miércoles, 12 de octubre de 2011

¡Perdidos… o salvados! (1)

Francisco Aular

Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna… Este mi hijo muerto era, y ha revivido; se había perdido y es hallado… Porque el Hijo del Hombre vino a buscar y a salvar lo que se había perdido. Juan 3:16; Lucas 15:24; Lucas 19:19 (RV60)

 

 Existen temas de la Biblia que son de vida o muerte. Hoy meditamos sobre uno de ellos: ¡Perdidos… o salvados! Si en realidad -después de cuarenta y ocho años estudiando la Palabra de Dios-, el tema que voy a tocar no fuese importante, no escribiría al respecto. Pero toda la Biblia desde Génesis hasta el Apocalipsis proclama esta doctrina y es necesario que la anunciemos. Veamos: 
¡Perdidos… o salvados! He aquí el dilema inevitable para todo ser humano que viene al este mundo; no lo podemos eludir ni hacer a un lado, porque tarde o temprano el dilema me tocará a mí y a ti también. Es más, tocará a todos tus descendientes. Nos tocará a todos. Nadie podrá salir corriendo por una puerta de escape y huir de este dilema que exige una decisión y que se nos presenta delante desde que nuestra madre nos trajo al mundo: O seremos salvos aceptando el regalo de la salvación a través de JESÚS, y así felices por toda la eternidad en el Cielo al lado de nuestro Salvador y Señor, o estaremos perdidos por toda la eternidad en el despreciable lugar del Infierno. Déjame serte lo más sincero y claro posible, porque tú y yo, y todos los que vivimos en este mundo hoy estamos en el vértice de una decisión a tomar, y tenemos que hacerla mientras estamos en el camino de la vida humana. Ir al Cielo o al Infierno es algo voluntario. ¡Nadie irá obligado al Cielo porque allí solo reina el gozo, la paz y la bienaventuranza infinita de los que voluntariamente lo elegimos! Pero si en esta vida te resultan molestosas, aburridas e incómodas las cosas de Dios, ¡tú has elegido el Infierno! Lo pienso y expreso de esta manera: Imagínate que mueres y tus familiares y amigos al igual que tú, no viven una vida que agrada a Dios, pero se reúnen para pedirle a Dios, que por favor te lleve al cielo. ¿Por qué Dios habrá de hacerles caso?, al fin y al cabo Dios sabe que nunca apreciaste ni su Palabra, ni a su Hijo en este mundo. No sabes nada de su Palabra. Nada de su Iglesia. Amaste solamente las cosas temporales, esas que siempre se quedan aquí cuando nos vamos de este mundo. Creo que Dios diría, y solemnemente y  te lo digo con la Palabra: No todo el que me dice: Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de  mi Padre que está en los cielos… Nunca os conocí; apartaos de mí, hacedores de maldad. (Mateo 7:21, 23b). Estoy convencido de esto, Dios no hizo el Infierno para el ser humano, sino para el Diablo y sus seguidores. Depende de nosotros, en esta vida, con quién queramos pasar la eternidad. Serás lo que quieras ser y estarás donde quieras estar, ¡esa es tu decisión!
¡Perdidos… o salvados! Jesús de Nazareth vino desde el cielo para hablarnos principalmente de este importante asunto, porque como lo dijera el famoso estudioso bíblico el doctor W.G.T Shedd: “Jesucristo es el responsable de la doctrina de la perdición eterna. Todos los que se oponen a este dogma teológico están en conflicto con Él. Ni la iglesia cristiana ni el ministerio cristiano son los autores del mismo. El ministerio cristiano jamás habría inventado tal dogma; tampoco lo hubiera predicado durante los siglos de la era cristiana, como Jeremías, con lágrimas y reticencia, salvo por mandato del mismo Señor Dios que dijo: “Dirás todo lo que te mande” (Jeremías 1:7). Sin duda es más agradable a nuestros corazones hablar acerca de la felicidad de los salvados que de los sufrimientos de los perdidos; ambas verdades deben ser proclamadas si hemos de predicar toda la verdad, tal y como Dios nos la ha hecho conocer. Más aun, el amor salvífico de Dios sólo puede apreciarse adecuadamente con ese estado de pecado y miseria del cual Cristo vino a salvarnos. Si rechazamos lo que la Biblia dice acerca del infierno es porque no tenemos una comprensión y apreciación adecuadas del glorioso evangelio del Dios bendito. Sólo en su luz podemos ver el verdadero significado de la pregunta del carcelero de Filipo, hecha a Pablo y a Silas: “¿Qué debo hacer para ser salvo?” (Hechos 16:30). Ciertamente, la obra de JESÚS en la tierra sería vana, sino la tomamos en cuenta y nos decidimos por su oferta de salvación: “Porque el Hijo del Hombre vino a buscar y a salvar lo que se había perdido” (Lucas 19:10).
Permítame ilustrarlo de esta forma: Cuando llegué a la iglesia, los amados de ese tiempo no se andaban por las ramas a la hora de anunciar la verdad de ¡Perdidos… o salvados! Los hermanos no sólo la hablaban, explicaban o predicaban, sino que también ¡la cantaban! Allí estaba yo en aquella mañana de agosto de 1963 y mi pastor, el hermano Carlos Clark, en su primer culto en la gran ciudad de Caracas dirigió el himno “Pecador ven a Cristo Jesús” e hizo el llamamiento, mientras al piano, Ruth Ayllón tocaba la inolvidable melodía. Me puse de pie, y conmovido pasé al frente donde me esperaba mi pastor para darme la bienvenida a la familia de Dios. (Efesios 2:19). ¡Qué gran día ese para este pobre pecador! Dios ya ha puesto 48 años entre aquel día y este momento, pero todavía me parece oír, con el énfasis de su letra en ¡perdidos… o salvados! He aquí la letra:

                 I
Pecador, ven a Cristo Jesús,
Y feliz para siempre serás,
Que si tú le quisieres tener,
Al divino Señor hallarás.

CORO
Ven a Él (pecador), ven a Él, (pecador)  
Que te espera tu buen Salvador.
Ven a Él (pecador), ven a Él (pecador)
Que te espera tu buen Salvador.

                 II
Si cual hijo que necio pecó
Vas buscando a sus pies compasión
Tierno Padre en Jesús hallarás
Y tendrás en sus brazos perdón.

               III
Si enfermo te sientes morir,
Él será tu doctor celestial,
Y hallarás en su sangre también
Medicina que cure tu mal.

               IV
Ovejuela que huyó del redil,
¡He aquí tu benigno Señor,
Y en los hombros llevadas serás
De tan dulce y amante Pastor.

(CBP El Nuevo Himnario Popular #62)


Oración:
Gracias Señor por llamarme y poner en mí la fe para dar el paso de la muerte a la vida, y por tu presencia constante. Gracias porque estás aquí y ahora conmigo. Gracias por amarme y sostenerme hasta el momento de ir a tu presencia. En el nombre de JESÚS. Amén.

Perla de hoy:
¡Perdido… o salvado! Depende de nosotros en esta vida con quién queramos pasar la eternidad. Tú serás lo que quieras ser, y estarás donde quieras estar, ¡esa es tu decisión!

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