miércoles, 29 de noviembre de 2017

Enseñar y guiar

Francisco Aular
Lectura devocional: Salmo 119:33-40
Enséñame tus decretos, oh SEÑOR; los cumpliré hasta el fin (…) hazme andar por el camino de tus mandatos, porque allí es donde encuentro felicidad. Salmo 119:33,35 (NTV)

El salmista nos dice, a través de este texto, que la Biblia nos transforma.
Les cuento que muy cerca de donde escribo estas reflexiones, cerca de mi oficina en el templo, existe un cementerio –muy hermoso por cierto-, sólo camino unos pasos y lo atravieso. La cultura bíblica, sobre cuyos fundamentos se forjó la nación canadiense, hizo posible que los cementerios estuvieran alrededor de los templos cristianos, porque los creyentes querían estar cerca de sus iglesias, aun después de muertos para cuando el SEÑOR regrese, levantarse de sus tumbas juntamente con sus otros hermanos en la fe para irse al cielo a morar para siempre con sus cuerpos glorificados. ¡Aleluya! Cuando camino por ese cementerio, me doy cuenta de que mucha de la riqueza y la sabiduría de este mundo está allí, porque yacen personas que fueron ricas, gente de distintas profesiones y vocaciones; percibo, que sus familiares les han puesto en sus placas, que dejaron tras sí un hermoso legado; entonces, me vienen a la mente pensamientos sobre la brevedad de nuestra vida aquí en la tierra, y la eternidad e inmutabilidad de Dios.
En efecto, comparado con la grandeza divina, nuestro breve paso por este mundo es simplemente como el día de ayer que ya pasó; como el torrente del Niágara que cae a 800 toneladas por segundo; como un sueño del cual nos despertamos de repente y nos parece que no dormimos lo suficiente; como la hierba y las flores del camino real; como un pensamiento; como una sombra; como la nube y el humo.  Pienso, al salir del cementerio, que un día estaré allí. ¡Dentro de pocos años, todos mis problemas y mis preocupaciones no me inquietarán más!, y si todavía no estoy allí es porque el SEÑOR me necesita de este lado, sin embargo, no me gustaría vivir en vano lo que me resta de tiempo aquí. Por lo tanto, con la misma Escritura me respondo: “Enséñame tus decretos, Oh SEÑOR; los cumpliré hasta el fin”. Entusiasmado, regreso a mi oficina y sigo el consejo de Salomón: “Todo lo que hagas, hazlo bien, pues cuando vayas a la tumba, no habrá trabajo ni proyectos ni conocimiento ni sabiduría” (Eclesiastés 9:10 NTV).
Todos en esta vida necesitamos, urgentemente ser transformados, enseñados y guiados por un poder divino, que estaba aquí cuando llegamos a esta tierra y que seguirá aquí después que nosotros salgamos de ella. Por eso, si Dios es quien dice ser y puede hacer lo que Él dice que puede hacer, entonces, Él tendría que habernos dejado un manual de conducta que nos enseñara y guiara en la brevedad de nuestro paso por esta vida. Sí, ese Libro existe y es la Biblia.
Pues bien, la Palabra de Dios nos enseña (v.33); nos hace entender y a obedecer a Dios (v.34); nos hace andar por los caminos de Dios, y nos hace felices (v.35); la Biblia nos da entusiasmo para adquirir la sabiduría divina, en vez de llenarnos de cosas materiales que algún día dejaremos atrás (v.36); la Biblia nos aparta de pensar, decir y hacer cosas inútiles y nos da vida en abundancia para poder repartirla a otros (v.37); la Biblia nos confirma cada día que sus verdades, valores y principios son eternos y sabios, y sus promesas son verdaderas (v.38); la Biblia nos ayuda a entender que las pruebas, tribulaciones y problemas son parte del plan de Dios para enseñarnos que la vida aquí, en el “más acá” es tan sólo un lugar de entrenamiento para nuestra vida al lado de nuestro Dios, en el más allá (v.39); por ello, la Biblia nos enseña y guía: “Enséñame tus decretos, oh SEÑOR; los cumpliré hasta el fin (…) hazme andar por el camino de tus mandatos, porque allí es donde encuentro felicidad” (Salmo 119: 33,35 NTV).
Oración:
Amado Padre Celestial:
¡Gracias Señor por la Biblia que me has dado que me enseña y guía hacia ti! Tu Palabra es una Palaba viva; tu Palabra es una Palabra que nos enseña a vivir para lo grande, lo noble y lo puro; Tú Palabra está viva y activa en mí. Ayúdame a oírla, leerla, estudiarla, memorizarla, meditar y aplicarla. En el nombre de JESÚS. Amén.
Perla de hoy:
La Biblia habla, nos enseña y guía.
Interacción:
¿Qué me dice Dios hoy por medio de su Palabra?
¿Existe alguna promesa a la cual pueda aferrarme?
¿Existe alguna lección por aprender?
¿Existe alguna bendición para disfrutar?
¿Existe algún mandamiento por obedecer?
¿Existe algún pecado por evitar?
¿Existe algún pensamiento para llevarlo conmigo? 

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