jueves, 31 de marzo de 2016

¡Adiós Roberta!

Francisco Aular
Lectura devocional: Proverbios 27:8-10
Pero tú, Daniel, cierra las palabras y sella el libro hasta el tiempo del fin. Muchos correrán de aquí para allá, y la ciencia se aumentará. Daniel 12:4 (RV60)

¿Qué ha hecho la ciencia y la tecnología por nosotros?
La respuesta es mucho, pero me temo que ha roto lo más importante en el ser humano: Su relaciones con otros. Aquí va un ejemplo de ello. En la ciudad de Toronto, donde vivo, el invierno arrecia entre enero y febrero, así que en una mañana de enero de 1991, había caído nieve en abundancia; aquel era mi primer invierno en Toronto, y mi familia y yo lo disfrutábamos.
Caminé hacia la entidad bancaria más cercana, para abrir mi cuenta personal; mis pasos eran cuidadosos para no resbalar en algunos lugares del trayecto, que en vez de nieve, tenían hielo, el viento frío era como el filo de una hojilla en mi cara, y casi traspasaba todo mi vestuario de invierno, pero mi marcha era lenta y temblorosa, no sólo por el frío, la nieve y el hielo, sino por el miedo a que mi escaso inglés me sirviera para dar todos los detalles necesarios para abrir una nueva cuenta bancaria.
Por fin, llegué, enseguida me dirigí a una de las ventanillas de la agencia, allí estaba ella, con una sonrisa maravillosa, como diciéndome bienvenido, medía como un metro ochenta centímetros, tenía una blusa roja y falda azul, sus cabellos rubios caían sobre sus hombros formando un arco detrás de su rostro, sus ojos eran tan azules, como las aguas del Lake Louise en Alberta. Me dijo en su perfecto inglés (traduzco): “mi nombre es Roberta Hutchinson”, yo me presenté advirtiéndole, lo que ella notaría, que mi inglés era muy pobre; le dije de donde era, y ella respondió: “Ah, del país de las mises y de la isla de Margarita”, eso lo entendí y me dio ánimo para seguir conversando.
Roberta me habló despacio, y así llenamos todas las preguntas del cuestionario, me dio una libreta, una chequera y las instrucciones de cómo usarlas; salí.
Lo que Roberta no sabía, ni yo tampoco era que por siete largos años, llegaríamos a una verdadera amistad comercial y humana. Era como un juego que teníamos cada vez que iba al banco, otras ventanillas podían estar abiertas pero ella me hacia una señal y yo me dirigía a la de ella; me orientaba al revisar los estados de cuenta y corregía cuando algo no le gustaba; sus consejos, como mi asesora voluntaria en el manejo de mi cuenta, yo los seguía al pie de la letra. Roberta conoció a Mary, mi esposa y a los cuatro muchachos nuestros, que llegaron a ser parte de la conversación: “¿Cómo le va a Daniel en su nuevo trabajo? ¿Cómo estuvo el matrimonio de Mary Ruth y César? ¿Dejará Mary Ruth la Universidad o seguirá estudiando?”.
Cuando regresábamos de un viaje a Venezuela, nosotros le traíamos algunos de esos regalitos de recuerdo, y ella nos decía que los coleccionaba. Nuestra amistad creció y a medida que nuestro inglés mejoraba, podíamos llegar más lejos en nuestras conversaciones, por eso supe que su esposo y ella, tenían planes para la jubilación, que sería en un par de años.
Un día descubrí al entrar al banco que estaban haciendo un par de huecos grandes en la pared de la entrada, allí pusieron dos máquinas. A la semana siguiente, un hombre de seguridad se me acercó, mientras hacía la fila en donde estaba nuestra amiga Roberta, el hombre me dijo: “Desde la próxima semana, todas las gestiones de rutina tendrá que hacerla por el cajero automático”. Nunca olvidaré la mirada que me hizo Roberta, ella sabía lo que el hombre estaba diciéndome. Hubo un silencio inusual aquella mañana entre Roberta y yo, ambos sabíamos que la hora de la despedida había llegado. Ambos disimulamos las lágrimas, cuando le dije: “¡Adiós Roberta!”…
Oración:
Padre eterno:
Ayúdame a valorar que lo que tú quieres conmigo es una relación personal, en la cual pueda correr tu amor, y ese amor vaya a través de mí para otros. En el nombre de JESÚS, amén.
Perla de hoy:
No dejemos que ciencia y la tecnología nos separen de Dios y de los otros seres humanos.
Interacción:
¿Qué me dice Dios hoy por medio de su Palabra?
¿Existe alguna promesa a la cual pueda aferrarme?
¿Existe alguna lección por aprender?
¿Existe alguna bendición para disfrutar?
¿Existe algún mandamiento por obedecer?
¿Existe algún pecado por evitar?
¿Existe algún pensamiento para llevarlo conmigo?

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