martes, 2 de agosto de 2016

El maratón por nosotros


Francisco Aular
faular @hotmail.com
Lectura devocional: Lucas 4:16-21
El Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha ungido para llevar la Buena Noticia a los pobres. Me ha enviado a proclamar que los cautivos serán liberados, que los ciegos verán, que los oprimidos serán puestos en libertad. Lucas 4:18 (NTV)

Nuevamente millones de personas en el mundo estarán pendientes, de lo que ocurra en los XXXI Juegos Olímpicos modernos, en Río de Janeiro, Brasil desde el 5 al 21 de agosto, de este año. ¡Todos los atletas saldran a la conquista de su o sus medallas según la especialidad deportiva para la cual se han entrenado durante años! Todos harán esfuerzos increíbles pero solamente algunos pocos serán ganadores. Sin embargo, nuestro amado JESÚS, dejó al cielo y se vino a la tierra para conquistar para nosotos, el derecho de ser llamados “hijos de Dios” (Juan 1:12).l Y por eso, como lo dijo el Apóstol: “somos más que vencedores” (Romanos 8:37) ¡Él venció, y nos dio el derecho de ser vencedores, si nos arrepentimos de nuestros pecados y confiamos solamente en Él para nuestra salvación eterna! Todos los cristianos nacidos de nuevo, estamos corriendo la carrera de la fe y nuestro propósito es cruzar la meta -aunque la victoria final ya está asegurada- cada uno de nosostros tiene que esforzarce en la gracia de Dios para llegar hasta el final y recibir el aplauso divino. Cuando el Señor venga por su Iglesia y se la lleve al cielo, allí habrá una reunión de premiación y habrá coronas de victoria para los que vivieron su vida celestial desde la tierra: “Pues todos tendremos que estar delante de Cristo para ser juzgados. Cada uno de nosotros recibirá lo que merezca por lo bueno o lo malo que haya hecho mientras estaba en este cuerpo terrenal.” (2 Corintios 5:10, NTV).
Paricularmente, me gusta el maratón. Sin embargo, el maratón es una disciplina deportiva muy exigente, nada más y nada menos que ¡una carrera de 42 kilómetros! Tuvo su origen en un memorable episodio de la antigua Grecia, durante la guerra entre griegos y persas.
Maratón es en realidad el nombre de un campo de batalla. Allí en el año 490 antes de Cristo, los griegos lograron una heroica victoria sobre sus enemigos.
Se buscó a un corredor que llevara la buena noticia hasta Atenas. Encontraron a un atleta bien ejercitado y fuerte. Lo enviaron. Recorrió 42 kilómetros sin detenerse. Cuando llegó a Atenas, solo exclamó con las pocas fuerzas que le quedaban: ¡Victoria, victoria! Y calló muerto. ¡Pagó con su propia vida la proclamación de las buenas nuevas!
No podemos reflexionar en este relato, sin pensar en JESÚS. Vino del cielo anunciando las buenas noticias de salvación para todos los seres humanos: …para anunciar buenas nuevas a los pobres.  Me ha enviado a sanar los corazones heridos, a proclamar liberación a los cautivos  y libertad a los prisioneros, a pregonar el año del favor del Señor  y el día de la venganza de nuestro Dios, a consolar a todos los que están de duelo,  y a confortar a los dolientes de Sión. Me ha enviado a darles una corona  en vez de cenizas, aceite de alegría  en vez de luto,  traje de fiesta  en vez de espíritu de desaliento. Serán llamados robles de justicia,  plantíos del Señor, para mostrar su gloria. Reconstruirán las ruinas antiguas,  y restaurarán los escombros de antaño; repararán las ciudades en ruinas,  y los escombros de muchas generaciones. (Isaías 61.1-4, NVI).
Estamos a más de dos mil años del triunfo de JESÚS en aquel maratón por la vida nuestra. En efecto, JESÚS en el Calvario y por la resurrección, venció a Satanás, al pecado y la muerte. Fue un triunfo glorioso, definitivo y eterno. Pero no debemos olvidar que para conseguir esa victoria dio Su vida. Sí, en efecto dio Su vida para que el Mensaje de Salvación llegara a nosotros. Tampoco se nos debe olvidar en esta hora, los millones de hombres y mujeres que a través de los siglos, dejando sus tierras y sufriendo mil incomodidades, despojándose de todo enredo mundano al costo de sus propias vidas, han corrido el maratón, llevando las buenas nuevas y nosotros somos sus trofeos. ¡Hagamos lo mismo no rompamos la cadena! ¡Alabando sea el nombre de Dios!
Oración:
Amado Padre Celestial:
Te alabo por ser el Autor de una salvación tan grande a nuestro favor. Esta vida temporal que nos has dado no tendría sentido sin la trascendencia de un destino eterno y una misión histórica que cumplir. Ayúdame a correr los últimos kilómetros que me quedan porque ya siento muy cerca de mí, los gritos de victoria, los aplausos y el gozo de los que corrieron antes que yo y que me esperan, en el nombre de JESÚS, amén.
Perla de hoy:
Concéntrate en tus victorias y no en tus derrotas. Dios no patrocina fracasos. ¡El triunfo está asegurado!
Interacción:
¿Qué me dice Dios hoy por medio de su Palabra?
¿Existe alguna promesa a la cual pueda aferrarme?
¿Existe alguna lección por aprender?
¿Existe alguna bendición para disfrutar?
¿Existe algún mandamiento por obedecer?
¿Existe algún pecado por evitar?
¿Existe algún pensamiento para llevarlo conmigo?

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