martes, 25 de septiembre de 2012

Juicio divino contra la desobediencia


Buenos días para todos: Ayer no pudimos salir por causas técnicas pero ya estamos aquí. Que este día sea de mucha bendición para cada uno de ustedes. Gracias al Señor y a sus oraciones, el médico ayer me dio la noticia que quería oír: “¡Está sano!” Como todos sabemos, somos seres humanos frágiles, pero estamos dispuestos y disponibles para servirle a Él con mucho gozo, mientras estemos en este cuerpo.
Con afecto,
Pastor y amigo,
Francisco Aular

Juicio divino contra la desobediencia
Lectura devocional Amós 2:4,5
 
Esto es lo que dice el Señor: «¡Los habitantes de Judá han pecado una y otra vez  y no permitiré que queden sin castigo! Rechazaron la instrucción del Señor y se negaron a obedecer sus decretos. Se han descarriado por las mismas mentiras que engañaron a sus antepasados. Amós 2:4 (NTV)

El arrepentimiento o juicio divino es la propuesta principal del profeta Amós (750 a.C.) Es el tercer libro de los llamados Profetas Menores. Amós era un productor agrícola que vivía al sur del reino de Judá. La época del profeta Amós era de gran prosperidad material; el dinero abundaba en manos de los poderosos, mientras la pobreza extrema hundía y oprimía a los pobres. El contraste entre el estilo de vida lujoso de los líderes gobernantes y el pueblo oprimido, despertó la visión y pasión de Amós por la urgencia de la justicia divina y la pronta intervención de Dios en la historia de su pueblo. El mensaje del libro es una evaluación negativa a los líderes de la nación que contiene sentencias de hambre, sufrimientos y destrucción. Indudablemente, la rebelión de los gobernantes es la detonación de la ira divina, y el profeta de Tekoa está allí para advertirnoslo a través de los siglos: “Se han descarriado por las mismas mentiras que engañaron a sus antepasados”. El desplome de muchos tronos y gobiernos de ayer y de hoy es el cumplimiento del juicio de Dios contra la desobediencia a sus mandamientos y guía, aun en la vida secular, como fue el caso de la caída de Nabucodonosor y su hijo Belsasar; así lo expresó el profeta Daniel: “El Altísimo Dios, oh rey, dio a Nabucodonosor tu padre el reino y la grandeza, la gloria y la majestad. Y por la grandeza que le dio, todos los pueblos, naciones y lenguas temblaban y temían delante de él. A quien quería mataba, y a quien quería daba vida; engrandecía a quien quería, y a quien quería humillaba. Mas cuando su corazón se ensoberbeció, y su espíritu se endureció en su orgullo, fue depuesto del trono de su reino, y despojado de su gloria” (Daniel 5:18-20, RV60). ¿Cuál fue la consecuencia de no seguir la guía de Dios, incluso, aunque ellos no eran del pueblo de Dios? Estando Belsasar en una gran fiesta palaciega, la mano de Dios escribió en la pared la sentencia que el profeta Daniel interpretó de la manera siguiente: Y la escritura que trazó es: MENE, MENE, TEKEL, UPARSIN. Esta es la interpretación del asunto: MENE: Contó Dios tu reino, y le ha puesto fin. TEKEL: Pesado has sido en balanza, y fuiste hallado falto. PERES: Tu reino ha sido roto, y dado a los medos y a los persas” (Daniel 5:25-28, RV60). Así, vemos que igualmente en los días de Amós, la rebelión, la inmoralidad, la injusticia social y la idolatría hundieron a Judá.

 El mismo dilema del arrepentimiento o juicio divino en cuanto a una nación se exigen a los individuos. En efecto, se puede considerar que el mundo, el demonio y la carne se aprovechan de nuestra desobediencia para minar nuestra fortaleza espiritual. La rebelión marcó la caída de los ángeles, y con ella, Satanás, tocó la naturaleza del ser humano de tal manera que ni él, ni nuestra naturaleza humana, pueden cambiar. Esta verdad hace necesario el nuevo nacimiento de ser humano, mediante la cual, Dios pone en nosotros, sus hijos, la naturaleza divina por medio de la vida eterna que es JESÚS: “Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí” (Juan 14:6). La rebelión se manifiesta en nosotros por medio de la desobediencia a Dios. De hecho, la desobediencia fue el motivo de la caída del primer Adán, del desorden que hoy impera en nuestro mundo, de la muerte espirtual de los que no conecen a Dios como Señor y Salvador, y también, de nuestros tropiezos en la vida cristiana, aun, siendo cristianos nacidos de nuevo.

Pues bien, no debemos echar a un lado nada que la Palabra de Dios aconseje, pero nuestro versículo de hoy es una alerta que no debemos eludir por nada del mundo. Somos discípulos del Señor Jesucristo, y la obediencia fue su estilo de vida. Nosotros no podemos obrar de otra manera porque la gracia y la responsabilidad cristianas van juntas. Sin obediencia no hay salvación, porque somos salvos porque obedecimos al Señor en su mandato de arrepentirnos y confiar en Él para vida eterna. Ahora ya salvos, hemos sido comisionados por Él para que vayamos y hagamos discípulos que lo amen y lo obedezcan. No podemos ser padres de familia desobedientes al Señor porque engendraremos hijos desobedientes al Señor. Esta misma verdad se aplica en el terreno de nuestro ministerio cristiano. No podemos ser discípulos desobedientes, porque engendraremos discípulos desobedientes también. Lo que nuestra generación nos vea ser y hacer, eso mismo serán y harán ellos. ¡El discipulado es contagioso! Solo seres humanos santos engendrarán discípulos santos. Obedezcamos al Señor en todo para que no perdamos nuestro premio que él tiene listo para quienes lo aman y le obedecen.

Oración:
Amado Padre Celestial:
Líbrame del pecado de la rebelión activa o pasiva contra ti y las autoridades delegadas que has puesto en la sociedad. Ayúdame a elegir la libertad que me das al hacerme tu hijo para siempre, y huir de la esclavitud del rebelde y su desobediencia. Permíteme ser luz en medio de la oscuridad reinante. Ser la paz en medio del conflicto. ¡Gracias SEÑOR por darme la victoria! En el nombre de JESÚS. Amén.
Perla de  hoy:
Ore al Señor y confiésele toda desobediencia porque Él es amplio en perdonar.
Interacción:
¿Qué me dice Dios hoy por medio de su Palabra?
¿Existe una promesa a la cual pueda aferrarme?
¿Existe una lección por aprender?
¿Existe una bendición para disfrutar?
¿Existe un mandamiento a obedecer?
¿Existe un pecado a evitar?
¿Existe un nuevo pensamiento para llevarlo conmigo?

 

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