Yo tendría un año en el SEÑOR, y poco a poco crecía en la fe, me sentía lleno de entusiasmo en las cosas de DIOS. Mi pastor, el misionero estadounidense, Carlos B. Clark, y su preciosa familia, habían impactado mi vida. Igualmente, DIOS me había preparado dos amigos para ayudarme a crecer en esos primeros años de mi infancia espiritual, Adonis Rodríguez y Luis Magín Álvarez. Especialmente con Adonis, orábamos y soñábamos con formar familias que amaran al SEÑOR, y con ellos, ayudar a la extensión del reino de DIOS en la tierra. Así ha sido.
En aquel 1964, la influencia positiva de nuestro pastor y su preciosa familia se reflejaba en muchos de los asistentes en nuestra Misión Bautista Emanuel. Como todas las cosas buenas de la vida, algunos de los nuevos creyentes, no sabíamos que aquella familia misionera, saldría de nuestra iglesia y retornaría a su país por un año. Al retorno, no sabíamos si los destinarían de nuevo para estar con nosotros.
Así las cosas, todavía recuerdo aquella triste despedida del aeropuerto, cuando vi que el avión de Pan American World Airways, levantó vuelo y se perdió en las nubes. No encontré consuelo por aquella semana porque los Clark, venían a mi mente y corazón.
Confieso que ese domingo siguiente en la iglesia, lloré casi todo el culto. ¡Qué falta me hacía mi pastor y su familia! Pero mi amado pastor, me escribió una tarjeta postal, la cual recibí al mes siguiente de la despedida. En aquella postal escribió palabras llenas de consejos al niño en CRISTO que era yo, y además de sus palabras, añadió el versículo que encabeza este devocional:
“En cambio, crezcan en la gracia y el conocimiento de nuestro Señor y Salvador Jesucristo”. En verdad aquel año sin mis padres espirituales, después de todo: pasó rápido. A mediados de 1965, estuve de primero para darles la bienvenida nuevamente al país y a nuestra iglesia. ¡A él sea toda la gloria ahora y para siempre por la gracia de CRISTO en nosotros! Amén.
Sí, la gracia es el amor de DIOS aplicado a nuestra total indigencia espiritual para salvarnos por nuestro propio esfuerzo. Esa gracia tiene su fuente en DIOS mismo y nunca en nosotros. DIOS es libre y soberano, y distribuye Su gracia como Él quiere y a quien Él quiera. De manera que nuestro orgullo acostumbrado a no recibir favores de nadie siempre cree que puede hacer algo para ganarse, para merecerse la salvación que DIOS otorga. Así el incrédulo rechaza la gracia. Mientras que el pecador arrepentido la recibe con humildad y gratitud.
¿Qué es crecer en la gracia? A medida que dejo que el SEÑOR inunde mi vida con su río de gracia en abundancia, mi ser va creciendo. El SEÑOR va llenando cada espacio de mi “espíritu, alma y cuerpo” en la medida en que yo sea dócil a la llenura del Espíritu Santo en mi caminar cotidiano. El apóstol Pedro nos ordena crecer en la gracia, de modo que no es una opción porque crecer en la gracia es nuestra responsabilidad. Y, desde luego un mandato para que podamos ser ejemplos a otros. Ese crecer es un mandato individual; pero también es un mandato colectivo, en la iglesia local. ¡Ese es el mandato: “Crezcan en la gracia”!
—Hasta aquí por hoy, mañana seguimos…
¡Adelante, siempre adelante!
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