lunes, 9 de julio de 2012

Mis amados todos:
Ya estoy de nuevo en Toronto, de retorno de Montreal en donde estábamos en la Asamblea Anual de nuestra Convención Nacional Bautista de Canadá. Pido disculpas porque no pudimos salir el viernes pasado. Además, les informo que como todos los años, asumiré otras etapas de mi ministerio durante el verano, y por lo tanto, es posible que no salgamos durante esos días, pero se los informaré luego. Nuevamente, gracias por sumar Perlas del alma a sus devocionales favoritos. Sigan orando por nosotros al Padre; como todo el que escribe para Dios, oramos para reciban con gozo estos escritos que buscan el propósito de honrar y glorificar al SEÑOR, y servir de ayuda a nuestros compañeros de peregrinaje espiritual.
Con mucho afecto,
su pastor y amigo,
Francisco Aular
El ser humano: El fruto de la cosecha
Mi Padre es glorificado cuando ustedes dan mucho fruto y muestran así que son mis discípulos. Juan 15:8 (NVI)
El fruto de un cristiano es otro cristiano. Lo demás que produzcamos en este breve espacio vital que llamamos la vida humana se quedará aquí cuando nos vayamos. Únicamente nos llevaremos con nosotros la satisfacción de haber sido usados por Dios en alcanzar para Él a aquellos a quienes evangelizamos. Por eso, testificar lo que JESÚS ha hecho en nuestras vidas es un asunto urgente, porque la persona sin salvación no tiene un mapa para vivir ni una esperanza al morir. JESÚS nos dice “mi Padre es glorificado cuando ustedes dan mucho fruto”. Dios espera que llevemos frutos como la marca que garantiza que somos sus discípulos. La gran cosecha de nuevos discípulos para el Señor es el resultado final de nuestro paso por este mundo.
Pues bien, ¿por qué el ser humano es el fruto de la cosecha? Veamos. La Biblia nos dice que Dios nos creó para la gloria de Él: “Dios nos escogió en él antes de la creación del mundo, para que seamos santos y sin mancha delante de él. En amor nos predestinó para ser adoptados como hijos suyos por medio de Jesucristo, según el buen propósito de su voluntad, para alabanza de su gloriosa gracia, que nos concedió en su Amado” (Efesios 1:4,5). El ser humano es el fruto de la cosecha por el cual Dios tomó la iniciativa para buscarlo y salvarlo. En efecto, Dios nos creó con la habilidad de reinar sobre la tierra -pero no sobre nosotros mismos-; era el propósito de Dios darnos un maravilloso plan para nuestras vidas basado en nuestra obediencia a Él, en cambio nosotros aceptamos la oferta de Satanás, que dijo: “— ¡No es cierto, no van a morir! Dios sabe muy bien que, cuando coman de ese árbol, se les abrirán los ojos y llegarán a ser como Dios, conocedores del bien y del mal” (Génesis 3:4,5).
Un filósofo a quien le testifiqué, me preguntó: ¿No es arrogante o ser estrecho de pensamiento asegurar que existe un solo camino de salvación o que el camino que seguimos es correcto?, le respondí: No creo. Así como existen leyes físicas que gobiernan nuestro mundo material, de igual modo Dios tiene leyes espirituales que dirigen nuestra relación con Dios. Basado en las leyes físicas el ser humano ha podido pisar la luna y va en camino a conquistar y lograr cosas que nosotros, ni soñábamos hace cien años, o menos. ¿Llamaría usted estrechos de mentes a los ingenieros, pilotos, médicos y todo aquel profesional, cuando siguen al pie de la letra todos sus instrumentos para conducirlo a un diagnóstico de la situación en que viva en un momento dado? Igualmente, los que hemos descubierto en la Palabra de Dios, la Biblia el manual para llegar a Dios, seguimos su guía y nos ceñimos a su diagnóstico certero cuando nos dice, que el ser humano esta contagiado de una enfermedad espiritual, un cáncer con su metástasis y todo -llamada pecado-, pero, Dios nos ha dado el remedio contra esa mortal enfermedad: JESÚS, por eso, Él dijo: Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí" (Juan 14:6).
Es claro entonces que, el ser humano es el fruto de la cosecha que Dios está recogiendo en Cristo en este mundo perdido, y sus posibilidades son infinitas en cuanto a su capacidad espiritual para reproducirse en otros.
Oración:
Amado Padre Celestial:
Desde la hermosura de tu santidad me escogiste para Ti, pero aborreces el pecado que vive en mí. Por eso te encarnaste, te hiciste humano como yo, pero sin pecado. Moriste en mi lugar y me has comprado un lugar en el cielo, el cual me has dado como un regalo; no lo merecía hace 49 años cuando lo recibí, todavía no lo merezco; mi servicio a ti es por gratitud al darme una salvación tan grande, gratuita y segura. Ayúdame en ser fiel para contar esta historia a otros, en el nombre de JESÚS, amén.
Perla de hoy:
Soy el fruto del esfuerzo de quienes sembraron la semilla de la Palabra en mí y ya no están, muchos otros serán mi fruto cuando yo no esté.
Interacción:
¿Qué me dice Dios hoy por medio de su Palabra?
¿Existe una promesa a la cual pueda aferrarme?
¿Existe una lección por aprender?
¿Existe una bendición para disfrutar?
¿Existe un mandamiento a obedecer?
¿Existe un pecado a evitar?
¿Existe un nuevo pensamiento para llevarlo conmigo?

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