lunes, 1 de octubre de 2012

¿De dónde vienen los problemas?


Francisco Aular

 
¿De donde vienen las guerras y los pleitos entre vosotros? ¿No es de vuestras pasiones, los cuales combaten en vuestros miembros? Santiago 4:1 (RV60)

Un afamado conferencista matrimonial hacía un crucero por los países caribeños. Una mañana bajó a desayunar y la única mesa en la que quedaba un puesto, había una pareja. Saludó y pidió permiso para sentarse. Muy amablemente el hombre le dijo, “¡muy bienvenido, disfrute con nosotros esta vista preciosa!”; la señora no hablaba, pero por su expresión el conferencista se dio cuenta que no estaba a gusto allí. El conferencista se presentó y dijo su profesión; el hombre también lo hizo: “¡Muchos gusto, yo soy ingeniero y mi esposa fabricante!”, “¿ah sí, y qué fabrica la señora?”, ella no respondió, pero el hombre le dijo: “¡Ella fabrica problemas!”.
Ciertamente nuestros problemas personales, muy a menudo, no son causados por alguna persona de nuestro entorno, ni por catástrofes naturales, ni aún por el temible Satanás, la raíz de todos nuestros problemas yace en nosotros mismos, en nuestra actitud frente a la vida, en cabos sueltos que nunca atamos, en paréntesis que nunca cerramos, pidiendo perdón o perdonando. A muchos los guía la ira por un carácter sin domar y un resentimiento sin freno; todo esto nos hace más daños a nosotros mismos que a los demás, porque hace mucho tiempo, quizás, nos hicieron daño, pero ellos continúan sus vidas felices. Esas emociones negativas, esas “pasiones combaten” dentro de nosotros, y llegamos a ser sus esclavos, en vez de sus dueños.
Perdónenme que recurra a una experiencia personal, pero será mejor que lo diga aquí. Cuando yo tenía nueve años, mi mundo era el campo en el cual nací, mis padres, mis hermanitos, mi abuelita y mis tíos. Amaba mi campo, pero, mis padres no pudiendo hacer frente a una situación de mi salud, por lo cual me entregaron a un familiar que vivía en la ciudad capital de mi país, ¿cómo lo hicieron?, me engañaron llevándome de paseo; me despedí de mi madre, pero me aferré a ella, porque algo me decía que en aquella tarde nos separaríamos; un primo me entusiasmó a salir y fuimos de paseo, cuando regresamos, mi madre no estaba allí. Puedo recordar, a  cincuenta y siete años de aquella experiencia, que las doce horas que en ese entonces se hacía a la gran ciudad, no bastaron para secar mis lágrimas.
No fue fácil desde aquel día enfrentar mi infancia y adolescencia entre extraños. Siendo muy niño entonces, hice una resolución, y fue que no dejaría que esa experiencia me dañara; ya convertido al evangelio, Dios puso amor y comprensión hacia todos aquellos envueltos en una situación en la que ahora puedo afirma con toda la certeza lo que la Palabra de Dios dice del gran patriarca José: “pero el Señor estaba con José y le extendió su misericordia” (Génesis 39:21). Es más, ¡No sería quien soy, si el Señor no me hubiera permitido pasar por aquella prueba!  

Oración:
Padre eterno:
Eres demasiado grande y maravilloso para comprender tu altura, tu anchura y profundidad; en esta hora te doy gracias por ser mi Padre y cuidarme en todo mi transitar por este mundo; ayúdame a decirle al mundo tu mensaje; tú quieres que pertenezcamos a tu familia, y nada ni nadie nos puede separar. En el nombre de JESÚS, amén.
Perla de hoy:
Si Dios es lo único que tienes en el camino de la vida, vas con buena compañía.
Interacción:
¿Qué me dice Dios hoy por medio de su Palabra?
¿Existe una promesa a la cual pueda aferrarme?
¿Existe una lección por aprender?
¿Existe una bendición para disfrutar?
¿Existe un mandamiento a obedecer?
¿Existe un pecado a evitar?
¿Existe un nuevo pensamiento para llevarlo conmigo?

 

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