viernes, 17 de febrero de 2017

La naturaleza del amor

Francisco Aular
faular @hotmail.com
Lectura devocional: 1 Corintios 13:1-8
El amor… no se enoja fácilmente, no guarda rencor. 
1 Corintios 13:4a, 5b (NVI)

El psicólogo, sociólogo y filósofo alemán -quien fue estudioso del tema del amor- Erich Fromm dijo: “El amor infantil sigue el principio: Amo porque me aman. El amor maduro obedece al principio: Me aman porque amo. El amor inmaduro dice: Te amo porque te necesito. El amor maduro, dice: Te necesito porque te amo”.
Este gran científico del mundo secular vio las diferentes clases de amor. A nosotros se nos dificulta ver las diferentes clases del amor porque, instrumentalmente, en castellano la palabra amor la utilizamos instintivamente. Por eso  en castellano un hombre puede decir: “Amo a Dios, amo a mi esposa y amo al carnaval de Brasil”. Y con una sola palabra, hace toda una ensalada… En el griego diría, amo (“ágape” a Dios, en realidad este es el amor con el cual Dios nos ama y nosotros debemos amarlo a Él); (“fileo”  a mi esposa, este es el amor que uno siente en razón de la filiación) y amo al carnaval de Brasil; (“éros” este es el amor pasional, sexual, intenso pero pasajero) ¡Sería todo un contrasentido para un cristiano, porque “éros” no es palabra que se utiliza en el Nuevo Testamento! Tomando como base lo que afirmó Pablo a la iglesia de Tesalónica: “Y el mismo Dios de paz os santifique por completo; y todo vuestro ser, espíritu, alma y cuerpo, sea guardado irreprensible para la venida de nuestro Señor Jesucristo” (1 Tesalonicenses 5:23 RV60). Me atrevería a decir: “ágape” es el amor del espíritu; “fileo” es el amor del alma; “éros” es el amor que busca satisfacer al cuerpo, sin frenos del alma ni del espíritu, mucho menos de Dios.
Muy distante de este amor meramente carnal, el gran apóstol Pablo personaliza al amor de Dios obrando en nosotros por el poder del Espíritu Santo, y nos habla de su carácter, es decir su marca: “no se enoja fácilmente, no guarda rencor”.  Debo decirlo, no es asunto de que no se enoje nunca, pues el Apóstol a los cristianos de Éfeso, les dice: Airaos, pero no pequéis; no se ponga el sol sobre vuestro enojo, ni deis lugar al diablo” (Efesios 4:26-27 RV60). Creo que hay momentos en nuestras vidas, cuando la injusticia y las circunstancias tocan nuestros valores cristianos, y en ese momento, debemos manifestar nuestro desacuerdo. Callar es ser cómplices. Pero eso sí, ¡no debemos perder la cabeza! El amor no se inflama por la ira, y mucho menos, permanece allí. Nuestro descontento, en un momento dado, ataca el problema pero no a la gente. La irritación, la ira descontrolada, al final es una señal de nuestra derrota y no de nuestra victoria. Además de todo esto, pudiéramos añadir: el que controla su genio y su lengua, será capaz de controlar cualquier situación.
El amor “no guarda rencor”. La palabra griega para “guardar”, es “loguízesthai” que significa “almacenar”. Es también un término contable para anotar las cuentas por cobrar…Imagínese a usted viajando por la vida, llevando su libro de notas de cuentas por cobrar. Allí ha ido anotando como algunos dicen:-las injusticias de la vida con usted-. Usted recuerda esas cosas injustas que la gente le ha hecho, a veces de años, y usted las saca y llora de ira e impotencia. Algunos que le ofendieron ya murieron y otros viven felices…para decirlo sinceramente, ni se acuerdan de usted. Pero usted esta preso por el rencor y la ira.
Una vez vino un anciano a consultarme. Él era un excelente hombre de Dios, pero en su tiempo de padre de cuatro hijos pequeños fue muy duro con ellos, y él admitió delante de mí que ciertamente había sido demasiado severo con sus hijos. Su hijo menor estaba casado pero no se relacionaba bien con su esposa e hijos, entonces, fue a un psicólogo, y le consultó sobre su ira y sus rencores con su padre. El psicólogo le aconsejó que encontrara un árbol y que se imaginara que era su padre, y que azotara a aquel árbol, y después fuera a su padre (debo decir que el hijo menor de aquel anciano tendría unos cuarenta y cinco años). El hombre le hizo caso al psicólogo, le dio la paliza al árbol y después fue a visitar a aquel anciano de ochenta y cinco años, y era viudo. La alegría que siempre acompañaba la visita de aquel hijo, se convirtió en tristeza, al decirle todo aquello y dejarlo. El anciano había llorado toda la noche. Como resultado de la consulta conmigo, resolvimos que iríamos juntos a la casa de su hijo. Llegamos, y al vernos nos atendió con mucha amabilidad. Le dije el propósito de la visita. Su padre venía conmigo a pedirle perdón. Le pedí que por favor no sacara su cuaderno mental en que tenía anotado todas las injusticias de su padre. No valía la pena, no servía para nada. Porque veníamos para borrar para siempre, el dolor de los recuerdos y el librarse de los verdugos del rencor. Leímos la Palabra, y oramos. El anciano le pidió perdón a su hijo, y su hijo lo perdonó. Los tres lloramos, y su nuera y sus nietos se unieron en aquella inolvidable escena de amor y perdón. Después pude contemplar por mucho tiempo los rostros felices de aquella familia que se sentaban juntos, cada domingo en la iglesia. Años después, dirigí las honras fúnebres en el entierro del anciano. Su hijo menor, pidió la palabra para decir algo. Sus palabras resonaron en el ambiente: “¡Papá: perdí mucho tiempo odiándote… gracias por hacerme libre!” Es posible que mucha gente, no entendiera aquella escena, pero yo sonreí al ver en acción la naturaleza del amor.
Oración:
Padre nuestro, justo y misericordioso:
¡Alabado sea tu Nombre! ¿Quién como tú? Delante de ti, la nación más poderosa del mundo, es como una gota de agua que cae del cubo. Vendrá el día de tu ira santa sobre un mundo que te ha dado la espalda; pero ahora me extiendes tu invitación amorosa para ser tu hijo; me arrepiento de mi pecado, me perdonas y pones sobre mí, el sello de tu propiedad y ahora mi destino es tu reino y tu cielo para siempre. Ayúdame a llevar, practicar y vivir esta nueva vida a un mundo en crisis, en esta hora y siempre. En el nombre de JESÚS. Amén
Perla de hoy:
Olvidar las ofensas que se nos han hecho en el pasado comienza con el amor y el perdón.
Interacción:
¿Qué me dice Dios hoy por medio de su Palabra?
¿Existe alguna promesa a la cual pueda aferrarme?
¿Existe alguna lección por aprender?
¿Existe alguna bendición para disfrutar?
¿Existe algún mandamiento por obedecer?
¿Existe algún pecado por evitar?
¿Existe un algún pensamiento para llevarlo conmigo? 

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