miércoles, 11 de septiembre de 2013

La vacuna contra la lepra


Francisco Aular

Lectura devocional: 2 Reyes 5:1-19

Naamán se enojó mucho y se fue muy ofendido. «¡Yo creí que el profeta iba a salir a recibirme! —dijo—. Esperaba que él moviera su mano sobre la lepra e invocara el nombre del Señor su Dios ¡y me sanara! 2 Reyes 5:11 (NTV)
 
Caminando por uno de los hermosos y limpio pasillos del Hospital Vargas de Caracas, que me conducía a la cafetería, un médico con unos libros en sus manos se me acercó: “¿Usted es el nuevo fotógrafo del Servicio de Anatomía Patológica?, sí -le respondí-, ¡qué bien! -me dijo-, yo soy Jacinto Convit y mucho me gustaría que usted me ayudara con el material audiovisual para mi clase en la Universidad. ¡Con mucho gusto doctor! -dije extendiendo las manos para tomar los libros-, no -me respondió amablemente-, y señaló, ¡usted va a almorzar! Se los llevaré más tarde a su oficina.”. Así tuve el honor de iniciar mi trabajo, a mediados de los años  sesenta, para uno de los monumentos vivientes de la medicina nacional y mundial, el doctor Jacinto Convit. Hoy está cumpliendo cien años de edad, el pionero en diversas investigaciones médicas y padre de las vacunas contra dos enfermedades que han azotado la humanidad por milenios: la leishmaniasis y la lepra. Con mucha justicia, este apóstol de la medicina mundial, ha sido nominado para el Premio Nobel, pero más de una vez ha mencionado que su único sueño es ver la lepra erradicada de la faz de la tierra. Como si esto fuera poco, algunas noticias extraoficiales, lo señalan a él y a su equipo, en avanzados estudios para descubrir una vacuna contra el cáncer. A sus cien años, todavía está al frente de su equipo cada día de trabajo. Sin duda, no lo ha dicho pero creo que está poniendo en práctica alguna medicina contra la vejez: ¡Es el viejo más joven que yo he conocido! ¡Feliz cumpleaños doctor Convit!
En la historia del pueblo Israel, vemos la lucha que se ha mantenido durante milenios contra la lepra. Los leprosos no eran bienvenidos en muchos lugares. Nos dice la Escritura: “El rey de Aram sentía una gran admiración por Naamán, el comandante del ejército, porque el Señor le había dado importantes victorias a Aram por medio de él; pero a pesar de ser un poderoso guerrero, Naamán padecía de lepra” (2 Reyes 5:1), esto nos revela que la lepra no respetaba ni la grandeza ni el honor de sus víctimas.
¿En donde podía un hombre como Naamán, encontrar la sanidad para su mal? Por la gracia de Dios, y para que nosotros tengamos hoy delante esta Palabra, una jovencita, esclava judía, vivía en el hogar del orgulloso comandante:Cierto día, la muchacha le dijo a su señora: “Ojalá que mi amo fuera a ver al profeta de Samaria; él lo sanaría de su lepra”. ¡Una receta sencilla para un terrible mal!  Y así fue.
El comandante Naamán, emprende su largo viaje en búsqueda de la salud. Por fin, llega delante de la casa del profeta Eliseo. El orgulloso sirio, tiene delante de sí a un hombre sencillo, un judío. Naamán espera un gran espectáculo sanador y remedios milagrosos de alto precio, el cual, él está dispuesto a pagar, pero no ocurre así, la receta contra su terrible enfermedad es la obediencia: “Entonces Naamán fue con sus caballos y carros de guerra y esperó frente a la puerta de la casa de Eliseo; pero Eliseo le mandó a decir mediante un mensajero: “Ve y lávate siete veces en el río Jordán. Entonces tu piel quedará restaurada, y te sanarás de la lepra”. Pero aquel hombre está acostumbrado a mandar, no a obedecer. Por consejo de sus sirvientes, obedece, va al río Jordán, pone en practica el remedio, y, ¡funciona!:  “Entonces Naamán bajó al río Jordán y se sumergió siete veces, tal como el hombre de Dios le había indicado. ¡Y su piel quedó tan sana como la de un niño, y se curó! Después Naamán y todo su grupo regresaron a buscar al hombre de Dios. Se pararon ante él, y Naamán le dijo:—Ahora sé que no hay Dios en todo el mundo, excepto en Israel. Así que le ruego que acepte un regalo de su siervo” (2 Reyes 5:14,15). Lo mejor de todo, la sanidad de Naamán es un regalo de la gracia de Dios: “Pero Eliseo respondió: —Tan cierto como que el Señor vive, a quien yo sirvo, no aceptaré ningún regalo. Aunque Naamán insistió en que aceptara el regalo, Eliseo se negó” (2 Reyes 5:16).
A menudo, la lepra es la representación espiritual del pecado en el ser humano, el mal que nos afecta por igual a todos. En efecto: “Pues todos hemos pecado; nadie puede alcanzar la meta gloriosa establecida por Dios” (Romanos 3:23; NTV), pero JESÚS vino para salvarnos de la lepra del pecado y hacernos partícipes de la gloria de Dios: “Pues la paga que deja el pecado es la muerte, pero el regalo que Dios da es la vida eterna por medio de Cristo Jesús nuestro Señor” (Romanos 6:23; NTV). El remedio contra la lepra del pecado es sencillo, no lo menosprecie, ¡es real, funciona! ¡JESÚS es el único remedio contra el mal que nos condena y nos separa de Dios! El dijo: “Yo soy el camino, y la verdad y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí…”. Aceptar a JESÚS por medio de una oración de fe, amor y esperanza es el inicio de una nueva vida, un nuevo nacimiento. Ora conmigo: Amado JESÚS, sé que viniste a este mundo para salvar al pecador, yo te confieso mi pecado, me arrepiento de mi mal camino, confío en tu Palabra, se que moriste y resucitaste por mí. Alabo tu nombre y hazme la persona que tú quieres que hoy sea. ¡Gracias Señor por oírme! Amén.
(Si hiciste esta oración, por favor házmelo saber, tengo un material para poner en tus manos para que conozcas más de JESÚS y su Palabra).
Oración:
Padre amado, extiende la primavera del Espíritu Santo sobre mi vida, transformando mis conflictos en paz, el caos en orden, la inseguridad en la certeza de que teniéndote a ti, lo tengo todo. Soy tuyo, y nada ni nadie podrán quitarme el Regalo que me has dado para siempre. Ayúdame a ser un mensajero de tu paz. En el nombre de JESÚS. Amén.
Perla de hoy:
¡JESÚS es la solución de Dios para la lepra del pecado! ¡Síguelo!
Interacción:
¿Qué me dice Dios hoy por medio de su Palabra?
¿Existe una promesa a la cual pueda aferrarme?
¿Existe una lección por aprender?
¿Existe una bendición para disfrutar?
¿Existe un mandamiento a obedecer?
¿Existe un pecado a evitar?
¿Existe un nuevo pensamiento para llevarlo conmigo?

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