Francisco
Aular
faular@hotmail.com
No, amados hermanos, no
lo he logrado, pero me concentro sólo en esto: olvido el pasado y fijo la
mirada en lo que tengo por delante, y así avanzo hasta llegar al final de la
carrera para recibir el premio celestial al cual Dios nos llama por medio de
Cristo Jesús. Filipenses 2:13,14 (NTV)
Alguien ha
dicho que el tiempo no existe: que el tiempo en sí mismo es nada. Pero en esta vida humana he
aprendido que esa nada se convierte
en algo en términos de minutos, horas, días, meses y años. La nada de algunos se nos convierte algo para otros. Ese algo se nos
presenta vacío al comienzo de la vida, pero luego, se nos hace claro que
tenemos que llenarlo para que sirva para algo. Nuestra vida tenemos que
llenarla de propósito para que nuestro breve paso por aquí sea grande y útil
que dejamos de legado al salir. ¿Cuá es mi meta en la vida? Debería ser el
norte que la brújula señala como nuestro camino, porque aunque pensamos que
vamos a vivir aquí en esta tierra para siempre, no es verdad: “¡Setenta son los
años que se nos conceden! Algunos
incluso llegan a ochenta. Pero hasta los mejores años se llenan de dolor y de
problemas; pronto desaparecen, y volamos” (Salmo 90:10; NTV).
¿Cuá es mi
meta? ¿Hacia donde voy? ¿Cómo puedo aprovechar al máximo el potencial que Dios
ha puesto en mí? ¿Cómo puedo hacer realidad lo que Moisés escribió hace tantos
años?: “Enséñanos a entender la brevedad de la vida, para que crezcamos en sabiduría” (Salmo 90:12; NTV).
Lo primero
que tenemos que entender es que esta vida humana se nos ha dado con el
propósito de conocer el plan que Dios tiene para nosotros, el cual estuvo en su
mente en la “prehistoria de nuestra salvación” como lo decía el teólogo español
Francisco Lacueva. Así lo explicó, inicialmente, lleno de sabiduría, nuestro
admirado Pablo de Tarso: “Incluso antes de haber hecho el mundo, Dios nos amó y
nos eligió en Cristo para que seamos santos e intachables a sus ojos. Dios
decidió de antemano adoptarnos como miembros de su familia al acercarnos a sí
mismo por medio de Jesucristo. Eso es precisamente lo que él quería hacer, y le
dio gran gusto hacerlo. De manera que alabamos a Dios por la abundante gracia
que derramó sobre nosotros, los que pertenecemos a su Hijo amado. Dios es tan
rico en gracia y bondad que compró nuestra libertad con la sangre de su Hijo y
perdonó nuestros pecados. Él desbordó su bondad sobre nosotros junto con toda
la sabiduría y el entendimiento” (Efesios 1:4-8). ¡El cielo no es un premio,
sino un regalo de la gracia de Dios! ¡No es por lo que yo haga, sino por lo que
JESÚS ha hecho a mi favor lo que cuenta!
Así que
los que hemos sido escogidos por Dios para salvación, debemos arrepentirnos de
nuestros pecados, y como lo aconsejó el mismo JESÚS, “nacer de nuevo” (Juan
3:3); “¡ah!, si yo pudiera nacer de nuevo”, me dijo un hombre sexagenario al
cual presenté el Evangelio, rápidamente le respondí que de eso se trata la
Buena Noticia del Evangelio, ¡sí podemos nacer de nuevo! Y desde aquel día, el
hermano Jesús Bolívar, nació de nuevo y llegó a ser uno de los pioneros en el
ministerio de la Marcha Evangelizadora, y un hombre que abría su boca, y Dios
nos concedía lo que él le pedía. ¡Alabado sea Dios por su gracia!
¡Gracias,
mil gracias a Dios porque debido a su plan divino para salvarme, puedo
exclamar: “olvido el pasado y fijo la mirada en lo que está delante”! Atrás
quedaron mis errores, mis fracasos y mis pecados han sido borrados, “por medio
de Cristo Jesús”. En Cristo Jesús, ¡Dios me ha hecho de nuevo, me siento
nuevecito, cero kilómetros! Sé que no soy perfecto, ni lo seré en esta vida,
pero Dios me ha hecho de nuevo y por su gracia yo morí, y ahora ¡Cristo vive en
mí!, su victoria sobre el pecado y la muerte, ¡es mía también!, así que prosigo
a la meta que Él, JESÚS me ha trazado, ya no se trata de mí, sino de Él. Ahora
sé en Quién he creído: “(…) porque yo sé
en quién he puesto mi confianza y estoy seguro de que él es capaz de guardar lo
que le he confiado hasta el día de su regreso” (2 Timoteo 1:12; NTV). Como dice
un antiguo himno evangélico: “Mío es Él, y suyo soy” ¡Esa es mi meta!
Oración:
Amado Padre Celestial:
Hoy levanto mis ojos para darte gracias por tu amor
y misericordia de cuya fuente bebo cada día. Hoy continúo la lucha como todos
los seres humanos, pero aunque pierda alguna batalla, sé que la guerra ya está
ganada en el Calvario, y la Nueva Jerusalén, me espera para unirme a la gran
celebración. Más que nadie, tú me conoces desde antes de la fundación de mundo.
Dame tu mano. Dame tu fortaleza y valor en esta hora. Dame tu bendición porque
yo prosiga a la meta que tú me has trazado sin mirar atrás. Ayúdame para
señalar esta meta a mi generación. En el nombre de JESÚS. Amén.
Perla
de hoy:
En la hermosa historia de la salvación del ser
humano, JESÚS vino a la tierra para ofrecernos el regalo de la vida eterna.
Interacción:
¿Qué me dice Dios hoy por medio de su Palabra?
¿Existe una promesa a la cual pueda aferrarme?
¿Existe una lección por aprender?
¿Existe una bendición para disfrutar?
¿Existe un mandamiento a obedecer?
¿Existe un pecado a evitar?
¿Existe un nuevo pensamiento para llevarlo conmigo?
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