lunes, 6 de mayo de 2013

Desvío y disciplina


Francisco Aular

Lectura devocional: Salmo 119:65-72

Yo solía desviarme, hasta que me disciplinaste; pero ahora sigo de cerca tu palabra. Salmo 119:72 (NTV)

En esta estrofa del Salmo 119 encontramos la verdad que Dios nos ama, y a menudo, al desviarnos de sus caminos, nos hace pasar por la disciplina de la aflicción y de las pruebas que son juicios temporales para que volvamos a Él.
Un misionero cristiano enviado al Medio Oriente, estaba compartiéndole el Evangelio a un hombre, pero este no entendía cómo un Dios bueno podría ser, al mismo tiempo, un Dios que repudia al pecado y disciplina por medio de juicios temporales a sus hijos para que se mantengan en el camino, y, además, cómo un Dios manso podría enojarse. “Dígame usted, que sigue a la Biblia, ¿cómo puede ser esto?” El cristiano le respondió por medio de una ilustración: “Vivían dos comerciantes en Alejandría. Ambos mandaron a sus hijos a Éfeso para educarse. Aquella ciudad pagana ejerció una influencia funesta sobre aquellos jóvenes, quienes renegando de su religión, se hicieron idólatras en el templo de Diana de Éfeso. Uno de los padres se conmovió profundamente al enterarse de lo ocurrido y ardiendo en cólera le dijo al otro: “De buena gana, le daría un buen castigo a mi hijo, sería una disciplina por haberse desviado de su fe, y los valores aprendidos en nuestro hogar, y no lo soltaría hasta hacerlo volver…”, “pero, ¿qué importa eso?, –contestó el otro-, lo importante para mí es que mi hijo sepa hacer buenos negocios. Lo demás me  tiene sin cuidado.” “Dime, preguntó el cristiano, ¿cuál de los padres te parece que amaba más a su hijo?”, “aquel que se enfadó”, respondió de inmediato. ”Tienes razón. Este padre no estaba airado con su hijo. Lo que le irritaba era ver su ruina y perdición, le dolía que su hijo perdiera el verdadero propósito de su vida. Quería disciplinar a su hijo, no para gozarse con su dolor, sino para regresarlo al sendero correcto mediante aquel castigo temporal. Ahí pues tienes la respuesta a tu pregunta”.
Pues bien, esta sección del Salmo 119 nos enseña que la corrección divina es nuestra esperanza de una vida mejor, y que Dios está profundamente interesado en que nosotros, sus hijos, andemos conforme a su propósito eterno, y crezcamos hacia la madurez cristiana conforme a su voluntad. No toda prosperidad viene de Dios, no todo sufrimiento proviene del maligno. Aunque es incómodo y doloroso recibir la corrección divina, el beneficio y bienestar de todo nuestro ser cuando la recibimos, y con humildad la aceptamos, produce en nosotros “la apacible cosecha” de una vida consagrada a Dios: “Ninguna disciplina resulta agradable a la hora de recibirla. Al contrario, ¡es dolorosa! Pero después, produce la apacible cosecha de una vida recta para los que han sido entrenados por ella” (Hebreos 12:11; NTV).
¿Cuál es la cosecha espiritual que recibimos cuando, humildemente, aceptamos la disciplina del SEÑOR, según el salmista? Surge una acción de gracias de nuestros corazones por la corrección divina: “SEÑOR, has hecho muchas cosas buenas a mi favor tal como lo prometiste.” (v65); facilita una mejor comprensión de la Palabra de Dios, un carácter enseñable: “Creo en tus mandatos; ahora enséñame el buen juicio y dame conocimiento” (v.66); nos da una dimensión de los atributos divinos, porque comprendemos que Dios nos ama y quiere lo mejor para nosotros, sus hijos: “Tú eres bueno y haces únicamente el bien; enséñame tus decretos” (v.68); adorna nuestro carácter con la buena sabiduría, la que agrada a Dios, y también, sirve de ejemplo a los que nos rodean, esos que no han tendido lazos para hacernos caer y alejarnos de Dios: “Los arrogantes me difaman con mentiras, pero la verdad es que obedezco tus mandamientos con todo el corazón. El corazón de ellos es torpe y necio, yo, en cambio, me deleito en tus enseñanzas” (vv.69,70); nos permite cosechar un mayor cuidado en nuestro andar, y fortalece el valor que se merece Palabra de Dios:El sufrimiento me hizo bien, porque me enseñó a prestar atención a tus decretos. Tus enseñanzas son más valiosas para mí que millones en oro y plata” (vv.71,72).
Oración:
SEÑOR, llena mi vida con tu Palabra, de modo que mis dichos y mi conducta diaria me eleven a ti. Sé que solamente JESUCRISTO, tiene Palabra de vida eterna; ayúdame SEÑOR a no desviarme de tu camino y propósito para mi vida; y si me desvío, que pueda yo arrepentirme y volver a ti, que tu disciplina amorosa me ayuda a volver a tu casa y morar para siempre contigo cara a cara. En el nombre de JESÚS. Amén.
Perla de hoy:
Dios nos ama, y menudo, al desviarnos de sus caminos, nos hace pasar por la disciplina de la aflicción, de las pruebas que son juicios temporales para que volvamos a Él.
Interacción:
¿Qué me dice Dios hoy por medio de su Palabra?
¿Existe una promesa a la cual pueda aferrarme?
¿Existe una lección por aprender?
¿Existe una bendición para disfrutar?
¿Existe un mandamiento a obedecer?
¿Existe un pecado a evitar?
¿Existe un nuevo pensamiento para llevarlo conmigo?

 

 

 

 

 

 

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