miércoles, 28 de diciembre de 2011

Mi tiempo con Dios

Francisco Aular

Los días de nuestra edad son setenta años; Y si en los más robustos son ochenta años, Con todo, su fortaleza es molestia y trabajo, Porque pronto pasan, y volamos. Salmo 90:10 (RV60)

Tengo delante de mí el libro de poesía gauchesca Martín Fierro de José Hernández; me río con las ocurrencias de el Moreno y sus preguntas a Martín, el cual responde siempre tocando su inseparable guitarra. Al final del libro el Moreno pregunta: “Respóndeme al momento -inquiere el Moreno en tanto rasguea su guitarra-: ¿Cuándo formó Dios el tiempo y por qué lo dividió? Martín Fierro se aclara la garganta ya que la pregunta es muy difícil, pero el cantor no se arredra, templa el instrumento y responde:

“Moreno voy a decir,
Según mi saber alcanza:
El tiempo sólo es tardanza
De lo que está por venir;
No tuvo nunca principio
Ni jamás acabará.
Porque el tiempo es una rueda,
Y rueda es eternidad;
Y si el hombre lo divide
Sólo lo hace en mi sentir,
Por saber lo que ha vivido
O le resta que vivir.”

El filósofo griego Aristóteles concebía el tiempo como una especie de círculo que se movía constantemente pero que se repetía –de aquí la idea de la rueda que el poeta José Hernández pone en la respuesta de Martín Fierro-, sin embargo, la concepción aristotélica no satisface. La idea de la vida cíclica nos condena a la repetición fastidiosa, y como lo afirma Alberto Camus: “Levántate, toma el autobús, come de nuevo, duerme; y así el lunes, el martes, el miércoles, el jueves, el viernes, el sábado. Siempre el mismo ritmo, continuamente la misma rutina. Queda ese tremendo “por qué” que nadie sabe contestar adecuadamente. Y a la mañana siguiente todo empieza de nuevo” (El Extranjero).
Por otra parte, la Biblia nos plantea que la historia del ser humano sobre la tierra tuvo un Génesis y tendrá un Apocalipsis, por eso Job dice: “Mis días se van más veloces que una lanzadera, y sin esperanza alguna llegan a su fin” (Job 7:6 RV60). Y Moisés afirma: “Los días de nuestra edad son setenta años; Y si en los más robustos son ochenta años, Con todo, su fortaleza es molestia y trabajo, Porque pronto pasan, y volamos”. Según la concepción de la vida cíclica, muchos creen en la reencarnación hasta llegar a ser perfeccionados, porque reconocen que este tiempo es imperfecto como lo somos todos los seres humanos.
Por el contrario, la Biblia propone la esperanza de la resurrección de entre los muertos de los cristianos nacidos de nuevo, con un cuerpo resucitado y perfecto para disfrutar una vida perfecta al lado de Señor JESÚS: “Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá” (Juan 11:25 RV60). Desde luego que, frente a las últimas horas de este año que ya se nos va, y la realidad inevitable al despegar la postrera hoja del calendario de este año y ver la nueva del que llega, nos preguntemos: ¿Será este año el final de mi vida en esta tierra? ¿Se cumplirán en mí las palabras de Moisés al definir la vida “como sueño”, “como la hierba que crece en la mañana (…) a la tarde es cortada y se seca”? Puede ser, sin embargo, que para el cristiano el final de la vida no es un salto al vacío, morir es depositarse en las poderosas manos de nuestro Señor Resucitado y plenamente confiar en su Promesa: “No se turbe vuestro corazón; creéis en Dios, creed también en mí. En la casa de mi Padre muchas moradas hay; si así no fuera, yo os lo hubiera dicho; voy, pues, a preparar lugar para vosotros. Y si me fuere y os preparare lugar, vendré otra vez, y os tomaré a mí mismo, para que donde yo estoy, vosotros también estéis” (Juan 14:1-3 RV60).
Pues bien, mi tiempo con Dios en el más allá depende de lo hicimos con Él en esta vida presente. Debemos tomar conciencia del poco tiempo que disponemos para cumplir con el único propósito por el cual Dios nos puso en esta tierra, que es el de conocerlo a través de la Biblia, arrepentirnos de nuestros pecados y confiar únicamente en Él para la salvación de nuestras almas. El tiempo de Dios “kairós” según la Biblia es la historia de las intervenciones del Padre y el gran regalo de su gracia, amor, perdón y esperanza que Él nos ofrece para que nuestro tiempo humano “cronos” se lo rindamos a Él, y vivamos aquí para su gloria y honra. De allí que el apóstol Pablo nos aconseje: “aprovechando bien el tiempo, porque los días son malos” (Efesios 5:16). Habrá un tiempo que nunca será perdido: Mi tiempo con Dios.

Oración:
Yo sólo espero ese día cuando Cristo volverá,
Yo solo espero ese día cuando Cristo volverá,
Afán y todo trabajo para mí terminarán,
Cuando Cristo venga, a su reino me llevará,
Cuando Cristo venga, a su reino me llevará
(…) Yo sólo espero ese día cuando me levantaré,
De la tumba fría con un cuerpo ya inmortal.
Entonces allí triunfante y victorioso estaré,
A mi Señor Jesucristo, cara a cara le veré.
Allí no habrá más tristezas, ni trabajos para mí,
Con los redimidos al Cordero alabaré,
Con los redimidos al Cordero alabaré,
(HAE #132, Texas: Mundo Hispano)

Perla de hoy:
Mi tiempo con Dios diariamente es la única fuente para renovar mis fuerzas y seguir adelante.

Interacción:
¿Qué me dice Dios hoy por medio de su Palabra?
¿Existe una promesa a la cual pueda aferrarme?
¿Existe una lección por aprender?
¿Existe una bendición para disfrutar?
¿Existe un mandamiento por obedecer?
¿Existe un pecado por evitar?
¿Existe un nuevo pensamiento para llevarlo conmigo?

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