miércoles, 15 de julio de 2020

¿Cuánto vale un misionero? (2-3)

Francisco Aular                                            
faular@hotmail.com
Lectura devocional: Hechos 13:1-12
Pero el Señor le dijo: «Ve, porque he escogido a ese hombre para que hable de mí a la gente de otras naciones, y a sus reyes, y también a los israelitas. Yo le mostraré lo mucho que tiene que sufrir por mi causa.» Hechos 9:15,16 DHH).

La Misión Bautista Emanuel, en sus comienzos, empezó a hacer un paseo anual, -en la fecha patria del 5 de julio- hacia el litoral. Entonces, viajábamos en un autobús alquilado, a un lugar hermoso llamado “Ciudad vacacional de los Caracas”. Aquel 5 de julio de 1964, coincidía con la Reunión Anual de los Misioneros bautistas del sur en Venezuela. Guardo hermosos recuerdos de aquellos días en que era un nuevo convertido y quería conocer mejor a esos misioneros, estadounidenses que había dejado su país para dedicar sus vidas al servicio del SEÑOR, en mi país, Venezuela. Al terminar un tiempo de compañerismo se acercó un hombre joven, y me dijo: “Mi nombre es Roberto Tucker: y soy un tejano que llego para servirle a ustedes aquí en Venezuela con mi familia. Mi piel es diferente a la suya, pero tenemos un mismo corazón para servir al SEÑOR…” ¡Eso es un misionero! 

Gracias al SEÑOR desde 1949, la obra venezolana contó con más de 100 familias estadounidenses cuyo campo de acción fue Venezuela hasta el año 2016. Porque la obra bautista venezolana, está produciendo sus propios misioneros, y ya estamos en varios países… ¡Alabado sea el SEÑOR!

Ahora bien, aquí cabe la pregunta ¿cuánto vale un misionero? ¿Qué precio le podemos poner a esos que abandonando todos los sentimientos por el lugar en donde se ha nacido, se van dispuestos y disponibles a plantar nuevas iglesias en otros lugares? Creo que las palabras de JESÚS, nos ayuda a valorarlos en todo su precio: 
¿Y qué beneficio obtienes si ganas 
el mundo entero, pero pierdes tu propia 
alma? ¿Hay algo que valga más que 
tu alma?” (Marcos 8:36,37 NTV). 
¡En realidad un misionero vale lo que vale un alma para el SEÑOR!

Me llena de entusiasmo lo que DIOS está haciendo en esta hora en varios lugares del mundo. El SEÑOR de los campos blancos que están listos para la siembra abundante, está llamando y enviando, miles de nuevos obreros en esta hora, es secreto es este:
“La mies a la verdad es mucha, más 
los obreros pocos; por tanto, rogad 
al Señor de la mies que envíe 
obreros a sus mies”. 
(Lucas 10:2, RV60)

En consecuencia: ¡Muchísimo vale un misionero! Es la afirmación positiva para que no nos olvidemos de ellos, ni dejemos de orar por ellos, ni tampoco dejar de sostenerlos dignamente en los lugares a donde los enviemos. ¡Demos ofrendas misioneras que den realce a la obra que los misioneros realizan! 

El apoyo financiero de los misioneros que enviamos, es: “Sostener la soga”, como lo dijo el primer misionero de las misiones modernas: William Carey (Inglaterra 1761-1834. En 1773, salió a la India, y por 40 años, sirvió allí. La idea es que, así como los mineros bajan a las profundidades de la tierra, amarrados, en búsqueda del oro; sus compañeros les sostienen la cuerda para que no perezcan en la tarea. ¡Mucho más importante que el oro, es un alma! ¡Debemos buscarlas en donde estén y a cualquier costo! ¡Es ahora o nunca!

En lo personal soy fruto de una pareja de misioneros estadounidense que DIOS envió a Venezuela en noviembre de 1952, hace ya 68 años. En efecto, Charles y Shirley Clark, ministraron en Maracaibo, luego de 10 años allí, se mudaron a Caracas, para pastorear a la Misión Bautista Emanuel. Carlos Clark, predicó su primer sermón aquel mes de agosto de 1963, y yo, fui su primer fruto. Imposible decir, cuánto le agradezco al SEÑOR por la vida, ministerio y ejemplo de mis padres espirituales, Carlos y Shirley Clark. ¡Qué el PADRE me los bendiga y premie en esta hora! Por eso puedo decir, no con una pregunta, sino con una fuerte afirmación: ¡Cuánto vale un misionero! Allí va el poema:

¡Cuánto vale un misionero!
Francisco Aular
(Lucas 10:2)

Se marchó en silencio
buscando el sendero.
Se aferró a su Biblia
y miró hacia el cielo;
dejó a sus hermanos
y un hermoso templo;
algunos oraban,
y otros sollozaban;
mientras él se ausentaba
dejando recuerdos.
La luz de la tarde
proyectó en el suelo,
la silueta de un hombre
valiente y sincero,
que ha dejado todo por ser
Misionero.
Llegó el nuevo día
y el pueblo extranjero
Con su movimiento
de vida y misterios;
Hombres y mujeres
caminaban de prisa
no se dieron cuenta
que al puerto llegaba,
un hombre de lejos,
con Buenas Noticias
para todos ellos.
Y al ver el contraste
de tantos criterios,
medité un momento:
“¡Dios mío, cuánto vale
un misionero!” …
¿Qué dios es tan grande
como nuestro DIOS?
Un avivamiento al pueblo cubrió;
miles se salvaron;
el liderazgo se multiplicó;
Iglesias surgieron;
templos se erigieron
honrando al SEÑOR.
Más la iglesia misionera
que aquel hombre envió,
mantuvo la cuerda,
orando y dando
como nunca dio;
pero algunos dudaban…
y al ver el contraste 
de tantos criterios
medité un momento
“¡DIOS mío, cuánto vale
un misionero!” …
En las largas noches
del helado invierno;
o en las cortas noches
del verano nuevo;
de aquel misionero
yo siempre me acuerdo.
¿Tendrá su familia,
protección por cierto?
Y me asalta nuevamente
Este pensamiento:
“¡DIOS mío, cuánto vale
un misionero!” …
Francisco Aular
Toronto, 1997
De “Primicias del alma”
Perla de hoy
Nacer de nuevo en CRISTO, nos hace un cristiano nacido de nuevo; obedecer la Gran Comisión, nos hace un misionero.
Interacción:
¿Qué me dice DIOS hoy por medio de su Palabra? 
¿Existe alguna promesa a la cual pueda aferrarme?
¿Existe alguna lección por aprender?
¿Existe alguna bendición para disfrutar?
¿Existe algún mandamiento a obedecer?
¿Existe algún pecado a evitar?
¿Existe algún pensamiento para llevarlo conmigo?

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