lunes, 9 de mayo de 2016

¡No se turbe vuestro corazón!

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Lectura devocional: Apocalipsis 1:9-19
Al verlo, caí a sus pies como muerto. Pero él puso su mano derecha sobre mí, y me dijo: "No tengas miedo. Yo soy el primero y el último, y estoy vivo. Estuve muerto, pero ahora vivo para siempre, y tengo poder sobre la muerte. Apocalipsis 1:17,18 (TLA) No se turbe vuestro corazón; creéis en Dios, creed también en mí. En la casa de mi Padre muchas moradas hay; si así no fuera, yo os lo hubiera dicho; voy, pues, a preparar lugar para vosotros. Juan 14:1,2 (RV60)

Dice una leyenda, que cierta vez un peregrino oriental le preguntó al cólera morbo: “¿Adónde vas? ¡A Bagdad, a matar a cinco mil personas!”, contestó la epidemia. Pocos días después el mismo peregrino se encontró nuevamente con el cólera que salía de la ciudad. “Me dijiste que ibas Bagdad a matar a cinco mil personas, pero en realidad has matado cincuenta mil -observó el peregrino-. “No -contestó la epidemia-, maté cinco mil como dije. Los demás han muerto de miedo”.
En efecto, el miedo es una de las causas del fracaso en la vida de muchos seres humanos. El temor paralizante los tiene presos. Son cautivos y no pueden vivir en libertad. Más daño hace el miedo que la razón psicológica o verdadera, sin embargo, nuestro Dios es grande en misericordia. JESÚS es el regalo de Dios. Te invito a que reflexionemos juntos sobre la declaración más grande que nos ha hecho el Señor, concerniente a la conquista del miedo.
¡Fuera con el temor!, porque JESÚS vino desde el cielo para decirnos: "No temas". Es evidente que Dios sabe que los seres humanos nos enfrentamos a cada momento a situaciones de miedo. Y ciertamente, el problema del temor es un problema que debe ser reconocido en muchas vidas, tratado y eliminado. Sin embargo, hoy nos enfrentamos a muchas situaciones en que el ser humano -es comprensible- tiene miedo; los medios masivos de comunicación presentan noticias que llegan hasta nosotros al minuto de producirse en cualquier lado del planeta, para bien o para mal somos una aldea global, pero como las buenas noticias no bastan para vender, nos llegan también las malas.
Vivimos momentos en que la civilización como la hemos conocido hasta ahora, amenaza con tocar fondo. ¡El mundo está al revés! Como lo dijera el profeta: "¡Ay de los que llaman a lo malo bueno y a lo bueno malo, que tienen las tinieblas por luz y la luz por tinieblas, que tienen lo amargo por dulce y lo dulce por amargo!" (Isaías 5:20). ¡Este es el tiempo en que los hijos de Dios no debemos descuidar el mapa de la vida que es la Palabra de Dios! Millones de personas en el mundo tienen que recurrir a medicinas para controlar el miedo que no les permite vivir. Esto explica por qué millones de seres humanos viven esclavizados por el temor. Este hecho se ve en toda la sociedad: el rico y el pobre, el anciano y el joven, el nativo y el extranjero, el erudito y el ignorante, el que gobierna y los gobernados.
Esta generación tiene miedo de todas clases: temor a otros y a sí misma, temor al pasado, al presente y al futuro; temor a vivir en su país y fuera de él; temor de los afuera y de los dentro de su casa; temor a la enfermedad y a la salud; temor a divertirse y a sufrir; temor a la vida y a la muerte; temor a la pobreza y a la riqueza; temor a tener y temor a no tener. Y otros muchos temores.
¡Fuera con el temor!, porque JESÚS dice: “No se turbe vuestro corazón; creéis en Dios, creed también en mí”. ¿Cómo podemos vencer el temor? Es la pregunta que se hace el ser humano. Respondo con mucha sinceridad, ya que conozco la Palabra de Dios por más cincuenta años. Esta Palabra me ha servido, primero, para llevarme a la conquista de mi propio temor, con ella he podido predicar el mensaje liberador de temores de miles de hombres y mujeres. He predicado esta verdad por más de cuarenta países, en cuarenta y dos  años de ministerio a tiempo completo en la obra de Dios. Esta verdad la he enseñado y anunciado, en hospitales, cárceles, en universidades, por radio, televisión, prensa, teléfono, y por las redes sociales. He predicado en las calles, de puerta en puerta, en las plazas, en coliseos grandes y pequeños. He contado de la verdad de Dios a personas individuales, grupos pequeños y grandes concentraciones. He anunciado el evangelio a tiempo y fuera de tiempo. No me he quedado callado. No he rebajado las demandas de lo que exige el evangelio. No me he vendido ante nadie. La verdad es que no tengo bienes materiales, no los deseo ni los envidio. Mi esposa y yo hemos aprendido a contentarnos con lo que Dios nos ha dado.
He vivido lo suficiente para celebrar bodas, presentar niños delante de Dios, evangelizar y hacer discípulos, y, también me ha correspondido despedir a personas en los cementerios. Hasta ahora, no he visto a un solo cadáver que se lleve algo de lo que acumuló en vida. Esta “Feria de la Vanidad” en la que he vivido, no me fascina, no me atrae; no soy teólogo de fantasías, ni de supersticiones, ni de la prosperidad, soy cristiano de la cruz. No creo que JESÚS, que vino del cielo, se humilló al hacerse humano muriendo en una cruz para darme cosas temporales, solamente. La Biblia dice: “Si nuestra esperanza es que Cristo nos ayude solamente en esta vida, no hay nadie más digno de lástima que nosotros” (1 Corintios 15:19; LBLS) ¡Eso es suficiente!
Aquél que venció la muerte nos dice: "No tengas miedo". Hay buenas noticias: JESÚS vino, precisamente, con la misión y el mensaje para librar al ser humano del poder enervante y depresivo del temor. El mismo día en que nació JESÚS, un ángel de Dios se le apareció a los pastores que estaban cuidando sus ovejas cerca de Belén. Los pastores, nos dice la Biblia, se asustaron y sintieron miedo, pero el ángel les dijo: "No tengan miedo". JESÚS mismo, la noche en que fue entregado por Judas para ser crucificado, les dijo a sus discípulos: "No se turbe vuestro corazón", y, luego, como el Salvador y Señor resucitado y viviente, le dice a Juan, su discípulo amado en el primer capítulo del último libro de la Biblia: "No temas".
El Señor Jesucristo nos exhorta a no tener miedo; a no temer a la vida ni a la muerte; a no temer al futuro, a lo desconocido, ni a la eternidad; Él nos recuerda que es “el primero y el último,” el alfa y omega: Estuve muerto, pero ahora vivo para siempre, y tengo poder sobre la muerte. ¡JESÚS es nuestro éxito y la felicidad! ¡Nuestra pasión y triunfo! ¡No podemos perder teniéndolo a Él!
El ser humano pequeño se apoya en los hombres; el grande se apoya en Dios.
Oración:
Señor Todopoderoso:
Aquí me tienes, doblada las rodillas y el corazón frente a tu grandeza, para agradecerte por la voz de mi fe, el amor y la esperanza. Vengo a agradecerte por la vida eterna que me diste a través de JESÚS. Ningún don podrías haberme dado superior a ése. Ni fama, ni poder ni riqueza, pueden compararse a tu hermosa compañía, no solo en esta vida temporal, sino en la vida eterna la cual ya he empezado a vivir, en mi unión con tu Hijo. ¡Él venció sus temores para poder cumplir con su propósito eterno! Él, viviendo en mí, me da el triunfo definitivo sobre todo tipo de miedo que me domina, y por eso, ¡soy más que vencedor! Gracias amado Dios. En el nombre de JESÚS. Amén.
Interacción:
¿Qué me dice Dios hoy por medio de su Palabra?
¿Existe alguna promesa a la cual pueda aferrarme?
¿Existe alguna lección por aprender?
¿Existe alguna bendición para disfrutar?
¿Existe algún mandamiento a obedecer?
¿Existe algún pecado a evitar?
¿Existe algún pensamiento para llevarlo conmigo?

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