lunes, 22 de agosto de 2016

¡Tal es la grandeza humana!

Francisco Aular
Lectura devocional: Santiago 4:13-17
Presten atención, ustedes que dicen: «Hoy o mañana iremos a tal o cual ciudad y nos quedaremos un año. Haremos negocios allí y ganaremos dinero». ¿Cómo saben qué será de su vida el día de mañana? La vida de ustedes es como la neblina del amanecer: aparece un rato y luego se esfuma.  Santiago 4:13,14 (NTV)

Napoleón I condujo a su “gran ejército” hasta la lejana Rusia; cuando se hallaba en vísperas de la batalla de Borodinó -que ocurrió el 7 de septiembre de 1812, y la cual enfrentó a los ejércitos de Francia y Rusia, dejando aproximadamente 125.000 muertos en el campo de batalla-, se cuenta que algunos de los viejos soldados fueron presa de malos presentimientos. El emperador francés, aunque estaba enfermo de fiebres, no quería obtener una victoria pírrica, así que con la intensión de de darle ánimo a sus soldados, la noche anterior a la batalla, Napoleón les mostró un retrato de su pequeño hijo que llevaba el título de “rey de Roma”, recién llegado de París, como prueba de que su soberanía estaba firmemente establecida y que la guerra tendría un final feliz. ¡Napoleón se creía invencible y con él, su familia! Pero la historia dice que aquel retrato, junto con la casi totalidad de las tropas napoleónicas, se perdió en aquel campo de batalla en el suelo ruso. El “rey de Roma” murió joven, y Napoleón terminó sus días exilado en la solitaria isla de Santa Elena. ¡Tal es la grandeza humana!
Como lo dice la Biblia, el poder y la gloria de todos los llamados grandes hombres es tan breve como sus vidas: “La vida de ustedes es como la neblina del amanecer: aparece un rato y luego se esfuma” (Santiago 4:14 NTV). Sí, ciertamente, la vida es como la flor del campo, tal y como lo dijo el profeta: “Una voz dijo: « ¡Grita!». Y yo pregunté: « ¿Qué debo gritar?». «Grita que los seres humanos son como la hierba.  Su belleza se desvanece tan rápido  como las flores en un campo.  La hierba se seca y las flores se marchitan  bajo el aliento del SEÑOR.  Y así sucede también con los seres humanos” (Isaías 40:6,7 NTV). ¡Tal es la grandeza humana!
Obnubilados por el poder y la gloria, algunos dedican la única vida humana que poseen para crear en esta tierra un legado, quieren ser recordados después de muertos, pero en realidad, ¿de qué vale la fama y la gloria después que nos vayamos? Ningún homenaje nos regresará. Un muerto, lo único que necesita es vida, y JESÚS dijo: “Yo soy la resurrección y la vida. El que cree en mí vivirá aun después de haber muerto” (Juan 11:25 NVT). De hecho, cuando con humildad estemos convencidos de nuestra propia finitud, sabremos que no vinimos a esta tierra para ser recordados al salir, ni siquiera para dejar un buen legado, estamos aquí con el propósito de conocer a nuestro Señor y Salvador JESÚS, proclamar su Mensaje de Salvación y prepararnos en Él para la eternidad futura. Sin duda, siempre existirán seres humanos excepcionales; y se espera que todo cristiano nacido de nuevo dejará huella al salir de aquí, porque Dios le dará fuerzas para servir con propósito eterno a la gente de su generación, y en el nombre de JESÚS; tal vez se dirá de esa persona, como lo dice la Palabra del rey David: “Porque a la verdad David, habiendo servido a su propia generación según la voluntad de Dios, durmió, y fue reunido con sus padres…” (Hechos 13:36 RV60).
Hablando de esto acudo a un poema que escribí, siendo aun joven. Aquí se los dejo:
Realidad
Francisco Aular
“Tan torpe era yo que no entendía”
Salmo 73:22.
Gracias Señor, tú me has amado.
Antes de conocerte estaba triste,
Nunca soñé tener cuanto me diste;
Ahora sé que todo me lo has dado.
Aún en mi ignorancia, me quisiste
Y siempre caminaste a mi lado,
En mi vida me siento realizado:
Te palpo, te sueño y sé que existes.
¿Cómo podre pagar tu sacrificio?
¿Qué puedo hacer Señor por ti?
Si todo lo que tengo, ¡queda aquí!
Si no valen excusas, ni artificios
Cuando la muerte venga en su oficio.
Una sola cosa puedo hacer: ¡Morir!
(Primicias del alma, página 14, 1997)
Oración:
Señor mío, Dios de amor, de poder y gracia ¡Qué glorioso es andar contigo porque mi vivir y mi morir eres Tú! ¿Cómo podría yo vivir sin proclamar la Buena Nueva de tu amor, perdón y gracia? ¿Cómo pudiera yo vivir sin servir y sin perder el tiempo en lo que no me llevaré para no descuidar lo que se va conmigo? Ayúdame a mostrar ¡tu grandeza! en mi vida ordinaria. En el nombre de JESÚS, amén.
Perla de hoy:
Si nos preocupamos por cumplir con nuestra Misión Histórica a la luz de nuestro Destino Eterno, la grandeza de todo lo que hagamos es de Dios y no nuestra.
Interacción:
¿Qué me dice Dios hoy por medio de su Palabra?
¿Existe alguna promesa a la cual pueda aferrarme?
¿Existe alguna lección por aprender?
¿Existe alguna bendición para disfrutar?
¿Existe algún mandamiento a obedecer?
¿Existe algún pecado a evitar?
¿Existe algún pensamiento para llevarlo conmigo?

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