lunes, 23 de septiembre de 2013

¡Aviva la llama!



Francisco Aular

Lectura devocional: 2 Timoteo 1:3-18

Por esta razón, te recuerdo que avives el fuego del don espiritual que Dios te dio cuando te impuse mis manos. 2 Timoteo 1:6 (NTV)
 
Nací en un hogar de campesinos en medio de una montaña. Mi niñez fue hermosa, rodeada de todo lo que el campo puede ofrecer. Mis padres salían a hacer las labores del campo, pero todavía recuerdo que mi abuela materna Máxima, cuidaba de mí porque su casa quedaba muy cerca de la nuestra. Evoco cuando tenía seis años, veo a mi abuela cocinar en la mañana en su fogón de leña; luego la contemplo descansando y yo jugando en el patio, pero, había un momento muy especial del día, cerca de la hora en que mis padres regresaban a casa, porque mi abuela me había enseñado a encender y mantener el fuego de la cocina sin quemarme, entonces, cuando ellos se acercaban, mi abuela me gritaba: “¡Negro Chico!” -mi sobrenombre familiar puesto por mi papá-: “¡Aviva la llama!”…
¡Avivar la llama!, tiene mucho significado para mí -especialmente en la vida cristiana a la cual llegué hace cincuenta años-, porque mi conversión al Evangelio empezó como una llama divina que encendió mi pasión por el Señor JESÚS, mi Señor y Salvador, y al entender las demandas de mi nueva vida en Cristo, aprendí a apreciar en gran manera todas las cosas buenas que Dios había hecho a mi favor, por eso, digo que JESÚS es mi pasión y triunfo, porque al convertirme al Evangelio también se prendió mi pasión, tanto por la vida “bíos”, la vida humana, la cual es una asignación temporal, como por la vida “zoé”, la cual es eterna. Lo más grande todavía, ha sido entender la dimensión de JESÚS cuando dijo: “Yo soy el camino, y la verdad y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí” (Juan 14:6). En efecto, ¡JESÚS mismo es la vida “zoé”, la vida eterna! ¡Él es la llama que vive en mí! El apóstol Juan lo explica de una manera tan sencilla que no podemos perdernos en interpretaciones por los “doctores” de la iglesia, está es: Y este es el testimonio que Dios ha dado: él nos dio vida eterna, y esa vida está en su Hijo. El que tiene al Hijo tiene la vida; el que no tiene al Hijo de Dios no tiene la vida” (1 Juan 5:11,12; NTV). ¡Teniendo a JESÚS lo tenemos todo, sin Él no tenemos nada!
En la lectura devocional de hoy, vemos al apóstol Pablo aconsejando a su amado hijo espiritual; pero, permítanme decirles, a propósito del consejo de Pablo a Timoteo, con toda sinceridad, que la llama divina que Pablo encontró en su camino a Damasco obró en él tal cambio y produjo tal fuego que escribió a Timoteo, lleno de pasión: “Pues Dios no nos ha dado un espíritu de temor y timidez sino de poder, amor y autodisciplina… Así que nunca te avergüences de contarles a otros acerca de nuestro Señor, ni te avergüences de mí, aun cuando estoy preso por él. Con las fuerzas que Dios te da prepárate para sufrir conmigo a causa de la Buena Noticia” (2 Timoteo 1:7,8); ¡nada ni nadie puedo apagar la llama que Dios pone en nuestros corazones al venir al Evangelio!
Después de JESÚS, nadie disputa a Pablo su dimensión de hombre de Dios. Pablo, sufrió persecuciones, fue azotado, encarcelado, apedreado, y todavía, lo que más puede dolerle a un servidor del Señor, el abandono de sus discípulos, cuando son más necesarios:Como tú sabes, todos los de la provincia de Asia me abandonaron, incluso Figelo y Hermógenes…” (v.15) ¿Cómo fue el final de un hombre así? En los últimos días del sanguinario y demente Nerón, éste mandó a matarlo, sin embargo, Pablo escribió su despedida, y solamente leerla, ¡aviva mi llama!: “He peleado la buena batalla, he terminado la carrera y he permanecido fiel. Ahora me espera el premio, la corona de justicia que el Señor, el Juez justo, me dará el día de su regreso; y el premio no es sólo para mí, sino para todos los que esperan con anhelo su venida” (2 Timoteo 4:7,8; NTV).
Es posible que te sientas desanimado a pesar de ser un cristiano nacido de nuevo, y del gran fuego que sentías al principio de tu vida cristiana te queda nada más una pequeña chispa; ya no sientes entusiasmo para ir a tu iglesia; es posible que te hayan defraudado y abandonado algunos de tus amigos; en la bajada de tu vida espiritual vas rodando estrepitosamente, llevando a tu hogar y hasta tu trabajo en tu desánimo, sin embargo, te tengo una gran noticia, nuestra posición en la vida eterna no depende de tus sentimientos, y Dios tiene allí en tu vida el mismo fuego que tuviste al principio, ¡vuelve a tu primer amor por el Señor JESÚS!, ponte en marcha, arrepiéntete, confiesa, ama, perdona y pide perdón. ¡No te alejes de la iglesia! ¡Busca tus hermanos en la fe, ellos son leños de fuego en el Reino! Es cierto, tus hermanos en Cristo no son perfectos, pero, tú tampoco. En pocas palabras: ¡Aviva la llama!
Oración:
Padre eterno: Hoy quiero volver a tener ese fuego que tuve contigo al principio de mi vida cristiana. Aviva la llama que tienes en mí para que yo pueda llevar mi pasión por ti y por tu reino, hasta el fin de mi vida. En el nombre de JESÚS. Amén.
Perla de hoy:
No permitas que el desánimo te robe tu gozo: ¡Aviva la llama de la pasión por JESÚS y triunfa!
Interacción:
¿Qué me dice Dios hoy por medio de su Palabra?
¿Existe una promesa a la cual pueda aferrarme?
¿Existe una lección por aprender?
¿Existe una bendición para disfrutar?
¿Existe un mandamiento a obedecer?
¿Existe un pecado a evitar?
¿Existe un nuevo pensamiento para llevarlo conmigo?

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