lunes, 7 de mayo de 2018

La locura de la evangelización

Francisco Aular
perlasdelalma@gmail.com
Lectura devocional: 1 Corintios 1:18-31
Me explico: El mensaje de la cruz es una locura para los que se pierden; en cambio, para los que se salvan, es decir, para nosotros, este mensaje es el poder de Dios. 1 Corintios 1:18 (NVI)

"¡Agáchate muchacho que están disparando hacia acá!..." Gritó don Ramón Gómez, mi padre de crianza, cuando en la madrugada del 1 de enero de 1958 subimos a la platabanda de nuestra casa para escuchar atónitos los disparos de cañones que salían desde el cuartel San Carlos, y ver los aviones que dejaban caer sus bombas. Eso ocurría en San José del Ávila, nuestro barrio. Todos estábamos asombrados y mi corazón latía entre el miedo y la emoción, que como todo muchacho de doce años enfrenta las crisis. Pasaron 23 días en los cuales encontrar comida era más difícil que encontrar la muerte; se nos pasaba el día entre estar pendientes de lo que nos dijera la radio, y los comentarios de los vecinos; pero en la madrugada del 23 de enero, el dictador Marcos Pérez Jiménez huyó, ¡las cárceles se abrieron, y los presos políticos salieron de la terrible Seguridad Nacional, y los padres de la democracia moderna regresaron del exilio! Al grito de ¡viva Venezuela, viva la patria libre!, tomamos las calles de la ciudad de Caracas. No supe como alguien se consiguió un autobús, lo llenamos y con mis vecinos, dimos un paseo por toda la ciudad. ¡Nunca más vi a mi pueblo tan feliz como aquel día!

Pasé mis primero años de democracia, simpatizando con los partidos de izquierda de la época. En efecto, en enero de 1959, estuve en la Plaza El Silencio, el día en que llegaron allí los héroes de la revolución cubana con Fidel Castro al frente, y entre ellos el Che Guevara. ¡Mi admiración por ellos rayaba en la idolatría! Por aquella época, yo trabaja de día y estudiaba de noche; desempeñaba mis labores como aprendiz de fotógrafo en el famoso Estudio Fotográfico Luz y Sombra, en pleno centro de Caracas; no iba a casa  sino que aprovechaba al máximo las dos horas para el almuerzo, y así no desperdiciaba oportunidad de participar en las marchas estudiantiles y lanzar piedras contra la policía.

Pero Dios tenía algo muy diferente para mí; en la Semana Santa de ese año, JESÚS vino a mi corazón por medio de la lectura de la Biblia. Tuve mi experiencia de conversión y empecé a buscar una iglesia para congregarme, eso ocurrió en agosto de ese mismo año. La Misión Bautista Emanuel de Chacaíto me recibió y allí crecí en el SEÑOR. El mes de septiembre, cuando regresé a clases, yo iba encendido con mi fe en JESÚS. Subiendo las escaleras hacia el salón de clases, uno de mis compañeros del Centro de Estudiantes me dijo: "¡Camarada, tenemos reunión a las ocho y media, tienes que asistir!" Allí estuve. Se planteó la estrategia para el nuevo año, con las pautas que el partido había planeado. Pedí la palabra y el presidente dijo: "El compañero Francisco tiene la palabra". Me dirigí a todos, y allí mismo les puse mi renuncia… Sorprendida, la secretaria dijo: "Francisco, ¿se puede saber el motivo, el porqué vas a abandonar la revolución?", -eso era precisamente, lo que Adonis Rodríguez, mi consejero en la vida cristiana y yo, temíamos, que me hicieran una pregunta así, y, habíamos orado por ese momento-, “¡no, yo no abandono la revolución!-les respondí con firmeza-, la inicio, pero es una revolución espiritual, sólo cambio el líder, ya no será más el Che Guevara, sino el Che JESÚS”. Algunos se rieron y se burlaron, "¡Francisco, te has vuelto loco!". Sí, les dije, pero loco por JESÚS. Desde allí, ellos respetaron mi decisión y yo, la de ellos.

El tiempo que pasa implacable, ha puesto 55 años entre aquella ocasión y hoy. Desde que me dediqué con todo fervor a mi JESÚS, mi Comandante Nazareno, mi pasión y mi triunfo, Él nunca me ha fallado, ni me fallará, Él no puede "negarse a sí mismo". En los límites como ser humano, con todo lo que soy y lo que tengo, prosigo hasta mi último aliento en esta tierra en la locura de la predicación y la evangelización. ¡No nací para otro cosa!

Oración:
¡Gracias Señor por darme esta salvación tan grande y la locura para anunciarla a todo aquel que cree! No hay manera en que pierda teniéndote a ti, me hiciste con el propósito  de rendirte honor y gloria para siempre. Enséñame Señor a mostrar lo mejor de mí, y anunciar tu verdad por donde vaya. En el nombre de JESÚS, amén.
Perla de hoy:
Aunque nadie entienda tu locura por seguir y predicar a JESÚS, Si Dios lo entiende, es suficiente.
Interacción:
¿Qué me dice Dios hoy por medio de su Palabra?
¿Existe alguna promesa a la cual pueda aferrarme?
¿Existe alguna lección por aprender?
¿Existe alguna bendición para disfrutar?
¿Existe algún mandamiento a obedecer?
¿Existe algún pecado a evitar?
¿Existe algún pensamiento para llevarlo conmigo?

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