viernes, 10 de noviembre de 2017

El desafío a la oración

Lectura devocional: Deuteronomio 4:15-29    
De hecho, JESÚS viene a nuestro rescate, porque el poder de la oración no radica en las palabras del orante, sino en el poder de Aquel que escucha. La oración es el desafío que Dios mismo nos hace para que mantengamos con Él un diálogo íntimo que se traduce en una comunión, una amistad que permita al ser humano tener acceso directo a la omnipotencia divina: “Clama a mí, y yo te responderé, y te enseñaré cosas grandes y ocultas que tú no conoces” (Jeremías 33:3; RV60). Carlos Spurgeon, el gran predicador inglés del siglo pasado, dio una definición sobre la oración que es una de mis favoritas: ”La oración es el delgado nervio que mueve los músculo de la omnipotencia.”. ¡Imagínese usted qué gran privilegio y responsabilidad tenemos al orar y al desafiar a otros a hacerlo! De ese mismo parecer fue E.M.Bounds, escritor estadounidense de libros clásicos sobre la oración cristiana que han hecho impacto en muchas vidas: “La oración es el contacto del alma viviente con Dios. En la oración, Dios se inclina para tocar suavemente al hombre, para bendecirlo e incluir todo lo que Él pueda planear o el ser humano pueda necesitar.”.
El Señor JESÚS oró y desafió a la oración a sus discípulos. Él dio varias razones por las cuales debemos hacerlo, especialmente cuando nuestra fe es vacilante para enfrentar y vencer la oposición diabólica:
 “—Esta clase de demonios sólo puede ser expulsada a fuerza de oración—respondió Jesús” (Marcos 9:29; NVI); también pidió que oráramos para estar firmes en la fe hasta cuando Él regrese: “Velad, pues, en todo tiempo orando que seáis tenidos por dignos de escapar de todas estas cosas que vendrán, y de estar en pie delante del Hijo del Hombre.” (Lucas 21:36; RV60); que oráramos para que sean suplidas todas nuestras necesidades, de cualquier naturaleza -no los deseos-: “Y todo lo que pidiereis en oración, creyendo, lo recibiréis” (Mateo 21:22; RV60); para que surjan nuevos misioneros y evangelizadores para la gran cosecha de un mundo hambriento de Dios: “La cosecha es abundante, pero son pocos los obreros —les dijo a sus discípulos—.Pídanle, por tanto, al Señor de la cosecha que envíe obreros a su campo” (Mateo 9:37,38; NVI); igualmente JESÚS, a través de varias ilustraciones o parábolas, resaltó la importancia y necesidad de la oración: las diez vírgenes (Mateo 25); el viajero inoportuno (Lucas 11:5-10) y entre otras, el juez injusto (Lucas 18:1-8).
Ahora bien, si alguien duda de la necesidad y de la eficacia de la oración le bastaría con recordar que todos los grandes acontecimientos en la Biblia están marcados por períodos previos de oración. Esto era así, tanto en el pueblo judío del Antiguo Testamento como en el cristianismo del primer siglo del Nuevo Testamento. La Escritura Sagrada es abundante en ejemplo y en citas al respecto. Recordemos que la oración es ante todo, un desafío que Dios nos hace, y Él allí, nos espera.
En efecto, la historia del cristianismo nos dice que Dios conmovió y transformó naciones enteras, utilizando a los cristianos, llenos del poder del Espíritu Santo, con vidas de oración, evangelizadores y discipuladores. Hoy como ayer, Dios nos desafía que lo busquemos mientras lo podamos hallar: “Sin embargo, desde allí, buscarán nuevamente al Señor su Dios. Y si lo buscan con todo el corazón y con toda el alma, lo encontrarán.” (Deuteronomio 4:29,NTV).
La Biblia y la oración nos retratan como somos fuertes para lo temporal y débil para lo eterno. Recordemos que la oración es ante todo, un desafío a la verdadera comunión entre lo eterno y lo temporal: “Si ustedes permanecen en mí y mis palabras permanecen en ustedes, pueden pedir lo que quieran, ¡y les será concedido!” (Juan 15:7, NTV).
¡Cómo cambian las cosas cuando acepto el desafío de Dios para tener comunión con Él en oración! Pasar una hora en Su presencia y en la comunión con Él, es poder para nuestro espíritu, gozo para nuestra alma y sanidad para nuestro cuerpo. ¡Las pesadas cargas de nuestros hombros caen, cuando Dios refresca nuestra alma con una lluvia de amor y de esperanza! Caemos sobre nuestras rodillas y sentimos Sus manos sobre nosotros. Al levantarnos, una frescura se derrama en nuestro ser como el rocío sobre las flores del desierto. Por eso en lo personal, acepto el desafío a la oración.
Oración:
Padre nuestro:
¡Gracias Señor por desafiarme a buscarte con todo mi corazón! Ayúdame Señor a prevalecer delante de ti, y dame fuerzas para ayudar a otros. En el nombre de JESÚS. Amén.
¡Qué gran poder existe al aferrarme a las promesas de Dios y orar!
Interacción:
¿Qué me dice Dios hoy por medio de su Palabra?
¿Existe alguna promesa a la cual pueda aferrarme?
¿Existe alguna lección por aprender?
¿Existe alguna bendición para disfrutar?
¿Existe algún mandamiento por obedecer?
¿Existe algún pecado por evitar?
¿Existe algún pensamiento para llevarlo conmigo?

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