jueves, 20 de septiembre de 2018

El triunfo de la esperanza

Francisco Aular
perlasdelalma@gmail.com
Lectura devocional: Colosenses 1:24-29
Es Cristo en vosotros la esperanza de gloria. Colosenses 1:27b. (RV60)

El cristiano que ha depositado en JESÚS su única esperanza de salvación, no marcha hacia la muerte, sino a la vida. La esperanza tiene una propiedad purificadora, porque mediante ella aprendemos, no sólo a existir, sino a vivir; no sólo a gustar, sino a saborear; no sólo a tocar, sino a sentir; no sólo a mirar, sino a observar; no sólo a oír, sino a escuchar; no sólo a escuchar, sino a entender; no sólo a pensar, sino a investigar; no sólo a hablar, sino a producir. Como consecuencia, la noche, el frío y la escarcha nunca se ponen sobre nuestra esperanza. ¡Eso sí!, como todos los dones y virtudes de Dios en nosotros, estos son usados y desarrollados de dentro hacia afuera, Dios nos los dio y es nuestra responsabilidad usarlos.

Lo peor que le puede suceder a cualquier ser humano es la muerte, pero, el verdadero hijo de Dios tiene la esperanza de la resurrección. El cristiano nacido de nuevo es realista y ve este mundo y sus millones de habitantes tal y como JESÚS los ve, necesitados de amor, fe y esperanza. Cuando los seres humanos se sienten sin esta esperanza, les aterra morir. Algo les dice que no están preparados para morir, pero el cristiano nacido de nuevo no cambiará nunca lo temporal por lo eterno, tampoco, anhela quedarse en este mundo imperfecto porque Dios ha puesto en su corazón que existe un lugar mejor para él: No se angustien. Confíen en Dios, y confíen también en mí. En el hogar de mi Padre hay muchas viviendas; si no fuera así, ya se lo habría dicho a ustedes. Voy a prepararles un lugar. Y si me voy y se lo preparo, vendré para llevármelos conmigo. Así ustedes estarán donde yo esté (Juan 14:1-3; NVI).

Por eso,  la tumba no es el final para el que ha puesto su esperanza en JESÚS, como no lo fue para Él. ¡Este es el pensamiento que cubre todo el Nuevo Testamento! Aparte de la gran lección que encierra la vida humana de JESÚS, desde su encarnación hasta el triunfo de su resurrección, está también la esperanza con que se lanzaron a la conquista de un mundo adverso al Mensaje de la cruz, sus primeros discípulos, los apóstoles. En efecto, los apóstoles temerosos el día de la crucifixión, mantuvieron un bajo perfil, de repente, vieron a JESÚS resucitado. La fe de aquellos hombres y mujeres que caminaron y comieron en compañía de JESÚS viviente se fortalece, y desde entonces, nada ni nadie, los pudo detener. Unido a todo esto, está la esperanza de la Segunda Venida de JESÚS, mientras tanto, alienta saber que JESÚS ya vive por la fe en todo hijo de Dios. El saberlo lo llena de esperanza.

Por consiguiente, la Biblia dice: Es Cristo en vosotros la esperanza de gloria (Colosenses 1:27b.). Siendo así, no existe desesperación humana, por grande que parezca, que el verdadero discípulo del Señor no encuentre que su esperanza triunfe sobre ella. No existe dolor humano que no se redima por el triunfo de la esperanza. No existe pecado tenebroso o sutil que no sea al final vencido por el triunfo de la esperanza. No existe tormenta por fuerte y oscura que sea, que impida que nos orientemos por el triunfo de la esperanza como un faro luminoso al final del camino. ¡No hay lugar para la derrota, sino para el triunfo!

Hubo en el Antiguo Testamento, un profeta que era poeta, el escribió una de las oraciones más hermosas que tenemos en  la Palabra Dios. El profeta le cantó al triunfo de la esperanza:
Aunque la higuera no dé renuevos, ni haya frutos en las vides; aunque falle la cosecha del olivo, y los campos no produzcan alimentos;  aunque en el aprisco no haya ovejas, ni ganado alguno en los establos; aun así, yo me regocijaré en el Señor, ¡me alegraré en Dios, mi libertador! El Señor omnipotente es mi fuerza; da a mis pies la ligereza de una gacela (Habacuc 3:17-19). Sí, el profeta le cantó al triunfo de la esperanza.

Oración:
PADRE ETERNO,
Ayúdame a cantar como el himnólogo:
“Oí bendita historia,
De Jesús quien de su gloria,
Al Calvario decidió venir
Para salvarme a mí.
Su sangre derramada
Se aplicó feliz a mi alma
Me dio victoria sin igual
Cuando me arrepentí.
Coro:
Ya tengo la victoria
Pues Cristo me salva

Buscóme y compróme
Con su divino amor.

Me imparte de su gloria,

Su paz inunda mi alma;

Victoria me concedió

Cuando por mí murió.”
(Victoria en Cristo, #466, CBP,1994)
Perla de hoy:
La esperanza en sí es medicina para nuestro ser, ¡usémosla!
Interacción:
¿Qué me dice Dios hoy por medio de su Palabra?
¿Existe alguna promesa a la cual pueda aferrarme?
¿Existe alguna lección por aprender?
¿Existe alguna bendición para disfrutar?
¿Existe algún mandamiento por obedecer?
¿Existe algún pecado por evitar?
¿Existe algún pensamiento para llevarlo conmigo? 

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