martes, 31 de mayo de 2016

¡Tú, puedes hacerlo!

Francisco Aular
faular @hotmail.com
Lectura devocional: 1 Tesalonicenses 5:1-11
Así que aliéntense y edifíquense unos a otros, tal como ya lo hacen. 1 Tesalonicenses 5:11 (NTV)

Todavía me acuerdo de mi primer sermón, me había preparado en el estudio de la Palabra, y Adonis Rodríguez mi discipulador espontáneo, me había escuchado predicarlo a voz alta en uno de los parques de Caracas, llamado Los Caobos. Adonis, era muy sincero, y en tono de broma me dijo: _”No eres un Billy Graham, pero saldrás bien: ¡Tú, puedes hacerlo!” El sábado por la noche, casi no dormí por el miedo escénico que me embargaba. Se celebraba la Semana de la Juventud, y yo, era el “pastor” de la ocasión, se supone que un pastor, predica… ¡En qué lío me habré metido esta vez!, pensaba. ¿Y si hago el ridículo? ¿Y si me desmayo del miedo? En estos pensamientos estaba, cuando amaneció.
Así llegamos aquella mañana del día del Señor, la cual sería inolvidable para mí. Los jóvenes, habíamos hecho en esa semana un trabajo de visitación a fondo, habíamos repartido tratados y al servicio de oración del miércoles, por primera vez, habíamos logrado tener allí, orando a casi todos los miembros de nuestra pequeña, congregación: La Misión Bautista Emanuel de Chacaíto.
Mi pastor el hermano misionero, Carlos Clark, debió verme la palidez de mi rostro, y me alentó cuando me dijo: “Francisco, estoy convencido de que usted puede hacerlo, y lo hará bien” Mi voz a penas, me salió para decirle; ¡Gracias pastor!...Oramos y salimos del cuarto hacia la plataforma que gracias a los trabajos de varios hermanos con el pastor Carlos Clark al frente, habían construido y también remodelaron como un santuario. Me senté al lado del pastor Clark, ya que le habíamos pedido que él presentara al predicador de la ocasión. Sentado, esperando mi turno en el programa, observé por primera vez en mi vida el rostro de los amados de la iglesia, sin esperar palabras de ellos. Un trío integrado, por Anita Burgos, Yolanda Salinas y Adonis Rodríguez, cantaron el himno: JESÚS el Buen Pastor. Lo hicieron también, que la única queja que yo tuve fue la de pensar porqué el autor no escribió ese himno con 100 estrofas…
“Mis amados hermanos, en esta oportunidad vamos a presentar al predicador de la ocasión, se trata de Francisco Aular, podemos decir que él es fruto de nuestra cosecha, aquí en Emmanuel…Con ustedes…” El pastor me abrazó y me dijo al oído: “¡Francisco, estaré orando por usted!”. Pasé al frente, sentía que las piernas se movían como si fueran castañuelas españolas. Me acerqué al micrófono, lo elevé hasta mi estatura. Agradecí a la juventud de la iglesia el que hubieran distinguido con ese honor de ser el portavoz del Señor, haber sido el “pastor, de esa semana. Agradecí también a los amados y amadas que me estaban ayudando en mi vida espiritual, y por supuesto agradecí al Señor por darme tantas bendiciones, sin yo merecerlas. Le pedí a los hermanos que se pusieran en pie y que abrieran sus Biblias en el pasaje que Dios había puesto en mi corazón. Leímos, y oré. Mientras oraba, sentí en mi alma, la santa seguridad de que el Autor de ella, estaba conmigo. ¡No había nada que temer, teniéndolo a Él, lo tengo todo! Para la gloria de Dios, al final del mensaje, había gente entregando sus vidas a JESÚS y otros haciendo otras decisiones para Él. Fui hacia ellos para poner también mi propia vida a la disposición del Señor. Había resuelto vivir para Él.
Se ve que el apóstol Pablo tenía una genuina preocupación por enseñar a las iglesias a edificarse los unos a los otros, pero muy especialmente con los nuevos creyentes en el Señor. De 58 veces que aparece en el Nuevo Testamento, las acciones los unos a los otros para estimularse a crecer hacia la madurez en Cristo, Pablo contribuyó con esta palabra, pues la usa 40 veces. Todavía me parece oírlo al decirme: ¡Tú, puedes hacerlo!
Voviendo al relato de aquella mi primera experiencia frente a la gran responsabilidad y honor de predicar en público. Me acerqué a una anciana, la hermana Felipa de Lávinz, ella era peruana, quien me había recibido a las puertas de la Misión, dos años antes, el día que llegué por primera vez, era una de mis consejeras y continuamente oraba por mí. Nunca he olvidado sus palabras: “¡Francisco, tú puedes hacerlo!”
Oración:
Amado Padre Celestial:
Quiero alabar Tu bendito nombre porque todo cuanto soy y he logrado en esta vida, te lo debo a ti. Has sido mi amigo en la oscuridad de las noches y en las tempestades de mi vida. Has borrado la incertidumbre de no saber el propósito de mi vida, y de saber que por mí mismo, ni siquiera existiría. Amado SEÑOR, fortaléceme interiormente con la humildad que nace de ti, que es la base para ayudar y animar a otros. Tú me has amado aún antes de que yo existiera, y sabiendo esto puedo ser un instrumento en tus manos para ayudar a otros. Pon en mí, las palabras que puedan levantar al caído, inspirar a los desanimados para que puedan confiar en tu amor, y dejar de lado todo temor. Haz que yo pueda decirles, con tu sinceridad: ¡Tú, puedes hacerlo!
Perla del hoy:
No importa lo grande de la tarea que tenemos por delante, lo que sí importa es saber lo grande de nuestro Dios quien nos llamó para realizarla.
Interacción:
¿Qué me dice Dios hoy por medio de su Palabra?
¿Existe alguna promesa a la cual pueda aferrarme?
¿Existe alguna lección por aprender?
¿Existe alguna bendición para disfrutar?
¿Existe algún mandamiento a obedecer?
¿Existe algún pecado a evitar?
¿Existe algún pensamiento para llevarlo conmigo?

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