jueves, 5 de julio de 2012

La Biblia: La semilla de la cosecha

Francisco Aular

Así como la lluvia y la nieve descienden del cielo, y no vuelven allá sin regar antes la tierra y hacerla fecundar y germinar para que dé semilla al que siembra y pan al que come, así es también la palabra que sale de mi boca: No volverá a mí vacía, sino que hará lo que yo deseo y cumplirá con mis propósitos. Isaías 55:11 (NVI)

Vivimos en un mundo en donde reina la confusión. Voces de todo tipo en este mosaico religioso en que vivimos se levantan proclamando su verdad. A menudo estas voces compiten y se contradicen entre sí, reclamando nuestra lealtad. ¿Cómo podemos saber que andamos en la verdad en medio de tantas contradicciones? Dios lo sabía por eso nos dejó su guía infalible: La Biblia. Las Sagradas Escrituras se constituyen en el  mapa de Dios mediante el cual, quien se guía por ellas encontrará, tarde o temprano, a Quien es su centro: JESÚS. La Palabra de Dios es la semilla que al caer en los diferentes tipos de corazones, hará la obra para la cual Dios la envió: Dar vida eterna. El evangelizador, no es responsable de los distintos tipos de suelo en los cuales la semilla cae, pero debe ser obediente y convertirse en un sembrador fiel.
Sí, en efecto, la Biblia es la semilla de la cosecha porque es el Libro que cuenta la Historia de la Salvación. Narra que antes de los tiempos, Dios se propuso tener a su lado, para siempre, a dos seres, los ángeles que no tienen cuerpo, y a nosotros los seres humanos. Dios nos hizo. Una parte de los ángeles liderados por Satanás quisieron hacerse autónomos y cayeron en desobediencia. El ser humano creado y puesto en el mejor ambiente posible, pero, también quiso ser como su Creador y desobedeció, por esta razón fue echado del Paraíso y de allí en adelante, la Biblia cuenta todos los esfuerzos del ser humano para encontrar nuevamente la comunión con Dios. Pero Dios había tomado la iniciativa de venir al rescate del ser humano, “antes de la creación del mundo” (Efesios 1:4), y así lo cumplió; todo el Nuevo Testamento nos explica esa preciosa historia de gracia, fe, amor y esperanza, ignorar las Escrituras es ignorar a JESÚS mismo. Ignorar a JESÚS, es perder la oportunidad de la salvación eterna. Porque Él, dijo: “Yo soy el camino, y la verdad y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí” (Juan 14:6).
La Biblia no sólo es la Historia de la Salvación, sino, que también nos inspira, nos exhorta, nos envía y nos exige: “Por tanto, vayan y hagan discípulos de todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, enseñándoles a obedecer todo lo que le es mandado a ustedes” (Mateo 28:19, NVI), ¡La Palabra de Dios es la semilla de la gran cosecha de hoy, como lo fue ayer y por los siglos de los siglos! Hace 49 años, leyendo un ejemplar de la Biblia que alguien había regalado a un primo, me convertí en un cristiano nacido de nuevo. Esa Palabra no volvió vacía, lamentablemente, mi primo nunca la leyó y creyó, pero, hasta hoy esa Palabra está viva para mí y en mí. Ciertamente, la Biblia nos dice que no todos creerán a este mensaje pero todos deben tener la oportunidad de oírlo, y conscientemente: aceptarlo o rechazarlo. ¡En eso estamos!

Oración:
Amado Padre Celestial:
No hay Dios tan grande como Tú, el que eras, eres y serás. Hazme consciente de que he sido bendecido para bendecir a otros, he sido salvo para llevar tu salvación a los demás. Ayúdame para ser un sembrador de tu Palabra eficaz. En el nombre de JESÚS, amén.
Perla de hoy:
Conocer la Palabra de Dios debe dar como resultado obedecer la Palabra de Dios.
Interacción:
¿Qué me dice Dios hoy por medio de su Palabra?
¿Existe una promesa a la cual pueda aferrarme?
¿Existe una lección por aprender?
¿Existe una bendición para disfrutar?
¿Existe un mandamiento a obedecer?
¿Existe un pecado a evitar?
¿Existe un nuevo pensamiento para llevarlo conmigo?

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