lunes, 15 de diciembre de 2014

Si JESÚS no hubiera nacido

Francisco Aular
Lectura devocional: Lucas 1:26-38
Y ahora, concebirás en tu vientre, y darás a luz un hijo, y llamarás su nombre JESÚS. Este será grande, y será llamado Hijo del Altísimo; y el Señor Dios le dará el trono de David su padre; y reinará sobre la casa de Jacob para siempre, y su reino no tendrá fin. Lucas 1:31-33 (RV60)

Dentro de pocos días, la Navidad, o natalicio de JESÚS será celebrado en grande. En millones de hogares del mundo se congregará la familia, parientes y amigos, y celebrarán la cena tradicional; antes de la comida el padre o la madre o tal vez el más anciano de la familia, hará una oración de acción de gracias por los alimentos y por haber conocido a JESÚS como Señor y Salvador. Sentimientos inexplicables de amor, fe y esperanza plenarán la atmosfera que dirija en estos días la concordia humana en muchos corazones. Sin importar quién eres ni de dónde vienes, sentirás que alguien te abrazará o simplemente te saludará y te dirá: ¡Feliz Navidad! En efecto, si JESÚS no hubiera nacido, no conoceríamos una conducta de amor ni el idéntico sentimiento los unos por los otros, como éste que Dios ha derramado en nuestros corazones.
Por otra parte, en estos días, los cristianos nacidos de nuevo anhelan y buscan el compañerismo de su familia espiritual, la iglesia. Todavía viene a mi mente, esa primera Navidad que pasé en la iglesia. Era diciembre de 1963, yo, un joven de dieciocho años que había llegado ese año a los pies de JESÚS por medio del arrepentimiento y la fe en Él y le había rendido mi vida; luego busqué una iglesia, y el Señor me llevó a una que recién se iniciaba. Esa familia llegó a ser mi familia. Por primera vez, tuve la experiencia de un verdadero sentido de la Navidad, con mucha vergüenza confieso que yo tenía un sentido distorsionado de lo que eran esos días. Mis anteriores celebraciones habían sido dedicadas a fiestas con sus excesos en las bebidas, los bailes, los pleitos entre los que el alcohol se les había subido a la cabeza; había aprendido que el ser más importante en esas celebraciones era yo, y con tal de pasarla bien, estaba dispuesto a todo; aunque aún en la oscuridad espiritual de nuestras mentes, mi familia y yo seguíamos alguna tradiciones religiosas y sus valores, no teníamos una relación personal con JESÚS, la verdadera razón de la Navidad. En realidad la vanidad de aquellas celebraciones sin tomar en cuenta a Dios para nada, dejaban un profundo vacío, y el comenzar un nuevo año era prácticamente un retorno a las mismas celebraciones.
Por el contrario, el día en que JESÚS vino a mi corazón, las tinieblas se disiparon y de inmediato, busqué a mi familia espiritual y así llegué a la iglesia. Dios me dio una preciosa familia espiritual para que me ayudara en mi infancia cristiana. Mi pastor, el hermano Carlos Clark y su familia, se convirtieron en un modelo a seguir. Me invitaron a su casa aquella primera Navidad, y también lo hicieron para el 31 de diciembre. ¡Qué diferencia! Empezamos a cantar esos himnos navideños que a la verdad yo nunca había cantado, y entre ellos, “Noche de paz”; intercambiamos sencillos regalos unos con los otros; no eran costosos, pero aprendí que la Navidad es tiempo de dar y de recibir; oramos, y yo estaba tan emocionado que hice una de mis primeras oraciones en público; la hermana Shirley Clark, mi madre espiritual, nos llamó a la mesa y luego de una oración por el pastor, comimos; allí alrededor de aquella mesa, experimenté, no la alegría efímera, que luego como viene se va, sino, la maravillosa presencia de Dios, tal y como lo dice la Palabra: “En cambio, el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, amabilidad, bondad, fidelidad, humildad y dominio propio. No hay ley que condene estas cosas” (Gálatas 5:22,23 NVI). Por ello, si JESÚS no hubiera nacido, no seríamos parte de la familia de Dios: “Por lo tanto, ustedes ya no son extraños ni extranjeros, sino conciudadanos de los santos y miembros de la familia de Dios” (Efesios 2:19 NVI).
En realidad, todavía estaríamos en tinieblas, si en Navidad: JESÚS, no hubiera nacido.
Oración:
Padre eterno:
¡Gracias por enviarnos a tu Hijo y hacernos por su medio y méritos, tus hijos! Sin Él, no habría el amor que perdona y pide perdón; la paz sobre las tormentas de la vida; la luz en que disipa las tinieblas; el conocimiento y la experiencia de lo que es vivir y morir; la esperanza de la resurrección y que moraremos contigo para siempre. Ayúdame Señor a proclamar y a vivir, el verdadero sentido de la Navidad, en el nombre de JESÚS, amén.
Perla de hoy:
Con JESÚS, nuestro futuro del que nada sabemos, lo depositamos en las manos de nuestro Dios que todo lo sabe.
Interacción:
¿Qué me dice Dios hoy por medio de su Palabra?
¿Existe una promesa a la cual pueda aferrarme?
¿Existe una lección por aprender?
¿Existe una bendición para disfrutar?
¿Existe un mandamiento por obedecer?
¿Existe un pecado por evitar?
¿Existe un nuevo pensamiento para llevarlo conmigo?

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