viernes, 11 de diciembre de 2015

Navidad: ¡Dios ha hablado!

Francisco Aular
faular@hotmail.com
Lectura devocional: Hebreos 1:1-4
En estos postreros días nos ha hablado por el Hijo, a quien constituyó heredero de todo, y por quien asimismo hizo el universo. Hebreos 1:2

La Navidad está llena de recuerdos imborrables en mi espíritu, alma y cuerpo. Sin embargo, me asombra el que una sociedad secular y global como la que vivimos no haya acabado con el amor, la fe, la esperanza, y hasta con la ilusión de estas fechas. El Señor nos dijo que no solo de pan y del bienestar material vivirá el ser humano. Porque el ser humano además de cuerpo y alma es también espíritu, y por eso, aunque sea de manera superficial, necesita alimentarse de una fiesta del espíritu, como lo es la celebración de la verdadera Navidad. La Navidad nos lleva al relato bíblico y nos pone en contacto con los secretos de Dios para salvar al pecador y volverlo a una relación con Él.
En Navidad: ¡Dios ha hablado!, y nos sigue hablando porque en efecto, cada año, al llegar diciembre, los relatos de la Palabra de Dios sobre la Navidad desfilan ante nosotros con todo su contenido espiritual, humildes y verdaderos. Si tuvimos el privilegio de venir al mundo en un hogar en donde la Biblia ocupaba su verdadero lugar, entonces, estamos familiarizados con esos relatos desde que tuvimos conciencia, y los recordaremos año tras año contándolos a nuestros hijos y nietos; esos relatos son ciertos, aleccionadores e inmortales, entre los más resaltantes encontramos: la aparición del ángel Gabriel al sacerdote Zacarías anunciándole que a Elizabet –tan anciana como él-, le nacería un niño y que su nombre sería Juan; luego,  el nacimiento de Juan el Bautista, el niño prometido; enseguida el fascinante mensaje de Dios a través del ángel Gabriel a María: “¡El Señor está contigo, que eres la más bienaventurada sobre todas las mujeres!”, anunciándole que quedaría embarazada en forma milagrosa, y daría a luz un niño el cual llamaría JESÚS; el sueño de José confirmando que un milagro había ocurrido en el seno virginal de María; el nacimiento de JESÚS en un lugar de pobreza extrema, un sucio pesebre;  la vigilia de los pastores cuidando sus rebaños, y la repentina aparición de los ángeles, que no pudieron callar el Nacimiento de JESÚS y alabaron a Dios diciendo: “¡Gloria a Dios en las alturas, y en la tierra paz, buena voluntad para con los hombres!” (Lucas 2:14); el asombro y gozo de los pastores al verificar la realidad de la noticia y de las profecías; la circuncisión de JESÚS; el descanso definitivo del anciano Simeón porque el Espíritu Santo le había revelado que no moriría sin tener en sus brazos al Mesías prometido; y las acciones de gracias de Ana, la ancianita que permanecía en el templo desde hacía ochenta y cuatro años orando y ayunando en espera del Mesías; la estrella con su fulgor que apareció en el cielo para guiar a los sabios que vinieron desde lejanas tierras para adorar a JESÚS; la tristeza nos embarga con la matanza de los niños decretada por el rey Herodes; la huída a Egipto y el posterior regreso a Jerusalén; y después, vemos al niño JESÚS en la aurora de su ministerio: “Y el niño crecía y se fortalecía, y se llenaba de sabiduría; y la gracia de Dios era sobre él” (Lucas 2:40 RV60).
Lo siento mis amados, si celebrar este acontecimiento no cabe en su teología, ¡cámbiela por favor!; pero en mi caso, tengo tantos años oyendo, leyendo, estudiando, investigando, meditando, y predicando sobre esta historia, ¡que en este momento mis ojos se llenan de lágrimas de gozo, de fe, de esperanza y amor! En Navidad: ¡Dios ha hablado! ¡Qué bella historia!
Sí, el Cristianismo tiene historia, empezando desde un humilde pesebre en la primera venida de JESÚS, hasta llegar a su entronización definitiva como SEÑOR de señores y Rey de reyes al final de la historia, tal y como la conocemos: “Y miré, y oí la voz de muchos ángeles alrededor del trono, y de los seres vivientes, y de los ancianos; y su número era millones de millones, que decían a gran voz: El Cordero que fue inmolado es digno de tomar el poder, las riquezas, la sabiduría, la fortaleza, la honra, la gloria y la alabanza. Y a todo lo creado que está en el cielo, y sobre la tierra, y debajo de la tierra, y en el mar, y a todas las cosas que en ellos hay, oí decir: Al que está sentado en el trono, y al Cordero, sea la alabanza, la honra, la gloria y el poder, por los siglos de los siglos” (Apocalipsis 5:11-13 RV60).
Cierto, en Navidad: ¡Dios ha hablado!  Y con esta celebración una nueva oportunidad se nos presenta a los cristianos nacidos de nuevo para volver a contar la bella historia que cambió al mundo; porque ese hecho fue la culminación de la historia de la salvación del ser humano, lo que habíamos perdido en el Edén lo recobramos en el pesebre y en el Calvario. La Navidad, la Encarnación del Verbo es la suma de las verdades divinas reveladas por el mismo Dios que vino a buscarnos y salvarnos. Ciertamente, en aquella primera Navidad, Dios habló por medio de JESÚS. Poco importa si JESÚS nació en diciembre, en abril o en septiembre, la Navidad no es una fecha es un estado de salvación espiritual concebida en la mente divina para llevarnos a ser familia de Dios. ¡Esto hay que celebrarlo!, así que cualquier hora, día o mes del año es bueno para hacerlo porque no es un día al año, nada más, en definitiva, Navidad es la memoria de todas las memorias nobles que el ser humano percibe con todo su ser, espíritu, alma y cuerpo. Recibamos la buena noticia que celebramos en estos días, y digamos con gozo espiritual: ¡Feliz Navidad! Porque en Navidad: ¡Dios ha hablado!
Oración:
Padre eterno:
¡Gracias por darnos esa primera Navidad! Ayúdame a contar otra vez esa bella historia; que no me pierda nada más en la celebración, sino en ver al Celebrado y darle un lugar en el pesebre de mi corazón; darle las gracias por la fe, el amor y la esperanza en Él. En el nombre de JESÚS, amén.
Perla de hoy:
Navidad es una fiesta del espíritu en donde JESÚS ha entrado dándole vida en abundancia.
Interacción:
¿Qué me dice Dios hoy por medio de su Palabra?
¿Existe una promesa a la cual pueda aferrarme?
¿Existe una lección por aprender?
¿Existe una bendición para disfrutar?
¿Existe un mandamiento por obedecer?
¿Existe un pecado por evitar?
¿Existe un nuevo pensamiento para llevarlo conmigo? 

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