viernes, 29 de enero de 2016

¡Hoy daré lo mejor de mí!

Francisco Aular 
Lectura devociona: Isaías 55
Porque con alegría saldréis, y con paz seréis conducidos; los montes y las colinas prorrumpirán en gritos de júbilo delante de vosotros, y todos los árboles del campo batirán palmas. Isaías 55:12 (La Biblia de las Américas)

¡Hoy daré lo mejor de mí adueñándome de lo que Dios ha creado para mí por medio de mis emociones positivas! Sé que existe un ciclo en las cosas, un desfile continuo de grandes acontecimientos a mi alrededor que no puedo cambiar: el frío invierno llega, haré que haya belleza en él; cuando llega la primavera los árboles que antes lucían como huesos secos, cobran vida, así que me uno a ese despertar con todo gozo; el verano con sus días largos y calurosos, me invita a que disfrute ríos, mares y lagos para darme un chapuzón en ellos; el otoño con sus mil colores en los árboles y la nostálgica caída de sus hojas, me recuerda que esta vida humana es breve, por lo cual, aprovecharé cada minuto de ella para lo grande, lo hermoso y lo puro. No desperdiciaré la luna llena, ni la media luna; no perderé la hermosura del amanecer, ni la belleza del crepúsculo; como un chiquillo cantaré y saltaré debajo de la lluvia; estaré listo para la siembra y también para la cosecha; veré la partida inevitable de las aves hacia el sur a principios del invierno, pensando en su retorno bullanguero en la primavera; la muerte de las flores y de mis tulipanes en el jardín es inevitable en el invierno, pero su resurrección en la primavera es una muestra de que la tumba no será mi final, estoy destinado a una resurrección y a un cuerpo resucitado. Así, la naturaleza me contagia con sus distintos estados de ánimo y yo como el profeta y poeta Isaías, aprovecho esos ciclos para ver como “los montes y las colinas prorrumpirán en gritos de júbilo delante de vosotros, y todos los árboles del campo batirán palmas”. ¡Me uniré a ellos en alabanzas eternas a mi Creador!
¡Hoy daré lo mejor de mí! Exigiré a mis emociones que hagan lo que yo quiero y den lo mejor; no dejaré que ellas me esclavicen, ni me lleven a la autocompasión, a la ira, a la tristeza, a la depresión y al fracaso. Hoy seré como el canario que no canta porque es feliz sino que es feliz porque canta; cuando la tristeza quiera asomarse a mi rostro, la cambiaré por una sonrisa; si el miedo intenta paralizarme, me lanzaré en carrera para vencerlo; si me siento como si no valiera nada, recordaré que no soy un accidente en este mundo, Dios me hizo con un propósito; me daré un buen baño, perfumaré mi cuerpo, vestiré ropas nuevas y saldré con mis hombros en alto para conquistar al mundo; veré a los demás a los ojos cuando les hable y gentilmente levantaré mi voz, eso me dará seguridad; cuando sienta que no tengo lujos como los demás, diré como el Apóstol: “He aprendido a contentarme, cualquiera que sea mi situación. Sé vivir humildemente, y sé tener abundancia; en todo y por todo estoy enseñado, así para estar saciado como para tener hambre, así para tener abundancia como para padecer necesidad” (Filipenses 4:11,12), y también como él podré decir, exclamar, recitar o cantar: “Todo lo puedo en Cristo que me fortalece” (Filipenses 4:13). Con todo eso afirmándose en mí,  mi actitud podrá decir: ¡Hoy daré lo mejor de mí!
Oración:
¡Gracias Señor por darme esta salvación tan grande! No hay manera en que pierda teniéndote a ti, me hiciste con el propósito  de rendirte honor y gloria para siempre. Enséñame Señor a mostrar lo mejor de mí por donde vaya. En el nombre de JESÚS, amén.
Perla de hoy:
Nada que no sea dar lo mejor de nosotros es digno de Dios.
Interacción:
¿Qué me dice Dios hoy por medio de su Palabra?
¿Existe alguna promesa a la cual pueda aferrarme?
¿Existe alguna lección por aprender?
¿Existe alguna bendición para disfrutar?
¿Existe algún mandamiento por obedecer?
¿Existe algún pecado por evitar?
¿Existe algún pensamiento para llevarlo conmigo?

jueves, 28 de enero de 2016

Fuerza y pasión

Francisco Aular
Lectura devocional: Salmo 119:169-176
Déjame vivir para que pueda alabarte, y que tus ordenanzas me ayuden. Salmo 119:175 (NTV)

Hemos llegado a la última sesión del Salmo 119, verdadera joya literaria, un poema inspirado por una musa excepcional: La Biblia, la Palabra de Dios. El escritor no le puso título y tampoco lo firmó, sin embargo, se ve en todo el himno la fuerza y pasión que el poeta-rey David ponía en todo lo que hacía. El tema es la gloria de la Palabra de Dios, y bien podemos afirmar de esta  Salmo lo que Spurgeon, el predicador inglés, escribió sobre él: “Esta oda sagrada es una Biblia en miniatura, las Escrituras condensadas, la Sagrada Escritura reducida a emociones y acciones santas” (Spurgeon, El Tesoro de David 1990, p.252). Fuerza y pasión marcan, en esta meditación, un sentido de valor ético del espíritu que debe poseer todo cristiano nacido de nuevo frente a las verdades que tiene la Palabra de Dios, y que necesitan ser encarnadas para ser leídas por las personas que nos rodean. El cristianismo no es un escapismo, no es optimismo, ni pesimismo, simplemente es realismo. Lo que el mundo necesita hoy es que los creyentes en las verdades eternas de la Palabra de Dios, leamos, estudiemos, memoricemos, meditemos y practiquemos, lo que predicamos, es decir que poseamos y anunciemos el mensaje con fuerza y pasión.
De esta manera, el salmista del Salmo 119, en 176 versículos ha escrito un poema en forma variada y al mismo tiempo profunda acerca del amor, atención y práctica de la Palabra de Dios en la vida diaria. ¡No tiene desperdicio ninguno los pensamientos que él, un genuino creyente en el SEÑOR, proclama! Eso sí, se nota su fuerza y pasión al creer, vivir y proclamar las bendiciones y al poner en práctica el tesoro perfecto de la Sagrada Escritura, que Dios en su gracia nos ha dado, para que guiados por la Palabra podamos encontrar al SEÑOR, creerle a Él, honrarlo y servirlo. ¡Ese es el verdadero propósito de la vida humana! ¿Cómo obtenemos y desarrollamos fuerza y pasión por la Palabra de Dios? Veamos.
Fuerza y pasión al inicio de la vida cristiana para orar, buscar la salvación que Dios nos ha prometido y obedecerlo: “Oh SEÑOR, escucha mi clamor; dame la capacidad de discernir que me prometiste. Escucha mi oración; rescátame como lo prometiste” (vv. 169,170); fuerza y pasión en la alabanza y en la adoración total al SEÑOR en todo tiempo: “Que la alabanza fluya de mis labios,  porque me has enseñado tus decretos. Que mi lengua cante de tu palabra, porque todos tus mandatos son correctos” (vv.171,172); fuerza y pasión para no soltarme de la mano de Dios en ningún momento, e intencionalmente creerle a Dios y a su Palabra: “Tiéndeme una mano de ayuda, porque opté por seguir tus mandamientos” (v.173); fuerza y pasión al aferrarnos a la Palabra de Dios, en vez de a nuestros sentimientos, en el proceso de la santificación que dura toda nuestra vida en esta tierra, y consiste en haber sido rescatado ayer, hoy y mañana, como bien lo dice el apóstol Pablo: Estando persuadido de esto, que el que comenzó en vosotros la buena obra, la perfeccionará hasta el día de Jesucristo” (Filipenses 1:6 RV60), e igualmente el salmista clama: “Oh SEÑOR, he anhelado que me rescates,  y tus enseñanzas son mi deleite” (v.174); fuerza y pasión al descubrir el verdadero propósito de nuestra vida aquí en la tierra, y vivir con este lema: “Porque para mí el vivir es Cristo, y el morir es ganancia” (Filipenses 1:21 RV60): “Déjame vivir para que pueda alabarte, y que tus ordenanzas me ayuden” (v.175); fuerza y pasión al levantarnos con genuino arrepentimiento cuando le hemos fallado a Dios. Muy interesante que el salmista no concluye su poema con el orgullo espiritual de sentirse seguro en redil del Pastor, sin necesidad de arrepentimiento de sus pecados, aun estando  a salvo, sino con el franco reconocimiento de las flaquezas y de la fragilidad de la naturaleza humana.
El salmista confiesa delante de Dios: “He andado descarriado como oveja perdida”, estar perdido, fuera del redil es una cosa, pero estar perdido dentro del redil es otra; lo primero necesita salvación, lo segundo reconciliación y liberación. ¡Qué bueno que contamos con un Pastor que ama a sus ovejas en cualquier situación en la que anden en este mundo!, y está presto a rescatarnos: “Ven a buscarme porque no me he olvidado de tus mandatos” (v.176). El pecado imperdonable es no oír al SEÑOR y cerrar nuestros ojos y mentes al amor y perdón de Dios, pero si en nuestro corazón, sea cual sea nuestra condición espiritual, todavía palpita el temor a Dios y a su Palabra, hay remedio para nuestro mal. El rey David fue uno que experimentó el extravío, pero con fuerza y pasión se arrepintió y volvió, amó y sirvió “conforme al corazón de Dios”. Ahora bien, la Palabra es nuestra guía segura que nos lleva al SEÑOR, por eso volvamos a nuestro hogar, allí el Padre nos espera, Él nos verá, saldrá a recibirnos y correrá hacia nosotros con los brazos abiertos, nos abrazará y besará, secará nuestras lágrimas de arrepentimiento. Pondrá un anillo en nuestros dedos como coherederos de su casa junto a su Hijo JESUCRISTO; nos revestirá de su justicia y misericordia, y por lo tanto de su perdón. Convocará a todos a los salvados a una gran fiesta y dirá: “Teníamos que celebrar este día feliz. ¡Pues tu hermano estaba muerto y ha vuelto a la vida! ¡Estaba perdido y ahora ha sido encontrado!” (Lucas 15:32 NTV). ¡Levantémonos y sirvámosle con fuerza y pasión!
Oración:
SEÑOR Todopoderoso, aquí estoy con rodillas en la tierra buscándote con fuerza y pasión; hazme como uno de tus soldados más pequeños en tu ejército y ayúdame a proclamar tu mensaje de fe, esperanza y amor. En el nombre de JESÚS. Amén.
Perla de hoy:
Cuando pensemos que los fracasos de ayer nos han hundido, volvamos al SEÑOR, Él nos dará fuerza y pasión para servirle.
Interacción:
¿Qué me dice Dios hoy por medio de su Palabra?
¿Existe alguna promesa a la cual pueda aferrarme?
¿Existe alguna lección por aprender?
¿Existe alguna bendición para disfrutar?
¿Existe algún mandamiento por obedecer?
¿Existe algún pecado por evitar?
¿Existe algún pensamiento para llevarlo conmigo?

miércoles, 27 de enero de 2016

Amor y paz

Francisco Aular
Lectura devocional: Salmo 119:161-168
Los que aman tus enseñanzas tienen mucha paz y no tropiezan. Salmo 119:165 (NTV)

¿Hasta cuando los hombres y las mujeres de Dios serán perseguidos? ¿Cuándo podremos vivir en paz? No será por lo pronto.
En efecto, aun, cuando estamos a mediados de la segunda década del siglo XXI, el acosamiento a la gente de Dios se ha acentuado ante nuestros ojos: “Cada cinco minutos un cristiano es asesinado por su fe. Cada año 105.000 cristianos  en el mundo son condenados al martirio. Un verdadero holocausto del que se habla muy poco” (NoticiaCristiana.com), e igualmente se nos informa que unos 350 millones de cristianos sufre algún tipo de persecución en este instante en los cuales hacemos este devocional. Esto no es nuevo, y, posiblemente se incrementará, según lo afirmado en una conferencia al respecto que se realizó en Roma, cuyo tema fue “Los buenos serán martirizados. Las persecuciones a los cristianos en el siglo XXI”. El apóstol Pablo le escribió a unos discípulos: “Y también todos los que quieren vivir piadosamente en Cristo Jesús padecerán persecución” (2 Timoteo 3:12). En su acotación a esta sección del Salmo 119 el comentarista bíblico Matthew Henry escribió: “Esta ha sido siempre la suerte que ha cabido a los buenos; pero el caso es mucho más grave cuando, como aquí, los perseguidores son los que gobiernan, pues no sólo lleva la espada al costado, sino también la ley, por lo que pueden perseguir a los buenos bajo cualquier pretexto de apariencia legal”.
Ahora bien, en esta joya literaria que es el Salmo 119 -un poema a la Palabra de Dios-, el salmista sufre la persecución de enemigos poderosos del gobierno, pero él deposita su confianza en la Palabra de Dios, y en medio de su crisis encuentra amor y paz: “Gente poderosa me acosa sin razón, pero mi corazón tiembla sólo ante tu palabra” (v.161); muchas veces, en los en los momentos de crisis por los que el cristiano nacido de nuevo atraviesa en un mundo injusto, el amor y la alta estima por la Palabra de Dios le da el verdadero gozo y propósito para vivir: “Me alegro en tu palabra como alguien que descubre un gran tesoro” (v.162); el verdadero hijo de Dios no puede claudicar entre dos pensamientos, como lo dice San Agustín de Hipona en su libro “La ciudad de Dios”: “Dos amores fundaron dos ciudades, a saber: el amor propio hasta el desprecio de Dios, la terrena; y el amor de Dios hasta el desprecio de sí propio, la celestial”. Mi versículo ministerial es el siguiente: “Pero mi vida no vale nada para mí a menos que la use para terminar la tarea que me asignó el Señor Jesús, la tarea de contarles a otros la Buena Noticia acerca de la maravillosa gracia de Dios” (Hechos 20:24 NTV). Por eso, en cuanto a vivir y a servir en la vida cristiana a nuestro Señor y Salvador, no cabe la neutralidad, debo amar lo que JESUCRISTO ama, y aunque parezca no muy elegante decirlo, odiar lo que Él odia: “Odio y detesto toda falsedad, pero amo tus enseñanzas” (v.163); el amor y la paz que experimentamos como cristianos nacidos de nuevo en esta vida que se nos ha dado como una prueba, tiene su triunfo en la alabanza a Dios por lo que Él es: “Te alabaré siete veces al día  porque todas tus ordenanzas son justas. Los que aman tus enseñanzas tienen mucha paz y no tropiezan” (vv.164,165); la salvación y la vida cristiana no se imponen por la fuerza, porque el arrepentimiento y el anhelo de recibir de Dios, como mendigos que somos, es voluntario; su gracia es para recibirla por obediencia. Sin obediencia no hay salvación: Anhelo que me rescates, SEÑOR, por eso, he obedecido tus mandatos” (v.166). Por eso, el amor y la paz que inundan nuestra vida humana y espiritual es por obediencia y sumisión a Dios y a su Palabra:Obedecí tus leyes, porque las amo mucho. Así es, obedezco tus leyes y tus mandamientos porque tú sabes todo lo que hago” (vv.167, 168).
¿Cómo podemos vivir y mostrar un carácter como el de JESUCRISTO a pesar de las demandas normales en esta vida? ¿Cómo puede ser que un líder cristiano de los perseguidos en la India para darle una muerte segura, diga admirablemente: “No pedimos que oren para que cese la persecución, sino para que Dios nos de fuerzas para serles fieles hasta la muerte”? Sin duda, esos amados han descubierto que amar a Dios y su Palabra, aun en medio de tales circunstancias, los desborda de amor y paz. ¡Bendito y alabado sea el SEÑOR!
Oración:
SEÑOR Todopoderoso, en estos momentos sé que hay cristianos sufriendo por diversas circunstancias en este mundo peligroso de hoy; te pido fuerzas para ellos y que tu mi amado Consolador, ayudes a los que están consolando a otros. En el nombre de JESÚS. Amén
Perla de hoy:
Encontramos  amor y paz para mantenernos en pie, cuando acudimos a SEÑOR por medio de la Biblia y la oración de rodillas.
Interacción:
¿Qué me dice Dios hoy por medio de su Palabra?
¿Existe alguna promesa a la cual pueda aferrarme?
¿Existe alguna lección por aprender?
¿Existe alguna bendición para disfrutar?
¿Existe algún mandamiento por obedecer?
¿Existe algún pecado por evitar?
¿Existe algún pensamiento para llevarlo conmigo?


martes, 26 de enero de 2016

La paradoja de la oración

Francisco Aular
Lectura devocional: Salmo 119:153-160
Mira mi sufrimiento y rescátame, porque no me he olvidado de tus enseñanzas. ¡Defiende mi caso, ponte de mi lado! Protege mi vida como lo prometiste. Salmo 119:153,154 (NTV)

La oración es una doctrina paradójica. Es paradójica porque es un diálogo entre el orante, el ser humano pecador que clama, y Dios, un ser tres veces santo y soberano que lo escucha; entre el ser humano finito y dependiente, con una voluntad corrompida e imperfecta y un Dios santo y soberano que está apartado de todo mal y puede hacer lo que Él se propone a hacer. Y porque su voluntad es agradable, santa y perfecta sabemos que siempre obrará a nuestro favor. Dios responderá a nuestra oración aunque sea con un no, porque tiene el cuadro completo de su Plan para nuestras vidas, Él sabe lo que es mejor para nosotros. Ahora bien, Dios, Ser perfecto, tiene muchos atributos que lo elevan por encima de todo lo que Él ha creado, pero al mismo tiempo, Dios no abandona al ser humano, sino que lo busca en forma individual para convertirse en su Dios personal. Frente al desafío de lo infinito de Dios, ¿qué puede hacer un ser humano con la pequeñez de una gota de agua en medio del océano? En realidad no puede hacer nada, a no ser que Dios tome la iniciativa y lo invite. Eso es exactamente lo que ha hecho Dios por nosotros al invitarnos a orar: “Clama a mí, y yo te responderé; te daré a conocer cosas grandes y maravillosas que tú no conoces” (Jeremías 33:3 Reina Valera Contemporánea). En efecto, Dios  se ha puesto a la distancia de una oración, y por paradójico que esto parezca: ¡Funciona!, y con el gran misionero Martin Lloyd-Jones, podemos decir, llenos de admiración: “La oración es, sin lugar a dudas, la actividad más elevada del alma humana. El hombre nunca es más grande que cuando, de rodillas, se halla frente a frente con Dios”.
¿Por qué Dios quiere que oremos? ¿Para qué la insistencia en la oración? En esta joya literaria que es el Salmo 119, un poema dedicado a la Palabra de Dios, la oración ocupa un gran lugar, porque la Biblia y la oración son inseparables. Es más, me atrevería a decir que toda la Biblia es la suma de las historias de hombres y mujeres que oraron. Es la historia de Dios, yendo con ellos en el peregrinaje de sus vidas temporales, no en la distancia del horizonte lejano, sino en ese caminar a nuestro lado, todos los días de nuestra existencia aquí, entre el sudor, el sufrimiento y las lágrimas.
Entonces, la oración surge como una expresión de confianza del orante finito ante el Dios Altísimo y Soberano: “Mira mi sufrimiento y rescátame, porque no me he olvidado de tus enseñanzas. ¡Defiende mi caso, ponte de mi lado protege mi vida como lo prometiste!” (vv.153, 154); la oración fortalece nuestro caminar con Dios, en contraste con aquellos seres humanos indiferentes, que conviven con nosotros en este espacio temporal: “Los perversos están lejos de ser rescatados, porque no se interesan en tus decretos. SEÑOR que grande es tu misericordia; que el seguir tus ordenanzas me reanime” (v.155, 156); la oración es el primer paso para el inicio, desarrollo y perfección de nuestra amistad con Dios, y esto, en amplio contraste con los se burlan y nos persiguen porque menosprecian a Dios y su Palabra: “Muchos me persiguen y me molestan, sin embargo, no me he desviado de tus leyes. Ver a esos traidores me enferma el corazón, porque no les importa nada tu palabra” (v.158).
Por otro lado, la oración es señal de que nos consideramos dependientes de Dios, ahora bien, entre los seres humanos adultos, no debe existir una dependencia absoluta porque puede lesionar nuestra dignidad e impedir nuestro desarrollo como individuos, e inclusive obstaculizar nuestro andar con Dios: “Esto dice el SEÑOR: Malditos son los que ponen su confianza en simples seres humanos, que se apoyan en la fuerza humana y apartan el corazón del SEÑOR” (Jeremías 17:5 NTV). Sin embargo,  entre los seres humanos existe y debe existir la interdependencia, y ayudarnos los unos a los otros. Pero delante de Dios es diferente porque tal dependencia nos salva, libera, transforma, y nos hace “más que vencedores”. En nuestra dependencia de Dios y la guía de su Palabra, nuestra vida encuentra propósito y dirección: “Mira cómo amo tus mandamientos, SEÑOR. Por tu amor inagotable, devuélveme la vida. La esencia misma de tu palabra es verdad; tus justas ordenanzas permanecerán para siempre” (vv.159,160). ¿Cuál sería la razón principal para insistir en la oración? Es esta: La oración no se trata del poder mental de nosotros, mucho menos de nuestra palabras, ni de la naturaleza o poderes invisibles que nos rodean, la oración pone en marcha toda la riqueza, grandeza, misericordia y poder inconmensurable del Dios Todopoderoso, a favor de nuestra pequeñez como seres humanos. Esa es la paradoja de la oración.
Oración:
SEÑOR, estoy maravillado de tu amor, tu gracia y misericordia puestos a mi favor; haz que yo pueda vivir momento a momento bajo tu mano protectora, y que pueda ser portador de esta Buena Nueva a otros. Gracias por dejarme la oración para tener comunión contigo para siempre, hoy como sirviendo al Invisible, pero mañana cara a cara contigo. En el nombre de JESÚS. Amén
Perla de hoy:
Dios  se ha puesto a la distancia de una oración, y por paradójico que esto parezca: ¡Funciona!
Interacción:
¿Qué me dice Dios hoy por medio de su Palabra?
¿Existe alguna promesa a la cual pueda aferrarme?
¿Existe alguna lección por aprender?
¿Existe alguna bendición para disfrutar?
¿Existe  algún mandamiento por obedecer?
¿Existe algún pecado por evitar?
¿Existe algún pensamiento para llevarlo conmigo?

lunes, 25 de enero de 2016

Condiciones para la oración eficaz

Francisco Aular
Lectura devocional: Salmo 119:145-152
Oro con todo el corazón; ¡respóndeme, SEÑOR! Obedeceré tus decretos. Salmo 119:145
No existe nada que esté fuera del alcance del Dios al cual adoramos, no hay ningún secreto para la omnisciencia “todo lo sabe” y la omnipotencia “todo lo puede” del SEÑOR. Así que cuando oramos, aceptamos la invitación de Dios para que lo finito tenga comunión con lo infinito, lo temporal con lo eterno, lo fuerte con nuestra debilidad, la grandeza con nuestra pequeñez. Por eso, decía uno de los grandes de la vida devocional E. M. Blounds: “La oración es el contacto del alma viviente con Dios. En la oración, Dios se inclina para tocar suavemente al hombre, para bendecirlo y para incluir todo lo que Él pueda planear o el hombre pueda necesitar”. Otro grande de la predicación  Spurgeon, agrega: “La oración es el delgado nervio que mueve los músculos de la omnipotencia”.
Ciertamente, uno de los temas doctrinales  más relevantes en toda la Biblia, es la oración. Los hombres y mujeres que Dios usa en Su Palabra, son hombres y mujeres de oración. ¡Es asombro, no hacían nada sin oración! Por tanto, orar no es solamente un deber piadoso de los místicos que alejan del “ruido mundanal”, sino que la oración es el vehículo que conduce sus plegarias delante de Dios, en medio de las demandas y pruebas de la vida, y, una bomba espiritual muy poderosa contra los enemigos del SEÑOR y de nosotros. Pablo dijo: “Pues no luchamos contra enemigos de carne y hueso, sino contra gobernadores malignos y autoridades del mundo invisible, contra fuerzas poderosas de este mundo tenebroso y contra espíritus malignos de los lugares celestiales. Dios nos ha prometido bendiciones ilimitadas desde el cielo.” (Efesios 6:12 NTV); por eso mismo el gran Apóstol, recomienda que nosotros le demos prioridad a la oración: “En primer lugar, te ruego que ores por todos los seres humanos. Pídele a Dios que los ayude; intercede en su favor, y da gracias por ellos.” (1 Timoteo 2:1 NTV) ¿Por qué debe ser prioritaria la oración en la oba del Señor? Porque solamente en la medida en que oramos, nuestras actividades diarias tienen valor para la eternidad, y lanzamos bien lejos de nosotros, el orgullo espiritual de ser nosotros los protagonista y no el SEÑOR obrando en nosotros, por nosotros y algunas veces, a pesar de nosotros. Del mismo modo, por medio de la oración, humildemente, damos ocasión en todo tiempo que el Padre nos utilice en Su obra como Él quiera dentro de Su plan eterno. ¡Gracias SEÑOR  por dejarnos la certeza de tu comunión con nosotros a través de la oración!
Así llegamos a esta sección del Salmo 119, en donde el clamor de la oración del salmista abarca toda la estrofa, y nos indica a través de ello, las condiciones de la oración eficaz. Como hemos visto, el salmista exalta la gran ayuda de la Palabra de Dios en todo el comportamiento del ser humano, en su breve paso por esta vida; la Biblia y la oración van juntas como textos fundamentales de la escuela de la obediencia a Dios; en efecto, en cualquier circunstancia la oración debe prevalecer, sobre todo cuando estamos afligidos, es cuando mejor debemos buscar a Dios: “Oro con todo el corazón; ¡respóndeme, SEÑOR!  Obedeceré tus decretos. (V.145); la oración es eficaz, cuando oramos por nuestra salvación y con ello, el anhelo de obedecer a Dios y a Su Palabra:”A ti clamo; rescátame para que pueda obedecer tus leyes.” (v.146); la oración es eficaz cuando esta saturada de las promesas del SEÑOR en Su Palabra: “Me levanto temprano, antes de que salga el sol; clamo en busca de ayuda y pongo mi esperanza en tus palabras. Me quedo despierto durante toda la noche, pensando en tu promesa. (vv.147, 148); la oración es eficaz, cuando tenemos la seguridad del amor de Dios y con entusiasmo practicamos Su Palabra: “Oh SEÑOR, en tu fiel amor oye mi clamor, que el seguir tus ordenanzas me reanime.” (v.149); la oración eficaz, nos prepara para estar firmes a la hora de la persecución por causa de la Palabra de Dios: Los que no respetan la ley vienen a atacarme; viven alejados de tus enseñanzas.; otra condición de la oración eficaz, es terna la certeza de que Dios es quien Él dice, según Su Palabra, y, que Dios puede hacer lo que Él dice que puede hacer, según Su Palabra: “Pero tú estás cerca, oh SEÑOR, y todos tus mandatos son ciertos. Desde los primeros días sé que tus leyes durarán para siempre.” (vv.151, 152).
En estos días de tantas aflicciones para nosotros los seres humanos, necesitamos como nunca buscar la comunión con Dios, porque solamente buscar a Dios a través de la oración nos conduce a la victoria. En estos son tiempo de clamar por nosotros mismos y pedir que otros oren por nosotros como lo hizo Pablo: “Dedíquense a la oración con una mente alerta y un corazón agradecido. Oren también por nosotros, para que Dios nos dé muchas oportunidades para hablar de su misterioso plan acerca de Cristo. Por eso estoy aquí en cadenas. Oren para que pueda proclamar ese mensaje con la claridad que debo hacerlo.” (Colosenses 4:2-4 NTV) ¡En medio de estos días difíciles en los cuales andamos, solamente en la Palabra de Dios y nuestras oraciones, hay esperanza!
Oración:
SEÑOR, en esta hora te clamo en busca de tu ayuda y pongo mi esperanza en tu Palabra. En el nombre de JESÚS, amén.
Perla de hoy:
En medio de estos días difíciles en los cuales andamos, solamente en la Palabra de Dios y nuestras oraciones, hay esperanza.
Interacción:
¿Qué me dice Dios hoy por medio de su Palabra?
¿Existe alguna promesa a la cual pueda aferrarme?
¿Existe alguna lección por aprender?
¿Existe alguna bendición para disfrutar?
¿Existe algún mandamiento por obedecer?
¿Existe algún pecado por evitar?
¿Existe algún pensamiento para llevarlo conmigo?

viernes, 22 de enero de 2016

El desafío de la justicia divina

Francisco Aular
Lectura devocional: Salmo 119:137-144
Tu justicia es eterna y tus enseñanza son totalmente ciertas. Salmo 119:142 (NTV)

“¡No es justo!” Dijo el agraviado delante de la prensa, cuando una corte, decidió que el acusado de un crimen -que toda la opinión pública había sido testigo- se saliera con la suya. Debo admitir que vivimos en un mundo injusto, y en estos días en que todo se sabe por los medios informativos independientes de los cuales todavía disponemos en este mundo global, nos damos cuenta una vez más de que la justicia humana, es tan ciega que en muchas oportunidades es incapaz de verse así misma. Estos son días de los tres “ayes” de los cuales el profete Isaías nos alertó: “¡Ay de los que llaman bueno a lo malo, y malo a lo bueno! ¡Ay de los que convierten la luz en tinieblas, y las tinieblas en luz!  ¡Ay de que convierten lo amargo en dulce, y lo dulce en amargo!” (Isaías 5:20 Reina Valera Contemporánea) Ahora bien, en nuestro concepto de justicia “ellos” son los malos y “nosotros” los buenos. Por lo tanto a nuestro juicio, los malos merecen que el peso de la justicia caiga sobre ellos sin piedad y que nosotros los buenos salgamos triunfadores. Pero la Biblia nos dice que delante del desafío que nos hace la justicia divina de: “Tú debes ser perfecto, así como tu Padre en el cielo es perfecto.” (Mateo 5:48 NTV), siendo honestos con nosotros mismos, nos damos cuenta que el desafío nos queda muy grande, por ello, la Palabra de Dios, nos dice una y otra vez: “No hay justo, ni aun uno…Por cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios” (Romanos 3:10,23 RV60). De esta manera, cuando pensamos que nosotros somos buenos para merecer la salvación que Dios en Su gracia nos extiende, no es porque no seamos pecadores, sino porque a la hora de juzgarnos a nosotros mismos, tenemos mala memoria, y nos declaramos, inocentes. Así que cuando usted y yo pensamos en el desafío de la justicia divina, nos damos cuenta de que necesitamos Alguien que tenga misericordia de nosotros para llevarnos al cielo. ¡La Buena Noticia, es que por eso vino JESÚS! Él nos compró al precio de Su preciosa sangre, un lugar en el cielo: “Pues la paga que deja el pecado es la muerte, pero el regalo que Dios da es la vida eterna por medio de Cristo Jesús nuestro Señor.” (Romanos 6:23 NTV) Así el desafío de la justicia divina quedó satisfecho en la Cruz del Calvario al morir JESÚS en nuestro lugar; en efecto, también en el Calvario se demostró el amor y misericordia de Dios  por el pecador arrepentido: “El amor inagotable y la verdad se encontraron;  ¡la justicia y la paz se besaron!” (Salmo 85:10 NTV).
El salmista en esta oportunidad, contrasta la justicia divina con la actitud de los pecadores, quienes quebrantan lo dicho por Dios en Su Palabra. Sin embargo, la Palabra de Dios nos da razones del desafío de la justicia divina, Dios nos hará un justo juicio porque Dios es perfecto y santo, es decir apartado absolutamente de todo lo malo y corrupto en contraste con este mundo en el cual vivimos: Oh SEÑOR, tú eres recto, y tus ordenanzas son justas. Tus leyes son perfectas y absolutamente confiables.” (vv.137, 138); el salmista se indigna, al ver el menosprecio que los pecadores hacen de la Palabra de Dios: “La indignación me agobia, porque mis enemigos despreciaron tus palabras.” (v139); en aquellos días del salmista, existían otros pueblos con sus religiones y sus dioses, pero la Palabra de Dios fue luz que iluminó a esos pueblos al salir vencedora; en pleno siglo XXI, podemos afirmar con toda responsabilidad la verdad de que  ningún otro libro religioso por decirlo de alguna manera, ha sido sometido a estudios para comprobar su veracidad como la Biblia, y en todos esos juicios, ha salido triunfante, ¡bendito sea el SEÑOR!: “Tus promesas fueron sometidas a una prueba rigurosa; por eso las amo tanto.” (v.140); cuando nos comparamos con otros seres humanos, es posible que uno, indulgentemente, se otorgue un buen puntaje, pero ante el desafío de la justicia divina, nuestra pequeñez es evidente y es mejor que lo reconozcamos: “Soy insignificante y despreciado, pero no olvido tus mandamientos. Tu justicia es eterna, y tus enseñanzas son totalmente ciertas.” (vv.141, 142); igualmente, cuando ante desafío de la justicia divina, hemos nacido de nuevo y tenemos paz con Dios, somos verdaderamente felices, teniendo a JESÚS como nuestro Señor y Salvador, lo tenemos todo, porque al estar satisfechos con el amor y la misericordia de Dios, entonces en un mundo injusto como éste, en donde estamos,  “somos más que vencedores” (Romanos 8:37); porque la Palabra de Dios está viva y activa en nosotros podemos afirmar como el salmista: “Cuando la presión y el estrés se me vienen encima, yo encuentro alegría en tus mandatos. Tus leyes siempre tienen razón; ayúdame a entenderlas para poder vivir.” (vv.143, 144). Ciertamente la Palabra de Dios es el desafío de la justicia divina.
Oración:
SEÑOR, tus juicos son justos, puros y verdaderos. Ayúdame a edificar el resto de mi vida en esta tierra sobre ellos, y tendré paz contigo, paz conmigo y paz con mi prójimo. En el nombre de JESÚS. Amén
Perla de hoy:
A la hora de mis probables cualidades prefiero el justo juicio de tu Palabra, y no el mío.
Interacción:
¿Qué me dice Dios hoy por medio de su Palabra?
¿Existe alguna promesa a la cual pueda aferrarme?
¿Existe alguna lección por aprender?
¿Existe alguna bendición para disfrutar?
¿Existe algún mandamiento por obedecer?
¿Existe algún pecado por evitar?
¿Existe algún pensamiento para llevarlo conmigo?

jueves, 21 de enero de 2016

Maravilla que ilumina

Francisco Aular
Lectura devocional: Salmo 119: 129-136
Tus leyes son maravillosas. ¡Con razón las obedezco! Salmo 119:129 (NTV)

¿Sabía usted que una de las maravillas de la Palabra de Dios es que habla? Por favor, escúchela, ella dice:
Yo soy la Biblia. Soy la Palabra del Dios vivo. Muestro el camino a los perdidos, ilumino a los que andan en oscuridad y doy nueva vida a los que andan en el sendero de la muerte. Hablo en todas las lenguas debajo del sol, y como sol, caliento los corazones de los seres humanos y entró en todos los rincones del espíritu, alma y cuerpo. Trato a todos por igual, sin detenerme en el color, grupo étnico, posición social o condición económica. Yo puedo dar vista a los ciegos, vida a los que están “muertos en sus delitos y pecados”; rompo las cadenas de los que están prisioneros del diablo, y les doy libertad. Soy amiga, consejera, sabia y guía fiel.
Hago mi labor calladamente, como la fuerza de gravitación, poderosa como la corriente eléctrica y permanente como las leyes que sostienen el universo entero. Soy pan de vida y llevo en mis páginas el mensaje poderoso de la salvación, de los que buscan con hambre y sed de justicia la dirección de Dios. Soy aborrecida y negada por los malos y amada y defendida por los buenos, muchos de ellos han dado sus vidas en sus esfuerzos para llevarme a otros pueblos. Hablo mis verdades con claridad, de tal manera, que aun lo niños pueden entenderme; en  ese mismo tono entro sin temor a los centros del saber humano, y los verdaderos sabios me buscan y me entienden, al igual que el campesino, también los pobres y los ricos.
Yo soy la esperanza que reanima las mentes y los corazones de los seres humanos; profetizo y mis predicciones se cumplen al pie de la letra. Yo anuncio que vendrá un luminoso mañana: “¡Miren, el hogar de Dios ahora está entre su pueblo! Él vivirá con ellos, y ellos serán su pueblo. Dios mismo estará con ellos.  Él secará toda lágrima de los ojos, y no habrá más muerte, ni tristeza ni llanto ni dolor. Todas esas cosas ya no existirán más” (Apocalipsis 21:3,4 NTV). Entonces, reinará la igualdad humana, habrá verdadera justicia, desaparecerán las guerras; la pacificación de las naciones vendrá porque ellas andarán para siempre bajo el rostro de JESÚS, sí, de Él y sólo Él. 
Soy eternamente el testimonio viviente de JESÚS quien es el centro mismo de la revelación divina. Por todo ello soy la Biblia, la Palabra del Dios vivo y alzo mi voz y digo: Dios es quien Él dice ser. Dios puede hacer lo que Él dice que puede hacer. Tú eres quien dice Dios que eres. ¡Todo lo puedes en Cristo porque yo quiero estar viva y activa en ti! Soy la maravilla que ilumina y espero digas como el salmista: “Tus leyes son maravillosas. ¡Con razón las obedezco!” (v.129).
El Salmo 119, la “Perla de los Salmos” fue escrito para exaltar los valores de la Palabra de Dios; es un poema acróstico hebreo de 22 estrofas, una para cada letra del alfabeto hebreo en forma consecutiva, como ya lo hemos señalado antes. Esta porción es la estrofa número diecisiete, y el salmista nos da las razones de por qué la Palabra de Dios es una maravilla que ilumina. En efecto, la Palabra de Dios como los rayos del sol, puede entrar a través de las ventanas del entendimiento del ser humano, y hasta las personas más sencillas pueden entenderla: “La enseñanza de tu palabra da luz, de modo que hasta los simples pueden entender” (v.130); el salmista ama la Palabra de Dios como el ser humano ama y anhela el oxígeno cuando casi no puede respirar: “Abro la boca y jadeo anhelando tus mandatos” (v.131).
La Palabra de Dios es maravilla que ilumina porque toda ella nos muestra que Dios es misericordioso y busca la salvación del pecador: “Ven y muéstrame tu misericordia, como lo haces con todos los que aman tu nombre” (v.132); la Biblia es maravilla que ilumina llevando al creyente verdadero a la madurez espiritual que Dios anhela para sus hijos: “Guía mis pasos conforme a tu palabra, para que no me domine el mal. Rescátame de la opresión de la gente malvada, entonces podré obedecer tus mandamientos” (vv.133,134); la Palabra de Dios es una maravilla que ilumina porque todo su mensaje encierra el amor y la compasión de Dios, de tal manera que nosotros que predicamos el evangelio, tenemos que ser tan compasivos como Dios, como JESÚS: “Cuando vio a las multitudes, les tuvo compasión, porque estaban confundidas y desamparadas, como ovejas sin pastor” (Mateo 9:36 NTV); muchas veces, en la obra de Dios, no son nuestros razonamientos humanos los que hacen la obra, sino nuestra compasión al predicar las verdades de la Palabra de Dios: “Mírame con amor; enséñame tus decretos. Torrentes de lágrimas brotan de mis ojos, porque la gente desobedece tus enseñanzas” (vv.135, 136); por todo esto la Biblia es ¡maravilla que ilumina!
Oración:
SEÑOR, gracias por dejarnos tu Palabra que es viva y eficaz; la Biblia es una maravilla que ilumina, nos guía y sostiene hasta  llegar a nuestro verdadero hogar. Ayúdame a vivir y a proclamar tu Palabra. En el nombre de JESÚS. Amén.
Perla de hoy:
La Biblia es maravilla que ilumina porque toda ella nos muestra que Dios es misericordioso y busca la salvación del pecador.
Interacción:
¿Qué me dice Dios hoy por medio de su Palabra?
¿Existe alguna promesa a la cual pueda aferrarme?
¿Existe alguna lección por aprender?
¿Existe alguna bendición para disfrutar?
¿Existe algún mandamiento por obedecer?
¿Existe algún pecado por evitar?
¿Existe algún pensamiento para llevarlo conmigo?

miércoles, 20 de enero de 2016

Promesa y rescate

Francisco Aular
Lectura devocional: Salmo 119: 121-128
Mis ojos se esfuerzan por ver tu rescate,  por ver la verdad de tu promesa cumplida. Salmo 119:123 (NTV)

El plan de nuestra salvación fue iniciado antes de la creación del mundo, fue asegurado tras la caída de Adán y Eva en el Paraíso, y cumplido en el Monte Calvario por la muerte de JESÚS.
En ese plan Dios nos ha creado para que seamos semejantes a Su Hijo JESUCRISTO: “Sabemos que Dios va preparando todo para el bien de los que lo aman, es decir, de los que él ha llamado de acuerdo con su plan. Desde el principio, Dios ya sabía a quiénes iba a elegir, y ya había decidido que fueran semejantes a su Hijo, para que éste sea el Hijo mayor. (Romanos 8:28-31 NTV).
Entendamos bien esto, aunque hemos sido creados para ser como JESÚS, tenemos un gran impedimento, porque todo ser humano que nace en este mundo, nace perdido en su relación con Dios, ya que nace con una naturaleza pecaminosa que es enemiga de Dios; ahora bien, esa condición de perdido la recibió de Adán, porque él pecó la primera vez; y ahora todos nosotros, puesto en las mejores condiciones posibles, también desarrollamos individualmente, la misma tendencia pecaminosa de Adán: “El primer pecado en el mundo fue la desobediencia de Adán. Así, en castigo por el pecado, apareció la muerte en el mundo. Y como todos hemos pecado, todos tenemos que morir.” (Romanos 5:12); Sin embargo, ante el pecado de Adán y Eva, Dios hizo la promesa de rescatar al ser humano caído (Génesis 3:15), y volverlo a traer al plan de salvación diseñado para él, ese fue el rescate que JESÚS compró con Su sangre en el Monte Calvario: “Por el pecado de Adán todos fuimos castigados con la muerte; pero, gracias a Cristo, ahora podemos volver a vivir.” (Romano 5:21-22 NTV) la Buena Noticia es que debido al sacrificio de JESÚS, el cielo se nos ofrece como un regalo: “Quien sólo vive para pecar, recibirá como castigo la muerte. Pero Dios nos regala la vida eterna por medio de Cristo Jesús, nuestro Señor.” (Romanos 6:23 NTV); ¿Cómo se recibe este regalo de Dios? Se recibe poniendo toda nuestra confianza en JESÚS como nuestro Señor y Salvador, mediante el arrepentimiento y confesión de nuestros pecados; esta experiencia es de tal trascendencia espiritual que JESÚS, lo llamó: El nuevo nacimiento “De cierto de cierto te digo, que él que no naciere de nuevo, no puede ver el reino de Dios (Juan 3:3). Igualmente, las bendiciones e implicaciones de este rescate son de enorme proporciones para todo ser nacidos de nuevo: “El cuerpo de ustedes es como un templo, y en ese templo vive el Espíritu Santo que Dios les ha dado. Ustedes no son sus propios dueños. Cuando Dios los salvó, en realidad los compró, y el precio que pagó por ustedes fue muy alto. Por eso deben dedicar su cuerpo a honrar y agradar a Dios.” (1 Corintios 6:19,20 NTV).
Claro está que el salmista en su poema a la Palabra de Dios, no había presenciado todavía el cumplimiento de aquella promesa del rescate del pecador; pero con los ojos de la fe confía en la Palabra de Dios: “Mis ojos se esfuerzan por ver tu rescate,  por ver la verdad de tu promesa cumplida.” (v.123); con la promesa de rescate, sabía que vendrían la salvación de todos los enemigos de su alma y la seguridad que el mismo Dios lo preservaría hasta el final: “No me dejes a merced de mis enemigos, porque he hecho lo que es correcto y justo. Te ruego que me des seguridad de una bendición. ¡No permitas que los arrogantes me opriman!” (vv.121, 122); sabía que la base de aquella promesa y el rescate eran fruto de la misericordia y amor de Dios: “Soy tu siervo; trátame con tu amor inagotable” (v.124); el salmista confía en la intervención de la soberanía divina en un mundo injusto y pecador: “Da discernimiento a este siervo tuyo; entonces comprenderé tus leyes. Señor es tiempo de que actúes, porque esta gente malvada ha desobedecido” (vv.125, 126); el salmista valora la Palabra de Dios, porque sabe que allí, está el manual y el plan para servir a Dios y comprender Su promesa y rescate: “De verdad, amo tus mandatos más que el oro, incluso que el oro más fino. Cada uno de tus mandamientos es recto, por eso detesto todo camino falso.” (vv.127, 128) Sí, la Biblia nos presenta, y conjuntamente con el Espíritu Santo hace posible en nosotros: la promesa y rescate.
Oración:
Gracias SEÑOR porque has cumplido tus profecías respecto a tu gran salvación y el rescate del pecador. Ayúdame a llevar la Buena Nueva de tu salvación. En el nombre de JESÚS. Amén.
Perla de hoy:
Somos nosotros que debemos aceptar las verdades eternas de la Biblia, y no intentar de hacer que la Biblia, acepte nuestras teorías.
Interacción:
¿Qué me dice Dios hoy por medio de su Palabra?
¿Existe alguna promesa a la cual pueda aferrarme?
¿Existe alguna lección por aprender?
¿Existe alguna bendición para disfrutar?
¿Existe algún mandamiento por obedecer?
¿Existe algún pecado por evitar?
¿Existe algún pensamiento para llevarlo conmigo? 

martes, 19 de enero de 2016

Lealtad y firmeza

Francisco Aular
Lectura devocional: Salmo 119: 113-120
Detesto a los que tienen divida su lealtades, pero amo tus enseñanzas. (Salmo 119:113 NTV)

Servimos a Dios y a su Palabra al mostrar firmeza y lealtad a Él y a los demás.
El hermano Miguel A. Limardo en su libro Ventanas abiertas, de la Casa Nazarena de Publicaciones, escribe una meditación que tituló “Mi iglesia ante todo”, su texto es Josué 24:15. La copio para ustedes:
“Sí, mi iglesia ante todo. Hay muchas iglesias. Todas son hermanas de mi iglesia y sus miembros son también mis hermanos. Siento que debo amarlos a todos, como si fuésemos una sola familia pues así lo pide el Señor de cada uno de nosotros.
Cuando oro, pido por todas las iglesias, que Dios las bendiga y las prospere y que puedan resolver los problemas a las que muchas de ellas se enfrentan. Pido que mantengan el alto el testimonio de la fe cristiana y que proclamen el mensaje del evangelio a todos los hombres.
Cuando voy a dar mi dinero, de mi talento, de mi tiempo y de todos mis haberes, debo hacerlo generosamente, sin reparar a qué iglesia lo doy, pues haciéndolo así estoy contribuyendo a la obra de Dios en el mundo.
Cuando voy a adorar a Dios tampoco tengo reparo de ninguna especie. Puedo hacerlo en cualquier templo o junto a cualquiera de mis hermanos –Si tu corazón es limpio, dame la mano-, eso me basta.
Todo esto es así pero quiero reiterar que mi iglesia es ante todo. Mi primer amor y mi primera obligación son para mi iglesia. Sí, para esta iglesia dónde estoy creciendo y fortaleciéndome espiritualmente. Para mi pastor que vela por mi alma y me prodiga su cuidado pastoral. Para éstos, mis hermanos, que participan conmigo de la comunión con Dios.
Es mi deber atender primeramente las necesidades de mi iglesia. Cuando mi iglesia tiene un servicio, yo no puedo dejarla e irme para otra iglesia pues ella requiere mi presencia. Yo no puedo ser candil de las demás iglesias y oscuridad de la mía” (p.394).
Pues bien, nosotros hemos llegado, en el Salmo 119, a la sesión que pudiéramos llamar: Lealtad y firmeza. Porque aunque existen muchas religiones en este mundo con sus libros sagrados, sus dioses y sus sacerdotes, nosotros hemos resuelto ser leales al SEÑOR  y a su Palabra. Y por ello, nuestro mensaje  debe ser parecido al del profeta Elías en el Monte Carmelo, frente al pueblo de Israel y a su desleal rey Acab en sus coqueteos con el dios Baal: “Elías se paró frente a ellos y dijo: “¿Hasta cuándo seguirán indecisos, titubeando entre dos opiniones? Si el SEÑOR es Dios, ¡síganlo! Pero si Baal es el verdadero Dios, ¡entonces síganlo a él!”. Sin embargo, la gente se mantenía en absoluto silencio” (1 Reyes 18:21 NTV). Es verdad que vivimos una hora difícil para la humanidad, algunos tienes sus lealtades divididas, la codicia ha llevado a muchos a postrarse frente a dioses extraños. Esta es la hora de la valentía espiritual y moral. No podemos ni debemos claudicar, y tampoco, mantenernos “en absoluto silencio”. No se trata de lanzarse a la calle en abierta protesta contra ellos, sino de mirar bien dentro de nosotros, pues a los que hemos experimentado las bendiciones de la Palabra de Dios, no podemos echarlas a un lado: Detesto a los que tienen divida su lealtades, pero amo tus enseñanzas” (v.113).
Lealtad y firmeza significa que decidimos, por nuestra propia voluntad, asumir las consecuencias de obedecer al SEÑOR y no a los demás seres humanos en sus desviaciones; nuestra intención es preferir ser leales a nuestro Dios a pesar de todo, y estar firmes en nuestra decisión de lealtad: “Tú eres mi refugio y mi escudo; tu palabra es la fuente de mi esperanza. Lárguense de mi vida, ustedes los de mente malvada, porque tengo la intención de obedecer los mandatos de mi Dios” (v.114,115); lealtad y firmeza, porque el SEÑOR  cumple sus Promesas: “¡SEÑOR, sostenme como prometiste para que viva! No permitas que se aplaste mi esperanza. Sostenme y seré rescatado; entonces meditaré continuamente en tus decretos” (vv.116, 117); lealtad y firmeza, significa que entendemos bien quiénes somos y hacia dónde vamos; no existen atajos para servirle a Dios, o lo hacemos con lealtad a Él y su Palabra o no lo hacemos; por otra parte, la obediencia a Dios siempre trae consigo el gozo del deber cumplido: “Pero has rechazado a todos los que se apartan de tus decretos, quienes no hacen más que engañarse a sí mismos. Desechas a los perversos de la tierra como si fueran desperdicios; ¡con razón me encanta obedecer tus leyes!”(vv.118,119); viendo que nuestro Dios, exige lealtad y firmeza, con temor reverente sirvámosle a Él, guiados e iluminados por su Santa Palabra: “Me estremezco por mi temor a ti; quedo en temor reverente ante tus ordenanzas” (v.120). Así que, ¡mi Dios y mi Biblia ante todo!
Oración:
Amado SEÑOR, que ante todo yo pueda ser fiel a ti y fiel a tu Palabra. En el nombre de JESÚS. Amén.
Perla de hoy:
Servimos a Dios y a su Palabra al mostrar firmeza y lealtad a Él y a los demás.
Interacción:
¿Qué me dice Dios hoy por medio de su Palabra?
¿Existe alguna promesa a la cual pueda aferrarme?
¿Existe alguna lección por aprender?
¿Existe alguna bendición para disfrutar?
¿Existe algún mandamiento por obedecer?
¿Existe algún pecado por evitar?
¿Existe algún pensamiento para llevarlo conmigo?

lunes, 18 de enero de 2016

Lámpara y luz

Francisco Aular
Lectura devocional: Salmo 119: 105-112
Tu palabra es una lámpara que guía mis pies y una luz para mi camino. Salmo 119:105 (NTV)

Dios ilumina con su Palabra a aquellos que están dispuestos a escucharla con el corazón, para dejarse guiar por ella hasta el hogar eterno.
Un pastor inglés de esos años en que no había luz eléctrica, ni linternas de batería, relató la siguiente experiencia: “Después de haber andado dos millas para visitar un vecindario en el que pocos podían  leer, con el objetivo de pasar una velada leyendo a un grupo que estaba reunido para escuchar, y estando ya a punto de regresar por una senda estrecha a través del bosque, en el que el camino se bifurcaba varias veces, se me proveyó de una antorcha de tea. Objeté que era demasiado pequeña, pues pesaba menos de media libra. “Le llegará hasta su casa”, contestó mi huésped. Le dije: “El viento la apagará”, y él me respondió: “Estará encendida hasta que llegue a su casa” “Pero, ¿si llueve?”, dije. Él replicó: “Le iluminará hasta su casa”, y a pesar de mis temores, tuve luz abundante en el camino hasta casa y me proporcionó una ilustración apropiada, creo, de la forma en que nuestros corazones indecisos podrían ser guiados por la “senda estrecha”. Si aceptáramos la Biblia como nuestro guía, sería una lámpara para nuestros pies, que iluminaría nuestro camino al cielo. Uno me dijo que tenía cinco objeciones a la Biblia. Le contesté que si la tomaba como lámpara a sus pies “le iluminaría hasta llegar a casa.” Otro me dijo que hallaba dos faltas en la Biblia, y le contesté con las palabras de mi amigo que me proveyó la antorcha: “Te iluminará hasta llegar a casa”.
El salmista, en esta estrofa de su inmortal himno a la Palabra de Dios, comienza con la afirmación:Tu palabra es una lámpara que guía mis pies y una luz para mi camino” (v.105). Por cierto, este es uno de los versículos más famosos de toda la Biblia, pues, en realidad la naturaleza de la Biblia es ser lámpara y luz. La Biblia hace brotar todo lo que el ser humano necesita para ser luz que ilumine a otros, como lo dice el Apóstol: “Pues antes ustedes estaban llenos de oscuridad, pero ahora tienen la luz que proviene del Señor. Por lo tanto, ¡vivan como gente de luz!” (Efesios 5:8 NTV). Hace algunos años, un joven cristiano nacido de nuevo y muy evangelizador me contó que estaba cursando su último año en la universidad, pero que estaba a punto de renunciar, porque ya le era insoportable vivir entre las burlas de sus demás compañeros. Lo miré. Puse mis manos sobre sus hombros, y le dije: “No conozco tu entorno, pero conozco a la Palabra que tú y yo anunciamos. Dios te puso allí para que seas luz en ese lugar oscuro, ¡brilla para la gloria de Dios! Lo encontré hace poco, y me dijo, “ese comentario que usted hizo, me ayudo más de lo que se imagina, porque me recordó la razón y el propósito de mi vida: ¡Ser luz a los demás, y eso soy!”.
¿Por qué no ser luz y lámpara llenos de la Palabra de Dios por donde vayamos, y en medio de nuestros círculos de influencia que tenemos? Sí en efecto, esta Palabra es luz para nuestros ojos, para así no perder el hermoso panorama de la vida cristiana, pero también buen asidero para poner nuestros pies, y saber por dónde debemos ir con ellos, y los lugares a evitar mientras caminamos a la seguridad de nuestro verdadero hogar. De esta manera, nuestra resolución de servir al SEÑOR no es una moda, sino es para siempre: “Lo prometí una vez y volveré a prometerlo: obedeceré tus justas ordenanzas” (v.106); también sus promesas nos sostendrán, en medio de nuestros sufrimientos en el sendero; el SEÑOR, renovará nuestras fuerzas a través de su Palabra: “He sufrido mucho, oh SEÑOR; restaura mi vida, como lo prometiste” (v.107); nuestro andar cotidiano puede producirnos amargura y escoger el camino de destruir en vez de edificar, pero basado en la Palabra, haremos que la alabanza a Dios y el respeto a los demás sea una de los grandes rasgos de nuestra personalidad: “SEÑOR, acepta mi ofrenda de alabanza y enséñame tus ordenanzas” (V.108); con la Palabra como nuestra luz y lámpara podemos hacer frente a todos los peligros que nos asechan: “Mi vida pende de un hilo constantemente, pero no dejaré de obedecer tus enseñanzas. Los malvados me han tendido sus trampas, pero no me apartaré de tus mandamientos” (vv.109,110); la Palabra como nuestra luz y lámpara es el fundamento de nuestros valores para obedecerlos, y andar en esta vida hasta el triunfo final en el cielo: “Tus leyes son mi tesoro; son el deleite de mi corazón. Estoy decidido a obedecer tus decretos hasta el final” (vv.111,112).Por todo esto, la Biblia es lámpara y luz.
Oración:
SEÑOR, dame la oportunidad de ser en un mundo lleno de tinieblas, un reflejo de tu Palabra: Lámpara y luz. En el nombre de JESÚS. Amén.
Perla de hoy:
Nuestro testimonio de JESUCRISTO es lámpara y luz en un mundo de tinieblas. ¡Brilla!
Interacción:
¿Qué me dice Dios hoy por medio de su Palabra?
¿Existe alguna promesa a la cual pueda aferrarme?
¿Existe alguna lección por aprender?
¿Existe alguna bendición para disfrutar?
¿Existe algún mandamiento por obedecer?
¿Existe algún pecado por evitar?
¿Existe algún nuevo pensamiento para llevarlo conmigo?