domingo, 28 de noviembre de 2021

¡LLORAR CON ESPERANZA!

SALUTACIÓN
Francisco Aular
Versículo de hoy: 
“¡Miren ahora, yo mismo soy Dios!
¡No hay otro dios aparte de mí!
Yo soy el que mata y el que da vida;
soy el que hiere y el que sana.
¡Nadie puede ser librado de mi mano 
poderosa!”
Moisés,  (Deuteronomio 32:39,NTV)
“Cuando creíamos que teníamos todas las respuestas, de pronto, cambiaron todas las preguntas”.
Mario Benedetti

En 1970, uno de nuestros muchachos de la Sociedad Bautistas de Jóvenes de nuestra Iglesia Bautista Emanuel de la Castellana, murió en un trágico accidente. Acompañé a mi amado pastor Eusebio Pérez Domínguez, tanto al funeral en nuestro templo como en el Cementerio del Este de Caracas. Allí en el cementerio en  la ceremonia funeral, nuestro pastor de 63 años, despedía a aquel joven de 18 años, con unos de sus excelentes mensajes pertinentes y actuales. Dijo: “Hoy por las leyes físicas y biológicas, yo debería ser despedido por ti; pero me corresponde a mí, decirte mi amado en CRISTO, ¡hasta luego!”,  todos lloramos; pero algunos, ¡lloramos con esperanza! Como lo dice la Palabra de DIOS:

“¡Miren ahora, yo mismo soy Dios!
¡No hay otro dios aparte de mí!
Yo soy el que mata y el que da vida;
soy el que hiere y el que sana.
¡Nadie puede ser librado de mi mano 
poderosa!” (Deuteronomio 32:39,NTV)

¡Llorar con esperanza!, es acatar la voluntad de DIOS en medio de las circunstancias de nuestra vida. En estos versículos citados el héroe Moisés de Israel, esta muriendo de vejez a sus 120 años. Todavía recuerda las palabras que el SEÑOR había hecho de Sí mismo: “YO SOY EL QUE SOY”… ¡Ese yo soy, no tolera ningún otro dios que se interponga entre Él y el ser humano! ¡Él reclama la prerrogativa o privilegio de ser el ÚNICO! Desde esa altura puede decir: “Yo soy el que mata y el que da vida; soy el que hiere y el que sana”. Por ello, nos sometemos a lo que nuestro DIOS decida y podemos reaccionar ante la, pruebas, el dolor y la muerte como el justo Job: 

«Desnudo salí del vientre de mi madre,
 y desnudo estaré cuando me vaya.
El Señor me dio lo que tenía,
 y el Señor me lo ha quitado.
¡Alabado sea el nombre del Señor!».
(Job 1:21,NTV). ¡No nos llevaremos nada al salir!

¡Llorar con esperanza! Significa que no debemos asustarnos ni deprimirnos desesperanzados, al contrario nosotros los que estamos en el SEÑOR, tenemos el triunfo al final de la historia, como lo afirmó el Apóstol Pablo:

“Y ahora, amados hermanos, queremos que sepan lo que sucederá con los creyentes que han muerto, para que no se entristezcan como los que no tienen esperanza. Pues, ya que creemos que Jesús murió y resucitó, también creemos que cuando Jesús vuelva, Dios traerá junto con él a los creyentes que hayan muerto”. (1 Tesaloniceses 4:13,14, NTV).

¡Llorar con esperanza! Es exclamar como alguien dijo: “La muerte de JESÚS era la prueba de que Él era, completamente humano; Su resurrección era la prueba de que Él, era completamente DIOS”. ¡Estamos en Sus manos! ¡Él es el DUEÑO absoluto de esta vida temporal “bíos” que poseemos y también DUEÑO absoluto de la VIDA Eterma “Zoé” que hemos aceptado. Por ello, con absoluta fe, podemos afirmar: 
“Si vivimos, para el Señor vivimos; y si morimos, para el Señor morimos. Así pues, sea que vivamos o que muramos, del Señor somos”.
(Romanos 14:8,RV60).
¡Llorar con esperanza! Me permite abrir, en este momento mi corazón de forjador de hombres y mujeres para el Reino de DIOS. Admito que esta pandemia, sacó a flote ese lejana realidad que más tememos los seres humanos que es la muerte y el proceso de morir. Al ver que la muerte, se ha llevado en estos dos años a familiares humanos y espirituales de alta estima, lo siento en gran manera. ¡Hombres y mujeres altamente calificados, profesionales y seres humanos que dejan un vacío difícil de llenar en sus labores que desempeñaron y delante de sus parejas e hijos que quedaron atrás sin ellos! ¡Se fueron, muchos más jóvenes que yo! ¡Esperaba que ellos me despidieran; ahora se han ido y no me dio tiempo para despedirlos! ¡No logro ni tampoco quiero pasar está página! ¡Lloro con esperanza; pero lloro! ¡Me vuelvo en espíritu, alma y cuerpo un verdadero templo al orar, clamar y llorar esperanzado en que el SEÑOR volverá a tener misericordia de nosotros, como nos lo ha prometido:
“Si se humillare mi pueblo, sobre el cual mi nombre es invocado, y oraren, y buscaren mi rostro, y se convirtieren de sus malos caminos; entonces yo oiré desde los cielos, y perdonaré sus pecados, y sanaré su tierra”. (2 Crónicas 7:14,RV60).

¡Feliz domingo del SEÑOR para todos en todas partes!
¡Adelante, siempre adelante!

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