domingo, 15 de octubre de 2023

ENTRE LA GUERRA Y LA PAZ

SALUTACIÓN
Francisco Aular
ENTRE LA GUERRA Y LA PAZ
Cuando se acercaba a Jerusalén, Jesús vio la ciudad y lloró por ella. Dijo: --¡Cómo quisiera que hoy supieras lo que te puede traer paz! Pero eso ahora está oculto a tus ojos.
—Lucas 19.41(NVI)

¡Feliz domingo del SEÑOR para todos en todas partes!

El mapa geopolítico mundial de hoy pone una nube llena de tormentas pasajeras sobre mi optimismo -siempre esperando lo mejor del ser humano- y, al mismo tiempo sufriendo decepciones que nos llevan a “llorar con los que lloran”, en estos momentos terribles de la humanidad. Sin embargo, nuestro amado JESÚS, mi DIOS y SEÑOR, también lloró. ¡No estamos solos!

“¡Bájense del vehículo, por favor y caminen!”, exclamó el guía turístico, un judío convertido al cristianismo, y mientras todos salíamos del auto, el hombre añadió: -“Desde mis antepasados, es la costumbre de entrar a Jerusalén, a pie”. Una pequeña pendiente ocultaba a nuestros ojos lo que veríamos después.

Subimos. Allí majestuosa delante de nosotros, estaba Jerusalén, la ciudad de la paz, la ciudad milenaria y testigo principal de tantos acontecimientos que yo había leído en la Biblia. Y de un solo vistazo 3000 años de historia desfilaron delante de mí. No pude evitarlo, lloré.

JESÚS, lloró porque como Dios mismo sabía lo que el futuro reservaba para Jerusalén: “Jerusalén será hollada por los gentiles, hasta que se cumpla el tiempo de las naciones." Mi generación ha contemplado el retorno de los judíos y la refundación de Israel, la Guerra de los Seis Días y la recuperación de Jerusalén, y en donde los judíos pudieron nuevamente orar y llorar sobre los Muros de las Lamentaciones, allí están hasta hoy.

Esto literalmente les ha costado a ellos y sus enemigos un río de sangre. Por eso, mi amigo el rabino Pynchas Brenner, de Caracas, Venezuela, dijo: “Si algunos pueblos se quejan de sus sufrimientos, puedo entenderlo porque en la escuela del sufrimiento, los judíos tenemos un doctorado”.

En efecto, desde que JESÚS estuvo allí, nos dicen los historiadores que Jerusalén ha sido conquistada once veces y en cinco oportunidades ha sido destruida totalmente. Es por lo tanto una ironía que la ciudad sea llamada: “La Princesa de la Paz”. Sin embargo, allí está Jerusalén, la ciudad sagrada para judíos, cristianos y los árabes.

Es igualmente importante recordar que la escatología cristiana ubica con el nombre de la Nueva Jerusalén, el destino final de JESÚS y Su Iglesia, pero mientras llega ese momento es necesario que pasemos por momentos muy difíciles para los seres humanos, aquí en la tierra.

Es posible que lo que estemos viendo en los acontecimientos mundiales, sea nada más que, “comienzo de dolores”…

Por otra parte, hoy estamos prácticamente ante los umbrales de un nuevo año que nos acerca más a la Nueva Jerusalén. Sin embargo, lo que estamos viviendo en el orden mundial, hace que en esta ocasión nos sintamos entre la guerra y la paz.

Los que me conocen saben que soy optimista por naturaleza y convicción. Pero el optimismo no puede ocultar la realidad. Más bien, se empina desde esa realidad y sabe que lo mejor está por venir. Soy optimista y creo en la paz. Esta reflexión me acompaña: Tal vez, no podré hacer mucho por la paz del mundo. Pero si de verdad creo en la paz que da JESÚS, debo encarnarla en mi propia vida, con mi propia familia, en nuestro ambiente en que nos movemos cada día, en las pruebas que sufrimos en nuestra propia vida.

¿Estamos dispuestos a sufrir, a perdonar, a ser testigos del amor de JESUCRISTO bajo prueba, y levantar la bandera de la paz? Admiro a Francisco de Asís quien vivió en el tiempo de las cruzadas. La paz en aquel tiempo también parecía imposible, pero el optimismo del hombre de Asís, aprendió y supo andar por el camino de la paz que JESÚS abrió cuando nos ofreció en la cruz su costado abierto a nuestro favor.

Francisco, se fue a evangelizar a los musulmanes sabiendo que muy posiblemente moriría en el intento. Es por cierto un milagro el hecho de que saliera vivo del campo misionero. Me cuentan que, en Asís, su ciudad natal, todavía se conserva el cuerno de marfil que le regaló en 1219 el sultán de Egipto Melek El Kamel.

Ciertamente Francisco, no consiguió la paz, no apareció su fotografía por los medios de información mundial en su esfuerzo por la paz, y mucho menos ganó un Premio Nóbel por ello, pero sí abrió caminos de paz e inspiró a muchos a seguir el amor radical de su Maestro JESÚS.

El llanto de JESÚS es el llanto de la paz. Aquel que murió crucificado en Jerusalén, es descrito en la profecía en estos términos: “Porque un niño nos es nacido, hijo nos es dado, y el principado sobre su hombro; y se llamará su nombre Admirable, Consejero, Dios Fuerte, Padre Eterno, Príncipe de Paz”. (Isaías 9:6). Su invitación a convertirnos en Sus hijos y en pacificadores sigue siendo un reto abierto a cada corazón de Sus discípulos.

Que en esta hora llena de odios, y en que la vida y dignidad del ser humano ha pasado a ser solamente juguete de guerra en las manos de los terroristas, y, de los que se defienden de ellos, nosotros seamos hacedores de la paz.

Oro porque en esta hora menguada. La Iglesia del SEÑOR, responde llevando el Mensaje de JESÚS. El Evangelio de JESÚS es la paz. En el nombre del Príncipe de Paz, por ello, entre la guerra y la paz, optemos por Su paz: “La paz os dejo, mi paz os doy; yo no os la doy como el mundo la da. No se turbe vuestro corazón, ni tenga miedo.” (Juan 14:27).

Hagamos de la famosa oración por la paz de Francisco de Asís, nuestra oración también:

Señor,
hazme un instrumento de tu paz:
donde haya odio, ponga yo amor,
donde haya ofensa, ponga yo perdón,
donde haya discordia, ponga yo armonía,
donde hay error, ponga yo verdad,
donde haya duda, ponga yo la fe,
donde haya desesperación, ponga yo esperanza,
donde haya tinieblas, ponga yo la luz,
donde haya tristeza, ponga yo alegría.

Oh, Señor, que no me empeñe tanto
en ser consolado como en consolar,
en ser comprendido, como en comprender,
en ser amado, como en amar;
porque dando se recibe, olvidando se encuentra,
perdonando se es perdonado,
muriendo se resucita a la vida .
Amén.

JESÚS es el único que puede traer paz a nuestra vida, y desde allí ser un instrumento de paz para otros.

¡No deje hoy de ir a su iglesia y orar por la paz de las naciones en guerra!

¡Adelante, siempre adelante!

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