jueves, 24 de marzo de 2011

¡SEÑOR, tenemos un problema!




Francisco Aular
 
Cuando contemplo el cielo, y la luna y las estrellas
que tú mismo hiciste no puedo menos que pensar:
"¿Qué somos los mortales para que pienses en nosotros y
nos tomes en cuenta?". Salmo 8:3,4 (TLA) 

Desde niño me cautivaron el cielo, la luna y las estrellas, mucho antes del alunizaje del Apolo XI, cuyas incidencias seguimos por televisión, Mary y yo en casa de mis suegros. Aquella noche del 20 de julio de 1969 las calles de nuestra ciudad estaban prácticamente vacías. Era muy emocionante ser testigos de primera de aquella ocasión irrepetible en que el ser humano posaba sus pies en la luna por vez primera. Como bien lo dijera Neil Alden Armstrong el comandante de la misión: "Un pequeño paso para un hombre, un gran salto para la Humanidad". Nosotros lo seguimos paso a paso, con el inolvidable Renny Ottolina. Sabíamos que contemplábamos un evento de dimensiones incomparables, así que, junto a nuestros vecinos, estallamos en aplausos en aquella inolvidable noche.
Digamos que, con los años, los viajes espaciales llegaron a ser rutina. Así que, una noche, oímos un grito de auxilio en el noticiero: "¡Houston, tenemos un problema!"… Era la exclamación angustiosa del astronauta Jack Swigert en aquel aciago 13 de abril de 1970 a las 9 y 30 de la noche. Swigert fue uno de los tres astronautas en la misión del Apolo XIII, la cual había sido lanzada dos días antes,  el 11 de abril de 1970. La misión fue el tercer intento de aterrizaje en la Luna, pero se vio interrumpida tras constatarse la ruptura de un tanque de oxígeno en el módulo de servicio de la Nave y por otros problemas.
Inmediatamente los ingenieros del Centro Espacial Johnson Houston se pusieron a trabajar sin descanso, y entre ellos, el joven ingeniero Merlin Merritt, esposo de Shirley G. Clark, hija de nuestros misioneros en Venezuela, Carlos y Shirley Clark. Merlin y Shirley eran miembros de una de las iglesias bautistas de la localidad. Merlin es testigo presencial de los milagros que Dios hizo en el Centro Espacial en esa ocasión, porque en aquellos angustiosos días, el mundo entero se unió en oración. En efecto, el mismo presidente de los Estados Unidos, Richard Nixon, pidió al mundo oración por los astronautas, ya que existía el peligro de que no pudieran regresar a la tierra, pues estaban a 380.000 kilómetros de nosotros. Recuerdo claramente que los medios de comunicación propagaban sin cesar las noticias que se replicaban en los hogares, talleres y oficinas del mundo entero. ¿Lograrían salvarse aquellos hombres o se perderían para siempre en el espacio?
¡Todos éramos testigos de aquellos momentos angustiosos que vivían los astronautas en su pequeña nave y los ingenieros espaciales en Houston! Permítanme decirles que, la noche del 15 de abril, nuestra pequeña Iglesia Bautista Emanuel de Caracas, ante la convocatoria a la oración de nuestro pastor Rev. Eusebio Pérez, acudió, y oró con fervor, pero, como sabemos, no fuimos los únicos. Nunca como antes pastores, sacerdotes, rabinos y hasta de otras religiones ajenas al judeocristianismo hicieron el llamado a  unirnos en la misma plegaria. Se hicieron vigilias de oración y cadenas. La oración que -como he escuchado a algunos decir- es la cenicienta en nuestras actividades religiosas, ¡en aquellos días se puso zapatos de oro y caminó con nosotros! Nuestro amado hermano y amigo Merlin Merritt, por donde va atestigua sobre cómo Dios movió su mano, y facilitó a los ingenieros y a otros científicos la estrategia para hacer realidad lo que parecía imposible: Swigert y sus compañeros Jim Lovell y Fred Haise retornaron sanos y salvos a la tierra el 17 de abril, tras aproximadamente 5 días y medio en el espacio. ¡La oración cambio la historia!
A casi 41 años de aquel suceso, y siendo testigos de  la intervención del Todopoderoso escuchando el clamor de la tierra, a la pregunta del salmista: "¿Qué somos los mortales para que pienses en nosotros y nos tomes en cuenta?", respondemos: somos objetos de su amor y compasión, y por eso podemos pedir auxilio al Centro Espacial en donde se encuentra nuestro Padre Celestial y decir con toda confianza: ¡SEÑOR, tenemos un problema!, y la oración cambiará la historia porque, "Dios es nuestro refugio y fortaleza, nuestro pronto auxilio en las tribulaciones" (Salmo 46:1 RV60).

Oración:
Amado Padre Celestial:
Hoy puedo decir y cantar: ¡No hay Dios tan grande como Tú! Lleno de misericordia, que inclinas tus oídos para escuchar nuestro clamor cuando, en medio de la angustia te buscamos. Gracias por permitirnos comunicarnos contigo por medio de nuestras oraciones. No existe ningún problema por grande o pequeño que Tú no puedas resolver según tu voluntad. Te ruego que pueda yo estar firme delante de Ti y esforzarme en tu gracia para proclamar que eres real. Contigo, sosteniéndome en tus brazos eternos, puedo enfrentar todo lo que está delante de mí. En el nombre de JESÚS, amén.

Perla de hoy:
Dios es un refugio seguro en las tormentas de nuestras vidas.

Interacción:
¿Qué te dice Dios hoy por medio de su Palabra?
Y en respuesta a ello…
¿Qué le dices tú a Él?




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