martes, 21 de febrero de 2017

El disfraz del carnaval

Francisco Aular
Lectura devocional: Santiago 4:1-7
Acérquense a Dios, y él se acercará a ustedes. ¡Pecadores, límpiense las manos! ¡Ustedes los inconstantes, purifiquen su corazón! Reconozcan sus miserias, lloren y laméntense. Que su risa se convierta en llanto, y su alegría en tristeza. Humíllense delante del Señor, y él los exaltará. Santiago 4:8-10 (NVI)

En estos días, -mayormente en los países de tradición católico romana- se celebra el carnaval, y esto precediendo la cuaresma. El carnaval es hijo de las antiguas fiestas de la carne, de las saturnalias y las bacanales, celebradas por los griegos y también por los romanos. Esta fiesta es tan antigua como la misma caída del ser humano de la obediencia a su Dios Creador. El ser humano no contento con haberle fallado a Dios, deshizo su amistad con Él. En vez de ser un socio de Dios para gobernar el mundo, el ser humano decidió egoístamente hacer las cosas a su manera. ¿Cuál fue el resultado de esa decisión? La muerte espiritual del ser humano, es decir, su separación de Dios. Esto trajo como consecuencia que el cuerpo del ser humano fuera totalmente invadido por una naturaleza pecaminosa, incapaz de buscar a Dios y arrepentirse. Aunque el cuerpo en sí no es malo, sí es débil y susceptible, lo que el apóstol Pablo va llamar carne o vieja naturaleza: “Ahora, pues, ninguna condenación hay para lo que están en Cristo Jesús, los que no andan conforme a la carne, sino conforme al Espíritu (…) Porque los que son de la carne piensan en las cosas de la carne; pero los que son del Espíritu, en las cosas del Espíritu. Porque el ocuparse de la carne es muerte, pero el ocuparse del Espíritu es vida y paz. Y lo que viven según la carne no pueden agradar a Dios”  (Romanos 8:1, 5, 6,8 RV60).
Así, puede decirse que el carnaval es dar rienda suelta a la carne con todos sus deseos y pasiones contrarias a Dios. Es la religión de la antigua Babilonia, la gran ramera, la cual ya está condenada hacia el final de la historia de la humanidad como nos lo revela el Apocalipsis:
“Gritó a gran voz: “¡Ha caído! ¡Ha caído la gran Babilonia! Se ha convertido en morada de demonios y en guarida de todo espíritu maligno, en nido de toda ave impura y detestable. Porque todas las naciones han bebido el excitante vino de su adulterio; los reyes de la tierra cometieron adulterio con ella, y los comerciantes de la tierra se enriquecieron a costa de lo que ella despilfarraba en sus lujos.” Luego oí otra voz del cielo que decía: “Salgan de ella, pueblo mío, para que no sean cómplices de sus pecados, ni los alcance ninguna de sus plagas; pues sus pecados se han amontonado hasta el cielo, y de sus injusticias se ha acordado Dios” (Apocalipsis 18:2-5 NVI).
Ciertametne, el cristianismo enfrentó con relativo éxito algunas fiestas paganas y las hizo cristianas, tal y como la Navidad, que hoy es una fiesta que no encontraría mayor oposición bíblica. Sin embargo, el cristianismo religioso frente al carnaval, la fiesta de la carne, no ha podido hacer mucho, hasta que la persona llegue al conocimiento de la Palabra de Dios, nazca de nuevo y sea dócil a la dirección del Espíritu Santo.
Como toda fiesta surgida desde Babilonia en la historia de la humanidad, el carnaval se disfraza de felicidad e inocencia, pero de todas maneras, como el dolor de un payaso va debajo de la máscara, como lo expresara ese gran poeta mexicano: Juan de Dios Peza (1852-1910), en su profundo poema Reír llorando:
El carnaval del mundo engaña tanto,
que las vidas son breves mascaradas;
aquí aprendemos a reír con llanto
y también a llorar con carcajadas.
¿Puede un cristiano nacido de nuevo celebrar el carnaval? Somos libres para hacer lo que queramos, pero será mejor oír la Palabra de Dios: “Salgan de ella, pueblo mío, para que no sean cómplices de sus pecados, ni los alcance ninguna de sus plagas” (Apocalipsis 18:5). No conozco una celebración pagana que tanto dañe el espíritu, el alma y el cuerpo como el carnaval. Sigamos el consejo del apóstol: Humíllense delante del Señor, y él los exaltará. Si hemos nacido de nuevo y salido de las tinieblas, no le hagamos caso al disfraz del carnaval.
Oración:
Padre eterno. ¡Gracias por buscarme y no cansarte de extender tu misericordia hacia mí! Me sacaste hace muchos años de estas celebraciones que me alejaban de ti, pero con tus lazos de amor santo me trajiste a tu verdad. Gracias. En el nombre de JESÚS, amén.
Perla de hoy:
Sigue la Palabra de Dios cuyo rostro es verdadero y  no tiene máscara.
Interacción:
¿Qué me dice Dios hoy por medio de su Palabra?
¿Existe alguna promesa a la cual pueda aferrarme?
¿Existe alguna lección por aprender?
¿Existe alguna bendición para disfrutar?
¿Existe algún mandamiento por obedecer?
¿Existe algún pecado por evitar?
¿Existe algún pensamiento para llevarlo conmigo?

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