lunes, 9 de abril de 2012

Poder, gloria y muerte

Francisco Aular
Una voz dijo: « ¡Grita!». Y yo pregunté: « ¿Qué debo gritar?». «Grita que los seres humanos son como la hierba.  Su belleza se desvanece tan rápido  como las flores en un campo.  La hierba se seca y las flores se marchitan  bajo el aliento del SEÑOR.  Y así sucede también con los seres humanos. Isaías 40:6,7 (NTV)
Cuando Pirro, rey de Epiro, iba a emprende su desastrosa campaña en Italia, en el año 281 antes de Jesucristo, su consejero Cineas quiso disuadirlo de su ambiciosa empresa, diciéndole: “-Señor, ¿qué harás cuando hayas vencido a los romanos? –Ah, Sicilia estará en mis manos y es fácil de dominar.-Y ¿qué harás cuando hayas conquistado Sicilia? –Entonces pasaré al África y tomaré Cartago. –Y entonces, ¿cuál será vuestro ulterior intento? –Entonces caeré sobre Grecia y Macedonia y recobraré lo que anteriormente perdimos allí. Y ¿qué harás cuando hayas colmado esta ilusión? –Bueno, cuando esto se haya conseguido, nos sentaremos tranquilos a gozar de nuestros triunfos. –Señor –le reconvino Cineas- ¿Por qué no hacer eso ahora? ¿No tienes ya un reino que te pertenece? El que no puede gozar un reino, tampoco podrá gozar del mundo entero”.
Esta historia no es más que la confirmación del hecho general: el ansia del poder y la ambición del corazón humano no conocen límites; cuanto más se posee, menos satisfecho se está. En efecto, desde su primer aliento en el Edén bíblico, el ser humano le fue más fácil escuchar la voz de Satanás que la de Dios: “…Sino que sabe Dios “— ¡No morirán! —Respondió la serpiente a la mujer—. Dios sabe que, en cuanto coman del fruto, se les abrirán los ojos y serán como Dios, con el conocimiento del bien y del mal” (Génesis 3:4,5 NTV). Así, en el ser humano, tanto la muerte espiritual -separación del ser humano de Dios- como la muerte física -separación del alma y el cuerpo-, son el resultado de su pasión obsesiva por el poder e intentos de jugar a ser Dios. Tras el poder del conquistador, viene la gloria que le atribuyen sus seguidores. En realidad, el objetivo máximo del poder es conquistar la gloria que viene con él, así se lo planteó el diablo a JESÚS: “Entonces el diablo lo llevó a una parte alta y desplegó ante él todos los reinos del mundo en un solo instante.  —Te daré la gloria de estos reinos y autoridad sobre ellos —le dijo el diablo—, porque son míos para dárselos a quien yo quiera. Te daré todo esto si me adoras” (Lucas 4:5-7 NTV). La seducción diabólica por el poder y la gloria está presente en el corazón de todo ser humano y sólo busca la ocasión para dar al traste con las mejores intenciones que los utópicos han soñado para la solución del problema de la humanidad.
Sin embargo, el poder y la gloria han tenido siempre -y así será hasta el final de la historia tal y como la conocemos-, un vencedor invencible, un campeón de peso pesado con sus puños letales, un conquistador de conquistadores, un nivelador social; es un rayo que destruye el poder y apaga la gloria efímera de los llamados grandes hombres que han vivido y vivirán: la muerte. La muerte rompe y quita todos los velos que cubren nuestra desnudez; descubre la podredumbre y miseria del poder y lo rebaja al ridículo y a la nada: Grita que los seres humanos son como la hierba.  Su belleza se desvanece tan rápido  como las flores en un campo.  La hierba se seca y las flores se marchitan  bajo el aliento del SEÑOR. Como las flores en un campo… ¡Tal es la grandeza humana! ¡Poder, gloria y muerte! Como bien lo cantara el gaucho Martín Fierro:
A la luz de las pasiones
Brilla, hermoso, el porvenir;
mas pasan las ilusiones
cual agua de los turbiones
que van al mar a morir.
(…) ha llegado el trance fuerte,
la sepultura se abrió;
nos eche en ella la muerte.
para la materia inerte,
todo en el mundo, acabó.
La Biblia nos dice que hubo Alguien que venció la muerte. Sus discípulos llevaron, y todavía hoy llevamos  esta Buena Nueva por todo el mundo: “Mas ahora Cristo ha resucitado de los muertos; primicias de los que durmieron es hecho” (1 Corintios 15:20 RV6).  ¡JESÚS mató a la muerte! Porque Él dijo de sí mismo: “Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí” (Juan 14:6 RV60).
Oración:
Gracias Señor porque he encontrado en Ti el secreto de la vida abundante; el triunfo final sobre la muerte; el tesoro de la vida verdadera; ¡Gracias Señor porque teniéndote a Ti, tengo todo lo hermoso que esta vida pudo darme! Ayúdame a creer de todo corazón que tu Reino no es de este mundo y por lo tanto esforzarme en tu gracia para expandirlo; ¡Quiero gastarme y consumirme en Ti! ¡Gracias! Amén.
Perla de hoy:
“No se puede servir a dos señores”. Nadie puede glorificarse ni abusar por un poder que le ha sido delegado temporalmente y glorificar a JESÚS al mismo tiempo.
Interacción:
¿Qué me dice Dios hoy por medio de su Palabra?
¿Existe una promesa a la cual pueda aferrarme?
¿Existe una lección por aprender?
¿Existe una bendición para disfrutar?
¿Existe un mandamiento a obedecer?
¿Existe un pecado a evitar?
¿Existe un nuevo pensamiento para llevarlo conmigo?

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