jueves, 7 de febrero de 2019

¡JESÚS oró por mí!

Francisco Aular
perlasdelalma@gmail.com
Lectura devocional: Juan 17:20-26
Mas no ruego solamente por éstos, sino también por los que han de creer en mí por la palabra de ellos. Juan 17:20 (RV60)

El Espíritu Santo llevaba muchos años tratando conmigo, pero aquel jueves santo de 1963 fue el día definitivo para llegar a JESÚS. Yo era de aquellos que pensaba cruzar el puente ante de llegar a él, quería tener el comportamiento de un buen cristiano, sin haberme convertido.

La verdad era que me sentía confundido con tantas iglesias, denominaciones y sectas, todas diciendo ser las únicas dueñas de la verdad absoluta. Pero en esta oportunidad, el Espíritu Santo me estaba llevando a su Palabra viva. La abrí en el santo evangelio según San Juan,  y primero en la mañana lo leí  completo, de manera global. Aunque por mi trasfondo religioso católico romano, yo había escuchado la historia de la pasión y muerte del Señor Jesucristo, así que leerla era toda era una experiencia diferente.

En la tarde, volví a leer el evangelio de San Juan. La historia se me iba encarnando poco a poco, con la convicción producida por el Espíritu Santo. Todo me pareció tan claro y convincente. ¿Por qué no lo había entendido antes? Así, llegué al capítulo 17, versículo 20: “Mas no ruego solamente por éstos, sino también por lo que han de creer en mí por la palabra de ellos”. Me conmovió de una manera que no lo puedo describir en un idioma terrenal, el gran hecho de que JESÚS, el SEÑOR, ¡había orado por Sus discípulos! Y sus descendientes espirituales y, ¡también por mí!, sí, en efecto, ¡yo estuve en la mente del SEÑOR JESÚS todo el tiempo! Una cosa es compararse con otros seres humanos, porque según nuestro propio juicio, tal y como ellos somos imperfectos, pero otra medida, el SEÑOR JESÚS, ¡aquel hombre extraordinario y santo, había orado por mí!…

En efecto hoy todavía no lo puedo comprender, aun cuando este año cumplo 56 años de esta experiencia que cambió mi vida en forma total. Lo recuerdo muy bien, aquella tarde, en la azotea del apartamento donde vivía, frente al majestuoso Ávila, -la montaña que rodea a Caracas, la capital de Venezuela- mi país de origen. En medio de esta conmoción, no pude más, me arrodillé y oré pidiéndole perdón al SEÑOR JESUCRISTO. Por lo emotivo que soy, lloré un largo rato al considerarme amado por el SEÑOR, me levanté de allí, con la seguridad de que mi amado SEÑOR me había escuchado. Excepto por mis lágrimas, la única sensación fue, la seguridad de que desde ese momento en adelante, el JESUCRISTO cultural y religioso que yo había conocido se me había vuelto “carne de mi carne y hueso de mis huesos” (Efesios 5:30). Y la certeza sigue conmigo y me conmueve esta verdad: ¡JESÚS oró por mí! Y no lo dude, ¡por usted también!

Oración:
Padre Eterno, comprendo con la poeta, Frances R. Havergal esta gran verdad que me dices en el poema “Mi vida di por ti”:
I
Mi vida di por ti,
Mi sangre derramé,
Por ti inmolado fui,
Por gracia te salvé,
//Por ti, por ti inmolado fui,
¿Qué has dado tú por mi?//.
II
Mi celestial mansión,
Mi trono de esplendor,
Dejé por rescatar
Al mundo pecador.
//Si, todo yo dejé por ti,
¿Qué dejas tú por mi?//.
III
Reproches, aflicción,
Y angustias yo sufrí,
La copa amarga fue
Que yo por ti bebí;
//Reproches yo por ti sufrí;
¿Qué sufres tú por mí?//.
(Himno 427. HB, CBP 1990)
Perla de hoy:
Toda nuestra vida aquí en la tierra es un monumento a esta verdad: ¡JESÚS oró por mí!
Interacción:
¿Qué me dice Dios hoy por medio de su Palabra?
¿Existe alguna promesa a la cual pueda aferrarme?
¿Existe alguna lección por aprender?
¿Existe alguna bendición para disfrutar?
¿Existe algún mandamiento a obedecer?
¿Existe algún pecado a evitar?
¿Existe algún pensamiento para llevarlo conmigo?

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Déjanos tus comentarios