viernes, 18 de noviembre de 2011

¡SEÑOR eres mío!

Francisco Aular

Lectura devocional: Salmo 119:57-64

¡SEÑOR, eres mío¡ ¡Prometo obedecer tus palabras! Salmo 119:57 (NTV)

Todo ser humano nacido de nuevo, vive siempre al borde de una decisión de amor, fidelidad y obediencia a la Palabra de Dios, por lo cual puede afirmar: “¡SEÑOR eres mío!”

“¡SEÑOR eres mío!” Qué gran misterio para el poeta del Antiguo Testamento al escribir este Salmo 119: ¡El Dios grande y glorioso es suyo! Pero en la revelación del Nuevo Testamento se devela todo ese misterio, ese secreto de Dios se convierte en realidad, y por eso, los Apóstoles aprendieron a decirle a JESÚS: “¡SEÑOR mío y Dios mío!” (Juan 20:28 (RV60). Mayúsculas mías); y nosotros, una vez que proclamemos a JESÚS como nuestro Señor y Salvador, podemos decirles con sinceridad: “Prometo obedecer tus palabras”, pero sin fe, obediencia y fidelidad a la Palabra de Dios no existe conversión a Él, ni tampoco progreso en la vida espiritual. Por obediencia venimos a conocer a JESÚS por el arrepentimiento de nuestros pecados y por haber confiado únicamente en Él para nuestra salvación eterna; y por la fe, la obediencia y fidelidad a su Palabra permaneceremos en Él: “Por lo tanto, de la manera que habéis recibido al Señor Jesucristo, andad en Él” (Colosenses 2:6 RV60).
“¡SEÑOR eres mío!”, porque primero tú me hiciste tuyo: “Todo lo que el Padre me da, vendrá a mí; y al que a mí viene, no le echo fuera (…) Todo lo que tiene el Padre es mío; por eso dije que tomará de lo mío, y os lo hará saber (Juan 6:37; 16:15 RV60), y, porque soy del SEÑOR puedo decir: “Deseo tus bendiciones con todo el corazón; ten misericordia como lo prometiste” (v.58). La confianza que tenemos en un Dios y Padre nuestro, y que además, ¡es nuestro!, nos hace orar y vivir confiados en que Él nunca nos negará sus bendiciones, lo que es aún mejor para nosotros, según sus Promesas.
“¡SEÑOR eres mío!”, aunque los enemigos del cristiano nacido de nuevo: el mundo, la carne y el demonio, vengan a ofrecerme con sus tentaciones, una vida mejor, les diré, no porque: “¡SEÑOR eres mío!”, y sin en esta lucha flaqueare, no dejaré que lo dicho por el apóstol Pedro se aplique a mí: “Les hubiera sido mejor nunca haber conocido el camino a la justicia, en lugar de conocerlo y luego rechazar el mandato que se les dio de vivir una vida santa. Demuestran qué tan cierto es el proverbio que dice: «Un perro vuelve a su vómito»  Y otro que dice: «Un cerdo recién lavado vuelve a revolcarse en el lodo” (2 Pedro 2:21,22). ¡No! Yo poseo una nueva naturaleza, por lo tanto digo como el salmista: “Consideré el rumbo de mi vida y decidí volver a tus leyes. Me apresuraré sin demora a obedecer tus mandatos. Gente malvada trata de arrastrarme al pecado, pero estoy firmemente anclado a tus enseñanzas” (vv.59-61). En efecto, me encanta lo que escribe nuestro hermano Rick Warren en su famoso libro Una vida con propósito: “La Biblia es mucho más que una guía doctrinal. ¡Genera vida, crea fe, produce cambios, asusta al diablo, realiza milagros, sana heridas, edifica el carácter, transforma las circunstancias, imparte alegría, supera la adversidad, derrota la tentación, infunde esperanza, libera poder, limpia nuestras mentes, hace que las cosas existan y garantiza nuestro futuro para siempre! ¡Aleluya! No podemos vivir sin la Palabra de Dios” (p. 201).
“¡SEÑOR eres mío!”, y por lo tanto medito en tu Palabra y una oración de gratitud y acción de gracias surge del corazón a mis labios, y allí, en mi habitación, te busco aun a medianoche y encuentro una bendición especial en mi vida devocional, y como bien lo recomendó y practicó el mismo SEÑOR JESÚS: “Pero tú, cuando te pongas a orar, entra en tu cuarto, cierra la puerta y ora a tu Padre, que está en lo secreto. Así tu Padre, que ve lo que se hace en secreto, te recompensará” (Mateo 6:6 NVI); el salmista siente y practica, ¡la oración secreta!, esta es la oración que requiere invertir todo nuestro ser, espíritu, alma y cuerpo: “Me levanto a medianoche para agradecerte por tus justas ordenanzas” (v.62).
“¡SEÑOR eres mío!”, ¡qué hermosa actitud la del corazón del salmista! Ciertamente ama a Dios, pero también a los hermanos en la fe, como dijo Juan: “Nosotros sabemos que hemos pasado de la muerte a la vida porque amamos a nuestros hermanos. El que no ama permanece en la muerte. Todo el que odia a su hermano es un asesino, y ustedes saben que en ningún asesino permanece la vida eterna. En esto conocemos lo que es el amor: en que Jesucristo entregó su vida por nosotros. Así también nosotros debemos entregar la vida por nuestros hermanos” (1 de Juan 3:13-16 NVI). ¿Amas la iglesia como JESÚS la ama? No puede vivir la verdadera fe en forma solitaria: “Soy amigo de todo el que te teme, de todo el que obedece tus mandamiento. Oh SEÑOR, tu amor inagotable llena la tierra; enséñame tus decretos” (vv.63,64). Por estas cosas: “¡SEÑOR eres mío!”.

Oración:
“¡SEÑOR eres mío!” “¡SEÑOR, eres mío!” ¡Bendito y alabado seas para siempre! ¡Eres mío!, y, ¡soy tuyo! Amén.

Perla de hoy:
Todo ser humano nacido de nuevo, vive siempre al borde de una decisión de amor, fidelidad y obediencia a la Palabra de Dios, por lo cual puede afirmar: “¡SEÑOR eres mío!”

Interacción:
¿Qué me dice Dios hoy por medio de su Palabra?
¿Existe una promesa a la cual pueda aferrarme?
¿Existe una lección por aprender?
¿Existe una bendición para disfrutar?
¿Existe un mandamiento por obedecer?
¿Existe un pecado por evitar?
¿Existe un nuevo pensamiento para llevarlo conmigo?


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