jueves, 22 de enero de 2015

Oración: disciplina del espíritu

Francisco Aular
Lectura devocional: 1 Tesalonicenses 5:12-24        
Que Dios mismo, el Dios de paz, los santifique por completo, y conserve todo su ser —espíritu, alma y cuerpo— irreprochable para la venida de nuestro Señor Jesucristo. 1 Tesalonicenses 5:23 (NVI)

¿Por qué todos los seres humanos, tenemos que nacer de nuevo para ser hijos de Dios? (Juan 1:12; 3:3) ¿Por qué tenemos que experimentar esa nueva vida que viene de lo alto? ¿Por qué tiene que existir esa regeneración espiritual para todos los pecadores? Estas preguntas no son retóricas, sus repuestas están desde hace milenios en la Palabra de Dios, la Biblia. Sencillamente, desde la caída de Adán y Eva en desobediencia a Dios, todos los seres humanos, si bien tenemos un espíritu dentro de nosotros, estamos muertos en nuestra relación con Dios “y el os dio vida a vosotros, cuando estabais muertos en vuestros delitos  pecados” (Efesios 2:1,2 RV60), desde luego  como seres humanos, poseemos la facultades del espíritu que son la intuición, la conciencia y la adoración para poder comunicarnos con el mundo espiritual. Cuando no hemos experimentado el nuevo nacimiento, ese espíritu humano prácticamente está muerto para relacionarse con Dios y con la Palabra de Dios, como debe ser. Así JESÚS lo afirmó: “Dios es Espíritu; y los que le adoran, en espíritu y en verdad es necesario que adoren.” (Juan 4:24 RV60). Fíjense que Pablo en nuestro versículo de hoy, enumera primero al espíritu, después el alma, y luego, el cuerpo. Porque en el ideal de Dios para el ser humano, debe ser nuestro espíritu -controlado y dirigido por el Espíritu de Dios- quien nos guía en este mundo y en el venidero. Por eso JESÚS, le dijo a un hombre muy religioso llamado Nicodemo: “De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de nuevo, no puede ver el reino de Dios…lo que es nacido de la carne, carne es; y lo que es nacido del Espíritu, espíritu es” (Juan 3:3,6 RV60).
Pues bien, la parte más completa del ser humano es su espíritu “los que en espíritu servimos a Dios, y nos gloriamos en Cristo Jesús” (Filipenses 3:3) Así vemos que es el espíritu, el lugar en donde el Espíritu Santo hace su residencia en forma personal después que hemos aceptado el regalo de la vida eterna que es JESÚS. Es el lugar del trono de Dios que ha desplazado al ego de nuestra vieja naturaleza como seres humanos, y desde aquí mediante la docilidad nuestra al poder del Espíritu Santo, es la parte de la comunión y la adoración a nuestro Dios que está siempre dispuesta para escuchar y obedecer Su voz “Orad y velad, para que no entréis en tentación; el espíritu a la verdad está dispuesto pero la carne es débil” (Mateo 26: 41, RV60). De esta manera con nuestro espíritu dócil a la dirección de Dios, podemos adorarlo como lo pidió Señor “en espíritu y en verdad” (Juan 4:24)
La principal manifestación espiritual de un verdadero nacido de nuevo, es adorar a Dios. Esto lo hacemos primordialmente por la oración. Orar es hablar con Dios. Sin conversación no puede haber comunión. La oración es comunicarnos con Dios por medio de nuestro espíritu. La oración es la parte esencial de la vida del espíritu. La oración sin cesar es la respiración de nuestro espíritu. “Desde que conocí a JESÚS, no puedo vivir sin orar.” Me confesaba el siempre recordado hermano, Jesús Bolívar. Me consta que pasaba horas en oración de intercesión delante de Dios por nuestra nación, por los pueblos y por las ciudades en que andubimos. A esto se sumaba la oración por los obreros de Dios y las iglesias. Aquel hombre de Dios, respiraba por su espíritu, la oración por otros. ¡Imposible decir, cuánto lo extraño a mi lado! La oración debiera ser el ejercicio del espíritu permanentemente en una forma natural en cada cristiano, nacido de nuevo. Esto es así, porque mediante la oración activamos todo el poder de Dios, y sus grandes tesoros de promesas para Sus hijos, como decía uno de los grandes hombres del siglo pasado, Leonard Ravenhill: “Los dos requisitos para una vida cristiana victoriosa son visión y pasión; ambos son nacidos y sustentados por la oración.” En realidad el la oración en espíritu (nótese que hablo del espíritu humano) es orar como la madre de Samuel: “Pero Ana hablaba en su corazón, y solamente se movían sus labios, y su voz no se oía.” (1 Samuel 1:13, RV60). Es verdad “que Dios no es nervioso”, como me decía un amado hermano que le gustaba orar a voz en cuello; pero tampoco es sordo para que le gritemos…En realidad Ana, exclamaba con gemidos del alma y el espíritu. ¡Dios oyó y respondió la oración que le hizo y para el gozo de ella y el nuestro: Nació ese gran hombre de Dios, llamado Samuel.
En realidad, nos hay sustituto para la oración, por lo tanto, debemos ejercitarnos en la búsqueda devocional de la comunión con nuestro Dios, y mantenernos en adoración a Dios aquí en la tierra, por medio de la oración. El en el cielo, no oramos porque allí estaremos siempre cara a cara con nuestro Dios. Ahora que estamos en el cuerppo la oración es simplemente un vehículo para transportarnos a Su presencia. O la ejercitamos o nos debilitamos. Indiscutiblemente podemos afirmar: la oración es la disciplina de nuestro espíritu.
Oración:
Padre eterno: ¡Te alabo nuevamente en esta hora en mi tiempo de comunión y adoración contigo! Ayúdame a disciplinarme y a ejercitarme en la oración, en el nombre de JESÚS, amén.
Perla de hoy:
En nuestro tiempo de orar en espíritu, nada es demasiado grande, ni tan insignificante para llevarlo ante Dios.
Interacción:
¿Qué me dice Dios hoy por medio de su Palabra?
¿Existe una promesa a la cual pueda aferrarme?
¿Existe una lección por aprender?
¿Existe una bendición para disfrutar?
¿Existe un mandamiento por obedecer?
¿Existe un pecado por evitar?
¿Existe un nuevo pensamiento para llevarlo conmigo?


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