lunes, 26 de noviembre de 2018

El hablar con gracia y sazón

Francisco Aular
perlasdelalma@gmail.com        
Lectura devocional: Colosenses 4:1-6
Sea vuestra palabra siempre con gracia, sazonada con sal, para que sepáis cómo debéis responder a cada uno. Colosenses 4:6 (RV60)

Podemos tener la razón en lo que digamos, aun con alto contenido de buena doctrina, y sin embargo, sin cortesía en la palabra, no lograremos el efecto deseado. La cortesía nos enseña el hablar con gracia y sazón. ¿Qué es la cortesía? ¿Es la cortesía un arte perdido? Veamos.

Perdónenme, pero ilustraré esta verdad de la cortesía mediante una alusión personal a un hombre sencillo, mi padre, un humilde campesino, viví a su  lado solamente nueve años, pero recuerdo su trato con las demás personas y con nosotros su familia; viajábamos del campo a la ciudad  y por el camino nadie se escapaba de su saludo: “Buenos días don”, si era un hombre de edad, “buenos días señorita”… Niños al fin, mis hermanos y yo, llenos de curiosidad le preguntábamos: “Papá, ¿usted conoce a esa gente?”, “no, hijos –respondía, ¿no ven que no los llamé por sus nombres-?”.  Todavía recuerdo cuando llegué al hospital en donde se encontraba grave, minutos antes de morir, yo saludé a mis familiares y a los amigos que estaban a la entrada del hospital, y jugándome con él le dije: “¡Papá, ¿y esa cantidad de gente que está haciendo fila para verlo?”, me sonrió y me dijo: “Hijo por algo será…”. Esas fueron sus últimas palabras.

Aquí en la ciudad de Toronto en donde vivimos, sin duda una ciudad cosmopolita, en este gran país; aquí se hablan unos 200 idiomas distintos, en las calles cada día. Desde luego “el inglés mal hablado” es lo que hablamos mayormente todos los que hemos llegado tarde en la vida al idioma, provenientes de muchas culturas. ¡Uno se sorprende que la gente viene y va, sin saludarse; por ejemplo en el ascensor de mi edificio, hace unos diez años que vivimos en este edificio, al principio -y como aprendí de mi viejo-: comencé mi campaña de saludar, obviamente en inglés. Nadie me respondía, pero seguí…una mañana al entrar al ascensor que estaba lleno porque muchos niños con sus padres iban a tomar el bus escolar.  Dije: “¡Buenos días señores!”...Nadie respondió, pasaron unos largos segundos. Entonces, un niñito en una esquina y con su tierna vocecita, dijo: “¡Buenos días señor!”. Así han pasado diez años, y los vecinos al verme cada día, cada uno con una sonrisa matutina en sus rostros, responden: “¡Buenos días vecino!”…

En efecto, al comportamiento amable, de buena educación, de buen trato con los demás, y al cuidado y respeto por las normas de urbanidad en el trato social, lo denominamos, cortesía. Sin duda, la cortesía nos dará grande dividendos cuando ya no estemos aquí. No obstante, con un asombro grande, cada día notamos que la cortesía ha sido proscrita como una actitud burguesa o como una virtud secundaria, pasada de moda. La Biblia dice:No erréis; las malas conversaciones corrompen las buenas costumbres.” (1 Corintios 15:33,RV60).

Ciertamente, hoy sufrimos una sociedad con expresiones llenas de violencia, en las que la agresión menoscaba mucho lo que debe ser la vida normal de un ciudadano; la vulgaridad y las malas palabras han empobrecido, nuestro idioma. Mi anhelo es que volvamos a la cortesía, al buen trato con los demás, porque de todas maneras, vamos de paso por este mundo. Seamos corteses o no, de todos modos, moriremos. Si de todos modos vamos a morir, recordemos que la cortesía cubre las asperezas de nuestro carácter e impide que podamos herir a los demás mientras estemos aquí. No prescindamos de la cortesía, ni siquiera cuando tengamos que responder a los seres humanos difíciles. Que la cortesía prevalezca sobre la grosería, el odio, el rencor, y que superemos los obstáculos que en el diario vivir tendremos que enfrentar; saquemos nuestra alegría interior, y expulsemos, muy lejos de nosotros, por inútiles, los sentimientos y acciones negativas. Recordemos al Apóstol: Sea vuestra palabra siempre con gracia, sazonada con sal, para que sepáis cómo debéis responder a cada uno. Colosenses 4:6 (RV60).

Oración:
PADRE ETERNO:
Hazme un sabio para conducirme en este mundo de pensar y hablar con la cortesía de la palabra en mis labios, de tal manera que sea un testimonio viviente del poder de tu gracia en mí. Tu eterno y gran amor morando en mí, me harán puro y amante de la paz; estaré dispuesto a pedir perdón y perdonar; mis buenas acciones, estarán llena de compasión por el prójimo que como yo estamos aquí por un breve tiempo en peregrinaje hacia ti. ¡Ayúdame a ser como tu Hijo amado en el nombre de JESÚS. Amén!
Señor, que yo pueda responder con amor y cortesía como tú lo hiciste, aun en los momentos más difíciles.
Interacción:
¿Qué me dice Dios hoy por medio de su Palabra?
¿Existe alguna promesa a la cual pueda aferrarme?
¿Existe alguna lección por aprender?
¿Existe alguna bendición para disfrutar?
¿Existe algún mandamiento por obedecer?
¿Existe algún pecado por evitar?
¿Existe algún pensamiento para llevarlo conmigo?

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