martes, 4 de marzo de 2014

Amor supremo por la Biblia


Francisco Aular
faular@hotmail.com
Lectura devocional: 2 Timoteo 3:14-17  
Toda la Escritura es inspirada por Dios y es útil para enseñarnos lo que es verdad y para hacernos ver lo que está mal en nuestra vida. Nos corrige cuando estamos equivocados y nos enseña a hacer lo correcto. 2 Timoteo 3:16 (NTV)
Existe un Dios, y solo Él es viviente, verdadero, eterno e inmutable. ¿Cómo el ser humano puede conocer a Dios? Él nos dejó su revelación en el precioso Libro de los libros, la Biblia. En efecto, la Biblia fue escrita por hombres divinamente inspirados por el Espíritu Santo. Es un tesoro perfecto de instrucción divina, de elevados principios, de incorruptibles valores. Dios es su autor, su propósito es la salvación del ser humano, y su tema es la verdad, sin mezcla alguna de error. No es un libro religioso; es mucho más; es manantial de vida que sacia la sed del espíritu; es pan que nos alimenta el alma; es la disciplina que ejercita a nuestro cuerpo para ofrecerle a Dios un sacrificio vivo y agradable, mientras vivamos en esta tierra.
Las generaciones que han aplicado sus principios, y han sido fieles a sus estatutos, han prosperado, tanto en lo espiritual como en lo material. Por tanto, como dijera el apóstol Pablo: “Todo lo que está escrito en la Biblia es el mensaje de Dios”, por lo cual, toda la Biblia es totalmente verdadera y confiable.
La Biblia revela los principios por los cuales Dios nos juzga. Sí, ciertamente la Biblia es la norma suprema por la cual toda conducta, credos, y opiniones humanas deben ser juzgados. Además de todo esto, los sesenta y seis libros de la Biblia testifican de JESÚS, Él mismo es el centro de la revelación divina.
En esta hora de mi vida, no quiero apelar a lo que otros han dicho sobre la Biblia, vendré a mi propio testimonio de lo que este maravilloso manual de sabiduría divina ha sido en mi vida. En efecto, hace más de 50 años, guiado por el Espíritu Santo, y con la Biblia abierta delante de mí, hice mi entrada por las doradas páginas del Génesis, y presencié en el espíritu, el mover del Todopoderoso en los lejanos días de la Creación. De pronto me encontré en la galería de los famosos de Dios: Noé, Abraham, Isaac, Moisés, Rut, Nehemías, Ester, y el filósofo Job con su tratado inmortal sobre el sufrimiento humano y la fidelidad de Dios.
Luego, escuché los hermosos acordes de la sinfonía del libro de los Salmos, allí el rey David era el director de la filarmónica celestial. Inmediatamente, llegué a la oficina de asuntos comerciales de Proverbios con su lema: “La justicia engrandece a la nación, más el pecado es afrenta a las naciones”. Escuché la voz poderosa del predicador en Eclesiastés, cuando aconsejó: “El fin de todo el discurso oído es este: Teme a Dios, y guarda sus mandamientos; porque esto es el todo del hombre”. De allí fui al palacio del rey Salomón y lo encontré en el Cantar de los Cantares, cantándole al amor entre un hombre y una mujer: “Ponme como un sello sobre tu corazón, como una marca sobre tu brazo; porque fuerte como la muerte es el amor”. Después, me encontré en el famoso observatorio de las profecías, y allí en reunión con los Profetas mayores y menores, examinamos en la gran pantalla, y escuchamos una voz, que nos dijo: “Mas a vosotros los que teméis mi nombre, nacerá el sol de justicia, y en sus alas traerá salvación; y saldréis, y saltareis como becerros de la manada”.
Atravesando el jardín, presencié el nacimiento del Rey de reyes y Señor de señores en Mateo. El telegrama de Dios enviado al ser humano en el libro Marcos: “El tiempo se ha cumplido, y el reino de Dios se ha acercado; arrepentíos, y creed en el evangelio”. La compasión del Hijo del Hombre en Lucas. La divinidad de JESÚS en Juan. La ascensión de JESÚS y la venida del Espíritu Santo en Los Hechos. Fui al Seminario Teológico cuyo Rector es el doctor Pablo de Tarso, y toda la sistematización de la obra de Dios, tratados en 13 cartas. Me encontré de pronto con Las Epístolas Generales de Hebreos, Santiago, 1 y 2 de San Pedro, 1, 2,3 de San Juan, y por último San Judas, el hermano del Señor.
Todavía no salía de mi asombro, pero me esperaba el broche de oro de toda la Biblia, el Apocalipsis. Que nos muestra el fin de la historia como la conocemos, y el descenso desde el cielo de la Nueva Jerusalén. ¡Allí estaba el Cordero de Dios, JESÚS con todo su poder, majestad y gloria! Caí de rodillas y me uní al canto nuevo que entonaban los cuatro seres vivientes y los veinticuatro ancianos: “¡Digno es el Cordero, que ha sido sacrificado, de recibir el poder, la riqueza y la sabiduría,  la fortaleza y la honra,  la gloria y la alabanza!” (…)” ¡Al que está sentado en el trono y al Cordero, sean la alabanza y la honra, la gloria y el poder, por los siglos de los siglos!” (Apocalipsis 5: 12,13). Desde entonces, siento un amor supremo por la Biblia.
Oración:
Padre eterno:
¡Gracias por dejarme tu Biblia como el manual viviente que me condujo a ti! Ayúdame a vivirlo para tu honra y gloria. En el nombre de JESÚS. Amén.
Perla de hoy:
El amor supremo por la Palabra de Dios nos lleva a oírla, leerla, estudiarla, memorizarla, meditarla y a vivirla.
Interacción:
¿Qué me dice Dios hoy por medio de su Palabra?
¿Existe una promesa a la cual pueda aferrarme?
¿Existe una lección por aprender?
¿Existe una bendición para disfrutar?
¿Existe un mandamiento por obedecer?
¿Existe un pecado por evitar?
¿Existe un nuevo pensamiento para llevarlo conmigo

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