viernes, 1 de junio de 2012

Oración por la patria nueva

Francisco Aular

¡Dichoso el pueblo que recibe todo esto! ¡Dichoso el pueblo cuyo Dios es el Señor! Salmo 144:15

SEÑOR TODOPODEROSO:
Aquí me tienes, dobladas las rodillas e inclinado mi corazón ante ti. Estoy frente a tu grandeza y me asomo con temor y temblor de espíritu a la inmensidad de tu santidad y de tus misericordias para con el ser humano pecador. Ciertamente, por tu Palabra veo que tú eres el Autor de toda la raza humana, con sus lenguas, pueblos y gobiernos, y que a lo largo de la historia de la humanidad, bajo tu soberanía, has formado las diferentes naciones. Tú pones amor en el corazón de nosotros los humanos por el lugar en donde hemos nacido, para que seamos custodios de sus territorios, mantengamos el orden y guardemos lo que tú has creado. Vengo como lo que soy un pecador arrepentido no sólo de su pecado personal, sino que también intercedo por los pecados de mi pueblo. Abrigo SEÑOR, la esperanza -ese profundo anhelo de contar por cierto lo que aún no tenemos- de una Patria Nueva. Como Nehemías, tu profeta en la antigüedad, frente a su responsabilidad por la reconciliación y la reconstrucción de su patria lejana, así vengo delante de ti, y espero que por los méritos de tu Hijo JESÚS, escuches mi oración y la oración de tus hijos.

Mi SEÑOR: Vengo a rogar por la patria que me diste. ¡Cuánto te agradezco esa bendición! Por eso vengo a pedirte que mis ojos puedan ver la Patria Nueva, como lo dice tu Palabra:
Que nuestros hijos, en su juventud,
crezcan como plantas frondosas;
que sean nuestras hijas como columnas
esculpidas para adornar un palacio.
Que nuestros graneros se llenen
con provisiones de toda especie.
Que nuestros rebaños aumenten por millares,
por decenas de millares en nuestros campos.
Que nuestros bueyes arrastren cargas pesadas;
que no haya brechas ni salidas,
 ni gritos de angustia en nuestras calles.
¡Dichoso el pueblo que recibe todo esto!
¡Dichoso el pueblo cuyo Dios es el Señor!
Salmo 144:12-15 (NVI)

Mi SEÑOR y mi Dios, en estos días amargos e inseguros, de peligros y amenazas de todo género, y de problemas financieros que nos agobian, confío en ti. En estos días en que hasta las voces de los pacificadores se quiebran y callan; en estos días tan difíciles para el ser humano, Señor, Tú eres nuestra única esperanza. En estos días en que vivimos aterrados, Señor, Tú eres nuestro consuelo y nos das fortaleza para levantarnos. En estos días en que el pesimismo proclama que iremos de mal en peor, Señor, yo me levanto de las cenizas de los éxitos de otras épocas y proclamo que vienen tiempos mejores y que lo mejor está por venir. Respiro profundo y digo lleno de entusiasmo: Todo lo puedo en Ti que me fortaleces. ¡No tenemos tiempo que perder!, existe una tierra prometida y nos lanzaremos en tu gracia a poseerla y la conquistáremos para tu honra y gloria.

Señor es con todo esto en mente, que canto esta antigua canción:
Aunque la higuera no dé renuevos,
ni haya frutos en las vides;
aunque falle la cosecha del olivo,
y los campos no produzcan alimentos;
aunque en el aprisco no haya ovejas,
ni ganado alguno en los establos;
aun así, yo me regocijaré en el Señor,
¡me alegraré en Dios, mi libertador!
El Señor omnipotente es mi fuerza;
da a mis pies la ligereza de una gacela
y me hace caminar por las alturas.
 Habacuc 3:17-19 (NVI)

Señor, mi Dios, muestra tu amor en medio de los pueblos y de los tiempos, porque Tú, de tal manera nos amaste que has dado a tu Hijo Jesucristo para que todo aquel que en Él deposite toda su fe y confianza pueda ser salvo. Permite que el bello sonido de esta promesa llegue a los oídos de la humanidad, para que todos puedan abrir sus corazones y mentes, y puedan verte con el alma.
Tú, oh Señor eres mi Pastor y nada me falta. Me conduces hacia los verdes prados y allí descanso, sin ningún temor. Me conduces a las aguas tranquilas y en su remanso encuentro la paz. Me infundes todas las fuerzas necesarias para vencer. Por el amor y respeto que te tengo a Ti, me guías por las sendas antiguas por donde anduvieron los grandes hombres y mujeres que trajiste a la tierra mucho antes que yo. ¡Tú eres mi Dios, mi luz y salvación! En Ti pongo toda mi esperanza día y noche.

SEÑOR, Dios y Salvador nuestro, enseñamos a vivir felices y a saber la diferencia entre la felicidad y el éxito, porque la felicidad es apreciar lo que ya hemos conseguido. ¡Éxito es conseguir lo que deseamos en el futuro! Enséñanos a vivir los pocos años de la vida humana dándote las gracias por lo que nos has dado hasta el presente cubriendo nuestra necesidad; porque el futuro está en tus manos y en esa bendita seguridad, descanso. Porque Tú eres mejor que el oro y la plata y eres nuestro refugio de generación en generación. Porque mil años para ti son como el día de ayer que pasó; son como una cuantas horas de la noche. Porque nosotros los mortales somos como la flor de los caminos, que nace por la mañana, alegre y lozana y por la noche ya está marchita y seca. Los seres humanos somos como la nube pasajera y como las hojas de otoño. Enséñanos esta sabiduría en nuestro corto peregrinaje humano, que el único buen negocio que podemos hacer en el transcurso de toda una vida es cambiar lo pasajero por lo eterno.

SEÑOR, escucha mis acciones de gracias y que llegue mi clamor ante tu presencia. Mi alma te alaba; no he olvidado ninguno de tus beneficios. Fui joven y he envejecido; soy testigo de que tú afirmas los pasos de quienes te buscan y te agradan viviendo vidas consagradas a tu Nombre. Te imploro que aun aquellos que no han nacido todavía, Tú lo llames a servir a sus generaciones conforme a tu eterno propósito de que un día todos los pueblos vengan delante de Ti, todas las naciones teman a tu santo Nombre y todos los reyes de la tierra reconozcan definitivamente, oh Dios, que Tú eres el Rey de reyes y Señor de señores. Dice tu Palabra que las naciones que hayan sido salvas andarán bajo tu luz para siempre, ¡SEÑOR, haz que mi Patria Nueva esté allí! Porque tú Señor, reinas para siempre y eres digno de recibir la gloria y el poder. Por eso, te rindo estas acciones de gracias y que te alaben SEÑOR, todas tus obras, ayer, hoy y siempre. ¡Ven, SEÑOR Jesús! Que tu gracia sea con todos nosotros. Amén.

Perla de hoy:
Nuestro futuro -que nadie lo sabe- está en las manos de Dios que todo lo sabe, así que, ¡estamos en buenas manos!
Interacción:
¿Qué me dice Dios hoy por medio de su Palabra?
¿Existe una promesa a la cual pueda aferrarme?
¿Existe una lección por aprender?
¿Existe una bendición para disfrutar?
¿Existe un mandamiento a obedecer?
¿Existe un pecado a evitar?
¿Existe un nuevo pensamiento para llevarlo conmigo?



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