martes, 5 de febrero de 2013

“¿Me amas?”


Francisco Aular
    
Le dijo la tercera vez: Simón, hijo de Jonás, ¿me amas? Pedro se entristeció de que le dijese la tercera vez: ¿Me amas? y le respondió: Señor, tú lo sabes todo; tú sabes que te amo. Jesús le dijo: Apacienta mis ovejas. Juan 21:17(RV60)

“Este amor me hace feliz. No quiero popularidad; no quiero posiciones de poder, sólo quiero un lugar a los pies de Jesús. Quiero  que mi vida, mi carácter y mis acciones, hablen por mí y digan que estoy siguiendo a Jesucristo. Este deseo es tan fuerte en mí que consideraría un privilegio el que, en este esfuerzo y en esta batalla por ayudar a los necesitados, a los pobres, a los cristianos perseguidos de Pakistán, Jesús quisiera aceptar el sacrificio de mi vida. Quiero vivir por Cristo y quiero morir por él” (Shahbaz Bhatti, ministro cristiano del gobierno de Paquistán asesinado hace casi dos años).
“¿Me amas?” Es la pregunta que JESÚS le hace a Pedro tres veces, porque tres veces Pedro lo había negado, y de esa actitud el Apóstol se había arrepentido hasta las lágrimas. Ciertamente, el amor al SEÑOR implica el darnos en espíritu, alma y cuerpo. El Nuevo Testamento no enseña nada acerca de un cristianismo basado en ofertas, ni tampoco sin demandas de ningún tipo, que es lo se predica tanto hoy. Algunos de los sonados “apóstoles “que se multiplican, y que viven en abundancia están muy lejos de las demandas que hace el Señor. Si algo podemos agradecerle al SEÑOR, y a sus verdaderos Apóstoles que anduvieron con Él es un modelo que hasta hoy, a muchos cristianos -me incluyo- nos queda muy grande.
“¿Me amas?”, pregunta JESÚS, y por supuesto Pedro tuvo que recordar las palabras que el Señor les había dicho: “Si quieres ser mi discípulo, debes aborrecer a los demás —a tu padre y madre, esposa e hijos, hermanos y hermanas— sí, hasta tu propia vida. De lo contrario, no puedes ser mi discípulo" (Lucas 14:26; Nueva traducción viviente). “No puede ser mi discípulo”, en relación con las personas y nuestros afectos hacia ellas. Desde luego, vale decir que aquí la expresión “aborrecer” se usa como término de comparación con otras personas; el amor que debemos profesar a JESÚS debe estar por encima de los afectos, que como seres humanos, nos tenemos de manera filial, así que, ese amor natural, en comparación con el amor a JESÚS, es como odio, y significa que en caso de conflicto entre nuestros afectos naturales y la voluntad del Señor, siempre debe prevalecer esta última.
Son muchísimos que han querido seguir a JESÚS, pero tropiezan con sus propios familiares, porque se lo impiden, o porque se avergüenzan del Señor, pero, en eso, también JESÚS fue muy claro: “Todo aquel que me reconozca en público aquí en la tierra también lo reconoceré delante de mi Padre en el cielo; pero al que me niegue aquí en la tierra también yo lo negaré delante de mi Padre en el cielo” (Mateo 10:32,33; Nueva traducción viviente).   
“¿Me amas?”, insiste JESÚS, porque “no puede ser mi discípulo” el que no lleva su cruz. ¿Cuál cruz? Precisamente, la cruz que está llevando Asia Bibi, la valiente mujer cristiana que está esperando la muerte en una cárcel de Paquistán, y de la cual el ministro Bhatti era uno de sus defensores. Cuando nos identificamos con Cristo, y somos rechazados por los seres humanos, cuando sufrimos el desprecio y el odio del mundo por seguir a JESÚS; cuando aceptamos hasta la misma muerte –la cruz es símbolo de vergüenza y muerte-, para hacer morir en nosotros nuestro egoísmo y orgullo que nos hacen ser “discípulos silenciosos”, entonces llevamos la cruz: “Además, si no cargas tu propia cruz y me sigues, no puedes ser mi discípulo” (Lucas 14:27; Nueva traducción viviente).
“¿Me amas?” Es una pregunta que nos hace el Señor para saber si Él está primero que nuestras posesiones. Seguir a JESÚS significa estar dispuestos a renunciar a todo lo que poseemos o consideramos como propio, ya que en cuanto a los bienes materiales solamente somos sus administradores, pero el verdadero Dueño es Dios. En cuanto a nuestro abolengo religioso, ninguno tan grande como la tradición religiosa de Pablo; podemos ver su valiente testimonio en Filipenses 3:1-13. No debemos desviarnos por nadie ni por nada, incluyéndonos a nosotros mismos y a nuestras posesiones: “Así que no puedes convertirte en mi discípulo sin dejar todo lo que posees” (Lucas 14:32; Nueva traducción viviente). ¿Qué le responderás al Señor si hoy te pregunta: “¿Me amas?”?

Oración:
Amado Padre:
¡Gracias por enviarnos a JESÚS porque con Él lo tenemos todo! Gracias porque este mundo pide pruebas, y hoy todavía hombres y mujeres están dispuestos a vivir y a morir por Él. Ayúdame Señor a ser valiente para unirme a los millones que te aman en este día y hasta la muerte. En el nombre de JESÚS, amén.
Perla de hoy:
Morir a nosotros mismos y llevar la cruz es el comienzo de una vida victoriosa.
Interacción:
¿Qué me dice Dios hoy por medio de su Palabra?
¿Existe una promesa a la cual pueda aferrarme?
¿Existe una lección por aprender?
¿Existe una bendición para disfrutar?
¿Existe un mandamiento a obedecer?
¿Existe un pecado a evitar?
¿Existe un nuevo pensamiento para llevarlo conmigo?

 

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