martes, 13 de marzo de 2018

Juventud divino tesoro

Francisco Aular
Lectura devocional: Eclesiastés 12:1-8
Acuérdate de tu Creador en los días de tu juventud, antes que lleguen los días malos y vengan los años en que digas: “No encuentro en ellos placer alguno”. Eclesiastés 12:1 (NVI)

Se dice que un gran rey de Persia llevaba siempre consigo en sus excursiones alrededor de Ispahán, capital de su Estado, a su tesorero con el fin de premiar las acciones virtuosas que presenciase. “¿Qué hacéis buen anciano?”, dijo a uno que estaba plantando árboles, “planto nogales, ¡oh rey de reyes!”, contestó, a esa respuesta, el rey le dijo, ¿y” para qué plantáis nogales cuyo fruto no alcanzaréis a comer?” La respuesta del anciano fue “para pagar mi deuda con los que plantaron aquéllos, cuyo fruto gusté en mi juventud”. El rey lo declaró acreedor de su premio.
La juventud es una de las más bellas estaciones de la vida humana. Es una etapa puesta por el Creador, delante del ser humano, con todas sus ricas posibilidades. Sin duda, lo que compone nuestra vida terrenal: la salud,  la inteligencia, el ambiente familiar, y otros más, son repartidos entre todos los humanos. La gente habla de la suerte o “buena estrella”, no creo que esa sea la explicación, porque los seres humanos somos parte de un propósito divino. Nadie nació por casualidad. Tenemos un Creador y Él, soberanamente, distribuye habilidades y dones, pero deja a cada uno la libertad de usarlos como mejor se crea. Así que cuando llegamos a este mundo, muchas de las cosas que disfrutamos, ya estaban aquí. La vida está delante de nosotros, así como el desafío para el cual nacimos. Es paradójico que el ser humano haga sus grandes decisiones en la época en que menos experiencias tiene frente a la vida. Cada joven es como la flor que nació durante la noche, al ver salir el sol empieza su andar rápido, porque pronto llegará el atardecer. Por eso, toda juventud es inquieta y soñadora.
¡Pobre de la nación cuyos jóvenes han perdido todas sus esperanzas, y ya no sueñan! Muy sufrida será la sociedad cuyos jóvenes se desvían hacia la maldad y la vagancia, esos son jóvenes ¡sin juventud! Por lo general, los jóvenes tienen una inclinación natural hacia la justicia y un impulso a lograr lo mejor en la vida en beneficio de otros y de sí mismos; dispuestos a mirar al frente y no hacia atrás; se pudiera decir que sólo existe juventud en los que persiguen con entusiasmo un ideal, una bandera, un credo y una canción para cantar. ¡Esto lo saben muy bien los políticos, y por eso corren a involucrarlos en sus actividades!
Cuando llegamos a Canadá –hace veinte años- era nuestra costumbre ir juntos como familia, a todas partes -Mary y yo, y nuestros cuatro hijos jovencitos-, al entrar a algún lugar, la gente se volteaba para vernos y nos sonreía. Después nos dimos cuenta que este es un país de ancianos, es la inmigración que impedirá que se ponga viejo. ¡Un país sin niños y sin juventud es un país triste, por muy rico que sea! Podemos decir como el poeta Rubén Darío: “¡Juventud divino tesoro; ya te vas para no volver!, cuando quiero llorar no lloro, y a veces lloro sin querer”. Sin embargo, José Ingenieros afirmaba:No se nace joven, hay que adquirir la juventud. Y sin un ideal, no se adquiere.
Admiro en gran manera a los educadores, y más, los que a veces nos son bien remunerados en nuestras naciones, y sin embargo, les confiamos lo más grande que tenemos, la niñez y la juventud. ¡Todos nosotros somos frutos de un buen educador que un día, tal vez, nada más con una palabra o un simple gesto nos marcó! Cuanto más puede dar un educador cristiano nacido de nuevo, al invertirse al educar a la juventud.
Sin embargo, no debemos olvidarnos de Dios, nuestro Creador en nuestra juventud. ¿Por qué es necesario acordarse de nuestro Creador mientras somos jóvenes? Porque es el momento en que todos nuestros ideales, nuestro anhelo de justicia, y nuestras fuerzas físicas están intactas. Los sentimientos nobles y cálidos no han sido ahogados por el materialismo, ni cualquier otros “ismo” que abunda en nuestros días, ni tampoco ha caído en el relajamiento de los valores sembrados en la familia. El entusiasmo, la espontaneidad y el sincero anhelo de darse para lo mejor y lo grande, favorecen el contacto con Dios, y nos dan un propósito y sentido a la vida.
Hice mi decisión de aceptar a JESÚS como mi Señor y Salvador, al borde de mis 18 años. ¡Hace 55 años! ¡He experimentado el cristianismo, he nacido de nuevo, y sé que funciona! Si eres joven o no, todavía tienes tiempo. Por eso, te pido que no postergues más esta decisión, entrégate a JESÚS, dale todo tu corazón, hazlo, ¡tu pasión y triunfo! Y con todo ello, serás parte de la juventud divino tesoro.
Oración:
Padre eterno:
Ahora entiendo que tú me amas y que desde antes de la creación del mundo, tú quisiste que yo fuera parte de tu familia. Señor, con humildad te pido: ¡Ayúdame a ser como tú! En el nombre de JESÚS. Amén.
Perla de hoy:
A JESÚS es lo único que tendremos al final de nuestra vida ¿Por qué no hacerlo nuestro compañero de viaje desde ahora?
Interacción:
¿Qué me dice Dios hoy por medio de su Palabra?
¿Existe alguna promesa a la cual pueda aferrarme?
¿Existe alguna lección por aprender?
¿Existe alguna bendición para disfrutar?
¿Existe algún mandamiento por obedecer?
¿Existe algún pecado por evitar?
¿Existe algún pensamiento para llevarlo conmigo?

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