miércoles, 2 de octubre de 2013

La oración: El vehículo de la gran cosecha

Francisco Aular
Lectura devocional: Lucas 10:1-12
 
Y les dio las siguientes instrucciones: «La cosecha es grande, pero los obreros son pocos. Así que oren al Señor que está a cargo de la cosecha; pídanle que envíe más obreros a sus campos. Lucas 10:2 (NTV)
Ocurrió que en preparativos para la tercera Marcha Evangelizadora en el oriente de Venezuela, me había comprometido con el pastor Samuel Ramírez a dar un viaje en reconocimiento del terreno. Así lo hice. Vale decir, que esto ocurrió una semana después del exitoso viaje a Estados Unidos, que incluyó Miami, donde Dios había hecho grandes cosas en medio de la Iglesia Bautista Emanuel, y luego, Texas, donde había grabado algunos programas de televisión; en aquel viaje el Señor nos había dado una gran cosecha de nuevas personas para Él, y, además, el pueblo de Dios se había edificado en general. Como yo era nuevo en el liderazgo, me sentía abrumado ante tantas bendiciones, ¡pero el Señor no dejó que el éxito se volviera vanidad en mí! -de allí, la importancia de este relato- porque, en realidad, la oración es el vehículo de la gran cosecha; mediante la oración intercesora ante el Señor de la cosecha, Él llama y usa con poder a sus obreros en la mies.
Así, que, me correspondió emprender un viaje para conocer los lugares por donde iríamos con la Tercera Marcha Evangelizadora -agosto de 1979-. En compañía del pastor Ramírez visité todos aquellos lugares por donde pasaría la Marcha un año y medio después de haberla iniciado como plan de evangelización personal en la obra venezolana en 1977. Nuestro itinerario incluía la ciudad de Puerto Ordaz y la de El Callao, y otros pueblos en el estado Bolívar. Así llegamos tarde, en la noche, a la ciudad de El Palmar. Nos alojamos en la casa de la familia Pulgar. Estábamos bajando nuestras cosas del carro cuando la hermana Pulgar se me acercó y con tono de imploración me dijo, “perdone usted hermano Francisco, pero tenemos en nuestra iglesia una anciana que lo ama mucho, ella nos pidió que tan pronto usted llegara lo lleváramos a su casa, ella quiere conocerlo”.
Llegamos a la casa de la hermana María Reina, una anciana cercana a los ochenta años, casi ciega. Ella había sido una de las fundadoras de la obra evangélica en aquellos pueblos conjuntamente con el misionero Covoult. La sala de la casa estaba dividida por un tabique y éste lo tenía empapelado con los artículos de mi columna “El avivamiento” que yo había publicado en nuestro vocero denominacional: El Luminar Bautista.
Me presenté delante de aquella sierva de Dios; intercambiamos algunas palabras, pero nunca olvidaré sus gestos y sus palabras. Se levantó de su asiento y tocando mi cara con sus manos, me dijo: “Francisco, ¿qué te había ocurrido, en dónde estabas estas semanas pasadas, que el Señor no me dejó dormir y puso en mi corazón interceder por ti noche y día?”.
Con rapidez mental, en fracciones de segundos, recordé todas las bendiciones recibidas en aquel viaje en Estados Unidos, ¡la intercesión de esta amada anciana por aquel joven evangelista había hecho la diferencia! Lágrimas de gratitud corrieron por mis mejillas y exclamé: “¡hermana María Reina no deje usted de orar por mí y por los obreros que estamos en el frente de batalla! Nunca más la hermana María Reina y yo volvimos a encontrarnos en esta tierra, pero sí sé, que mientras vivió, sus oraciones me acompañaron. Ella partió con el Señor unos 20 años después de ese encuentro.
Como todo intercesor estoy seguro de que su ministerio de intercesión abarcó mucho más allá de mi propio ministerio, sólo en el cielo, cuando nos encontremos otra vez, sabremos cuánto de lo bueno que hemos hecho en la obra se lo debemos a la hermana María Reina y a su gran ministerio de intercesión aquí en la tierra. El Señor de la obra trabaja por medio de nosotros, y aún así, necesitamos hermanos que intercedan por nosotros. Porque la oración es el vehículo de los obreros de la gran cosecha: “Y les dio las siguientes instrucciones: «La cosecha es grande, pero los obreros son pocos. Así que oren al Señor que está a cargo de la cosecha; pídanle que envíe más obreros a sus campos” (Lucas 10:2; NTV).
Oración:
Dulce oración, dulce oración,
de toda influencia mundanal
elevas tú mi corazón.
Al tierno Padre celestial.
¡Oh cuántas veces tuve en ti
auxilio en ruda tentación
y cuántos bienes recibí,
mediante ti, dulce oración.
Dulce oración, dulce oración,
al trono excelso de bondad
tú llevarás mi petición
A Dios que escucha con piedad.
Por fe espero recibir
la gran divina bendición
y siempre a mi Señor servir
por tu virtud, dulce oración.
Dulce oración, dulce oración,
que aliento y gozo al alma das,
en esta tierra de aflicción
consuelo siempre me serás
hasta el momento en que veré
las puertas francas de Sión
Entonces me despediré
Feliz de ti dulce oración.
Himno Dulce oración #138. Nuevo himnario popular. El Paso, Texas: Casa Bautista de Publicaciones, 1982
Perla de hoy:
La oración es un deleite de nuestro espíritu con Dios para que nos regocijemos y nos renovemos momento a momento en la tarea.
Interacción:
¿Qué me dice Dios hoy por medio de su Palabra?
¿Existe una promesa a la cual pueda aferrarme?
¿Existe una lección por aprender?
¿Existe una bendición para disfrutar?
¿Existe un mandamiento a obedecer?
¿Existe un pecado a evitar?
¿Existe un nuevo pensamiento para llevarlo conmigo?
 

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