisco Aular
JUEVES, 17 de julio de 2025
Lectura devocional: 1 Corintios 9:16-27
Sin embargo, cuando predico el evangelio,
no tengo de qué enorgullecerme, ya que estoy
bajo la obligación de hacerlo. ¡Ay de mí si no predico el evangelio!
—1 Corintios 9:16 (NVI)
Gustavo Torres era miembro de nuestra iglesia El Buen Pastor de Maracay. Estudiaba medicina en la Universidad de Carabobo. Gustavo era hijo de la hermana Guillermina de Torres, una mujer fiel y muy consagrada al SEÑOR y a su iglesia. En realidad, Gustavo venía de vez en cuando a la iglesia, especialmente, en las fechas importantes, así que me sorprendió un domingo en la mañana (pues en aquella ocasión era un servicio regular). Verlo entre la cantidad de hermanos que llenaban nuestro pequeño templo. Confieso que me pareció extraño que cuando me presentó a varios de sus compañeros de estudios, -antes de iniciar el culto- me dijera: “¡Pastor le presento a mis discípulos!”. Esa fue la primera vez que escuché el vocablo discípulo aplicado de esa manera en nuestra denominación.
Prediqué y al final del culto hice la invitación para pasar al frente. Gustavo se puso en pie y con él “sus discípulos”. Bajé de la tarima para recibirlos al frente, pero nuevamente, me sorprendió Gustavo cuando en voz baja me dijo: -“Pastor ellos ya son cristianos, vienen para que usted los bautice”-… ¡Casi me caigo para atrás de la sorpresa! Después de eso comencé a estudiar los materiales de Alfa y Omega, es decir, de la Cruzada Estudiantil y Profesional para Cristo y a ponerlos en práctica. Terminamos el culto, pero las palabras de Gustavo Torres, “¡pastor, le presento a mis discípulos!” no dejaban de rondarme en la mente desde que él las pronunciara. Además, Gustavo y “sus discípulos” seguían fieles en la asistencia a todas las clases doctrinales y a los servicios. ¡Tuve el privilegio de bautizar a todos los discípulos de Gustavo!
La Semana Santa de 1976 estaba cercana. Yo le había pedido al joven Gustavo Torres de la Cruzada Estudiantil y Profesional Para Cristo (actual CRU), que me consiguiera las Cuatro Leyes Espirituales y la Agenda de Educación Cristiana, que más tarde nosotros llamaríamos la Guía de Atención Espiritual (GAE). Aquellos eran los materiales que él utilizaba con “sus discípulos”. Me suministró lo que le pedí, estudié estos materiales a fondo, pero yo quería tener la experiencia de utilizarlos de primera mano. Con esto en mente, un día por la mañana empecé a tocar puertas y visitar algunos edificios cercanos al templo de la iglesia bautista El Buen Pastor (hoy puedo decir que el Señor guiaba mis pasos hacia el hogar que Él quería que yo visitara).
Puso mis ojos y mis oraciones hacia un pequeño edificio en la misma manzana de nuestro templo. Entre los primeros que visité se encontraba el apartamento de un militar, maestro mayor del ejército venezolano: Luis Rodríguez. Me invitó a pasar, me presenté como un creyente en la fe del Señor Jesucristo (no le dije que era el pastor), y que quería compartirle el folleto ¿Ha oído usted las cuatro leyes espirituales? El corazón parecía que se me iba a salir del pecho cuando yo le presentaba el mensaje de salvación; al lado de aquel hombre estaban Cándida su esposa y sus dos hijas adolescentes, Yanet y Yasmín. De ellos cuatro que evangelicé, sólo la esposa dijo que iba a pensarlo mejor, pero los otros tres aceptaron la invitación a orar para recibir a CRISTO. Lo que vino a continuación no podía ser más emocionante para mí, yo estaba conmovido, ellos también. Les dije que volvería al día siguiente para “discipularlos”; también era la primera vez que utilizaba el término.
¡Adelante, siempre adelante!
Oración:
Amantísimo PADRE Celestial:
¡Gracias por aquellos corazones productivos en donde la bendita Semilla del evangelio se convirtió en un frondoso árbol para tu Reino! ¡Ayúdame para seguir sembrando, cultivando y cosechando! En el nombre de JESÚS. Amén
Perla de hoy
DIOS nos ha bendecido con Su salvación para que bendigamos a otros al compartir el evangelio.
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