jueves, 24 de enero de 2013

Monte Moriah


Francisco Aular
           
Y dijo: Toma ahora tu hijo, tu único, Isaac, a quien amas, y vete a tierra de Moriah, y ofrécelo allí en holocausto sobre uno de los montes que yo te diré. Génesis 22:2 (RV60)

¿Has llegado a un punto en tu andar con el Señor en el cual Él te invita a una obediencia total, es decir, al monte Moriah? ¿En tu relación con el Señor sabe Él que tú no le negarías a tu Isaac? Al referirnos a un sacrificio de obediencia al Señor en el monte Moriah no estamos hablando de pecado, sino de algo de suma importancia que Dios mismo nos ha regalado, como el caso de Isaac, el precioso hijo que les nació a Abraham y a Sara en su vejez; él era alguien muy valioso.
¿Cómo hace uno para llegar al monte Moriah de la obediencia total? Vemos la vida de Abraham hasta a este punto, y entendemos mejor cómo aquel hombre, “padre de la fe” se había preparado poco a poco en su transitar con el Señor. En primer lugar, Abraham renuncia a su tierra y a su parentela (Génesis 12:1); luego, viene la separación de Lot, su sobrino, quien escoge lo mejor para sí mismo y deja la peor parte a su tío; Abraham no espera mucho para ver a su querido sobrino acercarse a su propia perdición, “y fue poniendo sus tiendas hasta Sodoma. Mas los hombres eran malos y pecadores contra Jehová en gran manera” (Génesis 13:12,13); luego le nace Ismael, pero al no ser el hijo de la promesa, sus propios proyectos y esperanzas para aquel hijo se desvanecen, solamente, después de una vida de obediencia y fe, Abraham estuvo preparado para la obediencia total a Dios en el monte Moriah.
Es de notar que la tierra de Moriah estaba a tres días de camino de donde vivía Abraham, este era un buen trayecto para pensar y repensar lo que Dios le estaba exigiendo, el sacrificio de su propio hijo Isaac. Me imagino a Abraham llevando a Isaac de la mano, quizás un niño de doce años; el mandato claro de Dios tenía que estar en su mente a cada paso: “Toma ahora a tu hijo, tu único Isaac, a quien amas (…) y ofrécelo allí en holocausto”; su corazón debió quebrarse en mil pedazos cuando tomó el cuchillo para sacrificar a su amado hijo, y éste le pregunta: “Padre mío, he aquí el fuego y la leña; mas ¿dónde está el cordero para el holocausto?”. No sabía Isaac que el cordero era él.
El pasaje bíblico está cargado de profundo significado espiritual. Abraham prefigura al Padre eterno que “no escatimó ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros” (Romanos 8:32). Muchos años después, el monte Moriah fue el lugar en donde se construyó el magnífico templo de Dios. Como sabemos, Dios detuvo la mano de Abraham: “No extiendas tu mano sobre el muchacho, ni le hagas nada; porque yo conozco que temes a Dios, por cuanto no me rehusaste a tu hijo, tu único”. Así, el milagro de Isaac, y el sacrificio de un cordero en su lugar eran las piedras fundamentales de aquel templo de adoración. Por otra parte, Isaac es figura de Cristo, ofrecido en holocausto en nuestro lugar (Hebreos 5:10), así, en forma dramática se nos anticipa que JESÚS, el unigénito hijo de Dios, moriría muy cerca del monte Moriah, en otro lugar muy famoso ahora, en el monte Calvario.
Dios puede pedirte en esta hora el sacrificio de lo más grande que Él te ha dado. A lo mejor te pide que abandones tu amada patria y vayas como misionero a otro lugar. A lo mejor es a tu amado hijo o hija que Dios enviará lejos en una misión; a lo mejor es una propiedad… Dios puede pedirte que en el monte Moriah de la obediencia total, le entregues tu salud, tus riquezas o tu comodidad, sin embargo, Dios no te pedirá nada sin que primero te hayas preparado para obedecerle.
Pues bien, aprendamos como Abraham: entreguemos lo que somos y lo que tengamos que Dios nos pide; Dios nos ama y nunca nos dejará con las manos vacías, Él llenará nuestras vidas con mucho más que “el oro y la plata”; Dios no es deudor de nadie. En realidad, aprendamos a rendirle todo a Dios en el monte Moriah, porque al final, de todos modos, nuestro Isaac pertenece a Dios.
Oración:
Padre eterno:
¡Te alabo en este día y bendigo tu Santo Nombre! Señor te bendigo por lo que me das, y si nada me das también te bendigo. Vine sin nada a este mundo, y al salir, te llevo a ti. Ayúdame a ir al monte Moriah y entregarte todo allí. En el nombre de JESÚS, amén.
Perla de hoy:
El verdadero propósito de nuestra vida es aprender la obediencia en el monte Moriah; lo que entregamos a Dios es lo único que nos llevaremos.
Interacción:
¿Qué me dice Dios hoy por medio de su Palabra?
¿Existe una promesa a la cual pueda aferrarme?
¿Existe una lección por aprender?
¿Existe una bendición para disfrutar?
¿Existe un mandamiento a obedecer?
¿Existe un pecado a evitar?
¿Existe un nuevo pensamiento para llevarlo conmigo?

 

 

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