miércoles, 11 de septiembre de 2019

La Biblia y la oración


Francisco Aular
faular@hotmail.com
Lectura devocional: Juan 15:1-8          
Si permanecéis en mí, y mis palabras permanecen en vosotros, pedid todo lo que queréis, y os será hecho. Juan 15:7 (RV60)

La Biblia es al alma, lo que la oración es al espíritu, vivifica. La Palabra de DIOS es el manual de vida para llevarnos a ÉL; es la disciplina del alma para que nuestros pensamientos, voluntad y emociones estén alineados con la voluntad divina; mediante la Biblia, DIOS nos habla, y mediante la oración nosotros hablamos con DIOS. En el mismo grado que creamos y vivamos en la Palabra de DIOS, y podamos permanecer en ella, el SEÑOR nos promete: “pedid todo lo que queréis, y os será hecho”; no hay límites para lo que puede ocurrir con una oración saturada de Biblia. En efecto, uno de los grandes hombres de Dios que he admirado toda mi vida, ha sido, Leonard Ravenhill, y una de sus citas que más recuerdo es ésta: “Cualquier día de estos, algún alma sencilla tomará el Libro de Dios y lo leerá, y lo creerá. Los demás nos quedaremos avergonzados. Hemos adoptado la teoría conveniente de que la Biblia es un libro que ha de ser explicado; pero primero y por encima de todo, es un libro que ha de ser creído (y después de eso, ha de ser obedecido)”.

Nunca olvidaré mi primer pastorado en la Iglesia Bautista El Buen Pastor de la ciudad de Maracay, en Venezuela. Los nombres de muchos de los miembros de aquel, mi primer redil, todavía los recuerdo con cariño. Allí ocurrieron hechos divinos que han influido en el resto de mis años vividos; con ese grupo de amados hicimos de la oración y el estudio de la Palabra, a la par que la evangelización y el discipulado, una razón para vivir. Días de oración, ayunos voluntarios y vigilias de oración nos mantenían en sintonía con DIOS, toda esa disciplina de la oración, desarrollaron fe en la Palabra de DIOS; entonces, creíamos en las promesas de DIOS en Su Palabra, orábamos y DIOS nos oía. Las conversiones al Evangelio eran algo rutinario, tanto en el templo como en las plazas, en las calles y en las casas.

De tal manera que un domingo de aquellos, en nuestro templo celebrábamos la Cena del SEÑOR –el bautismo y la Cena del SEÑOR son las dos ordenanzas que instituyó nuestro SEÑOR JESUCRISTO-, el culto estaba vestido de solemnidad, los diáconos y yo, presidíamos la ceremonia; por la calle pasaba un hombre de unos sesenta años, iba en su bicicleta, miró hacia nosotros, detuvo su marcha, lo vi cuando puso su bicicleta en una de las columnas del templo, pasó y se sentó en la última banca; expliqué el símbolo de pan, que representa el cuerpo de JESÚS, y el vino representa la sangre del SEÑOR derramada por nosotros; de repente el hombre que había entrado, corrió hacia mí por el largo pasillo, se arrodilló y en voz alta dijo: “¡Yo estuve allí, cuando el Señor murió por mí, en estos momentos me arrepiento de mis pecados y le entrego mi vida!”, todos lo escuchamos, le tendí mi mano, lo levanté y lo abracé, dándole la bienvenida a la iglesia del SEÑOR. Aquel hombre, era el hermano Jesús Bolívar, a quien después el SEÑOR utilizaría grandemente al lado de mi ministerio con las Marchas Evangelizadoras en toda nuestra nación. ¡Nadie como él oraba citando la Palabra de DIOS en la oración! Sé que DIOS hizo grandes cosas en la evangelización y el discipulado en esos años en toda nuestra nación, en respuesta al clamor y la oración de su siervo Jesús Bolivar. El día para Jesús Bolívar, estuviéramos en donde estuviéramos, sin importar la hora en que fuéramos a dormir, comenzaba a las tres de la mañana con la lectura de la Palabra y la oración empapada de lágrimas y clamor por, una larga lista de nombres de personas y sus problemas, por nuestra nación y el mundo. No he conocido a un hombre con un alma tan sencilla como Jesús Bolívar, quien tomó la Biblia, creyó todo lo que DIOS promete en ella, y oró. Lo que vino después es historia. ¡La Biblia y la oración juntas mueven los cimientos mismos del Reino de DIOS y se suelta en bendición sobre la tierra!: “Si permanecéis en mí, y mis palabras permanecen en vosotros, pedid todo lo que queréis, y os será hecho”. Juan 15:7 (RV60).

Oración:
Padre eterno: ¡Te alabo nuevamente en esta hora en mi tiempo de comunión contigo! Ayúdame a disciplinarme y a ejercitarme en la Palabra de Dios y en la oración. En el nombre de JESÚS, amén.
Perla de hoy:
Si siempre permanecemos en la Palabra de Dios y la oración, entonces JESÚS permanece en y con nosotros hasta el fin del mundo.
Interacción:
¿Qué me dice Dios hoy por medio de su Palabra?
¿Existe alguna promesa a la cual pueda aferrarme?
¿Existe alguna lección por aprender?
¿Existe alguna bendición para disfrutar?
¿Existe algún mandamiento por obedecer?
¿Existe algún pecado por evitar?
¿Existe algún pensamiento para llevarlo conmigo


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