viernes, 12 de abril de 2013

Coraje cívico


Francisco Aular
 
Ve y reúne a todos los judíos que están en Susa, para que ayunen por mí. Durante tres días no coman ni beban, ni de día ni de noche. Yo, por mi parte, ayunaré con mis doncellas al igual que ustedes. Cuando cumpla con esto, me presentaré ante el rey, por más que vaya en contra de la ley. ¡Y si perezco, que perezca! Esther 4:14 (NVI)
 
Me convertí al Señor en el mes de abril de 1963, me encontraba solo en aquellos días, leyendo la Palabra de Dios, pero, allí mismo comprendí que el cristianismo verdadero tiene implicaciones colectivas, y por eso, busqué una congregación donde asistir y el Señor me llevó a una en agosto de ese mismo año. En el mes de octubre de aquel año cumplí mis 18 años, así que hice dos actos cívicos: Me inscribí en el servicio militar obligatorio y, también, en el Registro Electoral para votar en las elecciones presidenciales que se realizarían el 1 de diciembre de 1963.
Aquellos años eran terribles en Venezuela, porque, entre otras cosas, habían surgido las guerrillas urbanas, y éstas hacían actos terroristas en muchos lugares del país, sobre todo en Caracas, ya que la capital era su objetivo principal. La extrema izquierda amenazó con matar a los que fueran a votar; yo vivía en un barrio en el que todos nos conocíamos, y sabía quiénes pertenecían a la guerrilla urbana, y ellos estarían viéndome ir a depositar mi voto. Pero no me detuve, mi valor cívico pudo más que el miedo. Voté, y después me fui a mi iglesia a orar y a esperar los escrutinios; la verdad sea dicha: ¡El bravo pueblo venezolano acudió como nunca a votar! ¡Me sentí dichoso de contarme e identificarme con un pueblo así! Desde entonces, votar en toda elección de autoridades es una parte de mi doble condición como ciudadano del cielo y de la tierra.
El coraje cívico es el valor de un ciudadano para situarse frente a otros, y decir o hacer lo que cree que es conveniente, aun con el alto precio de perder su única vida humana en el cumplimiento de su deber. Quien se deja conducir por su coraje cívico no puede cegarse a las injusticias de los fuertes sobre los débiles, y tiene valor para enfrentarse pacíficamente y por todos los medios legales posibles, a los que quieren eliminar su opinión y libertad.
Por eso, me emociono cada vez que en la Palabra de Dios encuentro a mis héroes en la fe, quienes vivieron en épocas muy difíciles, en las cuales no existían gobiernos democráticos, y por lo tanto, no se podía elegir a los  gobernantes. Sus reyes tenían el poder en las manos para encarcelar o asesinar a sus enemigos.
A nosotros nos toca interceder en oración por nuestros gobernantes como Dios nos lo recomienda en su Palabra, igualmente cierto es que, “sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien” (Romanos 8:28; RV60). Pase lo que pase, los gobiernos son temporales mientras que el reino de Dios es eterno, y su triunfo final ya está asegurado, y sabemos que su “reino no es de este mundo”, por ello, predicar el Evangelio es nuestra prioridad, y no debemos enredarnos meramente en lo temporal. Pero también es cierto que, pacíficamente, debemos acudir a ejercer nuestros derechos como ciudadanos de esta tierra, ante los gobernantes, como lo hicieron los primeros cristianos: “Juzgad si es justo delante de Dios obedecer a vosotros antes que a Dios” (Hechos 4:19; RV60).
Pues bien, muchos de los hombres y mujeres de Dios en tiempos primitivos, tuvieron el coraje cívico para orar por sus gobernantes, así fuera por Nerón e intervenir usando sus influencias a favor del pueblo judío. Precisamente ese es el caso de la hermosa reina Ester, quien salvó a su pueblo al mostrar su coraje cívico y lograr lo imposible, su determinación fue: ¡Y si perezco, que perezca!
El ser humano con coraje cívico no puede andarse preguntando si hacer el bien o no es correcto, porque cuando se actúa como es debido, no necesitamos tener el juicio de otros, sino la valentía y el coraje para pensar y hacer lo que sabemos es lo correcto.
Así, en la preciosa historia de Ester encontramos a un hombre de gran valor cívico, Mardoqueo, padre de crianza de la Reina, que había sembrado en su hija los valores que sustentaba; el desenlace de la historia tiene un momento crucial, cuando Mardoqueo le dice a su hija: “No te imagines que por estar en la casa del rey serás la única que escape con vida de entre todos los judíos. Si ahora te quedas absolutamente callada, de otra parte vendrán el alivio y la liberación para los judíos, pero tú y la familia de tu padre perecerán. ¡Quién sabe si no has llegado al trono precisamente para un momento como éste!(Ester 4:13,14). Cuando por nuestra indiferencia, comodidad o identificación con la injusticia, no hacemos caso del coraje cívico que está en nosotros en un momento dado, entonces es posible que cuando queramos usarlo, nos sea demasiado tarde.
Oración:
Amantísimo Padre Celestial:
Te alabo porque tu poder y gracia no tienen límites. Has creado a las naciones y le has dado características especiales a cada una de ellas. Pusiste en mí un amor especial por mi patria terrenal y por la Patria celestial. Me dice tu Palabra que al final de los tiempos, Tú serás la luz de las naciones. ¡Señor haz que mi patria esté allí! En el nombre de JESÚS, amén.
Perla de hoy:
La verdadera libertad no es escoger nuestro propio camino, sino seguir el camino que Dios nos señala, y tener el valor para andar por él.
Interacción:
¿Qué me dice Dios hoy por medio de su Palabra?
¿Existe una promesa a la cual pueda aferrarme?
¿Existe una lección por aprender?
¿Existe una bendición para disfrutar?
¿Existe un mandamiento a obedecer?
¿Existe un pecado a evitar?
¿Existe un nuevo pensamiento para llevarlo conmigo?

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