Francisco
Aular
Entren por la
puerta estrecha. Porque es ancha la puerta y espacioso el camino que conduce a
la destrucción, y muchos entran por ella. Pero estrecha es la
puerta y angosto el camino que conduce a la vida, y son pocos los que la
encuentran. Mateo 7:13,14 (NVI)
A finales de los
años 70 una dictadura militar dirigía los destinos de la república Argentina;
se perseguía con saña a los enemigos del régimen; se les hacía falsos juicios y
se los encarcelaba. La persecución, las torturas y la muerte estaban a la
orden de día. No había ley sino la que la dictadura imponía. El régimen tenía
sus espías por todas partes y era fácil que a cualquier ciudadano se le
acusara, nada más que por ser incómodo al gobierno. En ese tiempo, un
amigo mío, pastor, conferencista de fama internacional, con más de sesenta años
encima, y más de treinta de ministerio exitoso, fue invitado para dar unas
conferencias evangelizadoras fuera de su país. Llegó al aeropuerto con su
pasaporte en mano, y cuando ya se subía al avión, lo detuvieron. Los
militares no aceptaron explicaciones, tenían orden de captura contra el pastor
desde el más alto nivel. Era medianoche cuando lo llevaron delante del militar
de mayor rango. En su interior -nos dijo él-, oraba: "Señor tú sabes que
yo no he hecho nada en contra de este gobierno, ayúdame a defenderme…”. El pastor
escuchaba ruidos de las celdas que se abrían y cerraban, voces que pedían ayuda
desde un salón de torturas, y verdugos que gritaban buscando confesiones que se
ajustaran a lo que ellos pedían. Un frío le recorrió todo el cuerpo. Mi amigo
pidió fuerzas al Señor: “Padre, te he servido lo mejor que pude, ayuda a mi
esposa y a mis hijos, y a mi amada congregación, cuando les falte su
pastor”. Lo encarcelaron. Estuvo todo el día en aquel horrible lugar;
nadie sabía que estaba allí. Tampoco había explicaciones, y él no las exigía.
Vino el anochecer, y al fin escuchó su nombre. Cuando estuvo al frente del alto
oficial que ya lo conocía de la noche anterior, uno de los secretarios leyó una
especie de resumen de lo que habían averiguado de su persona. Todo coincidía
con él, escuchó el nombre de su esposa y de sus hijos, la iglesia que
pastoreaba y hasta las veces que había salido y entrado del país. “¿Cual es el
veredicto?” Pregunto en voz alta el oficial, y un oficial de menor rango, vino delante
del oficial hizo el saludo militar, haciendo sonar sus zapatos. Entonces, mi
amigo pastor escuchó: “¡Mi general, este hombre es inofensivo para el régimen
es un pastor evangélico!...”, acto seguido, le devolvieron sus documentos y su
dinero, y lo dejaron libre. Una vez en la calle, tomó un taxi hacia su casa.
Sus emociones se desbordaron y empezó a llorar, no de alegría sino de tristeza,
la voz de aquel hombre le retumbaba en sus oídos: “¡es inofensivo!”…
¿Se dirá eso mismo
de nosotros frente a la incomodidad de la evangelización? La nación en la cual
vivo se conoce por ser multicultural. Aunque existe libertad de cultos se nos
ordena respetar y no ofender a los musulmanes, ni a los judíos, tampoco a los
homosexuales, ni a los ateos. Predicar el evangelio se ha hecho ofensivo para
esta sociedad que anda por el camino ancho de la perdición eterna. ¿Qué
haremos? Algunos cristianos ha escogido ser cómodos, ellos son inofensivos,
cómplices de todas las desviaciones de nuestra sociedad y del mundo actual. Por
otra parte, la iglesia de estos tiempos se caracteriza por haber ajustado el
mensaje –según ellos- demasiado agresivo y acusador. Sus iglesias están llenas
de gente que vinieron para escuchar mensajes de cómo ser triunfadores en este
mundo moderno, y otros así, por el estilo. Un pastor muy conocido de una de las
congregaciones más grandes de los Estados Unidos, dijo en una entrevista: “¡No
predicamos sobre el pecado en nuestra iglesia porque eso ofendería a nuestros
numerosos asistentes!”.
Mis amados, la
verdad de las cosas es que el Evangelio de JESÚS ofende. El mismo fundador
murió en una cruz. Sus discípulos fueron tan ofensivos que todos –excepto Juan
el Apóstol- murieron crucificados. Los millones de mártires de ayer y de hoy
así lo proclaman. ¡No tenemos salida! No hay otro Evangelio. La puerta que
conduce de la tribulación a la gloria es estrecha; muchas cosas se tienen que
quedar cuando la puerta es estrecha, y apenas, de uno en uno y dejando todo,
podemos pasar. Uno tiene que reconocer que es un pobre pecador y que va camino
al infierno. Uno tiene que arrepentirse y nacer de nuevo. ¡Eso no es fácil! Nosotros
hablamos tanto de autoimagen que olvidamos que hemos sido hechos a
la imagen de Dios, y no a la de este mundo que va camino a su propia
destrucción. Es un urgente; el tiempo es corto. ¡Salgamos de nuestra
comodidad y dejemos de ser inofensivos! JESÚS espera que como sus grandes
hombres y mujeres del pasado, nosotros también, debemos escoger: Por la fe Moisés, ya adulto, renunció a ser
llamado hijo de la hija del faraón. Prefirió ser maltratado
con el pueblo de Dios a disfrutar de los efímeros placeres del pecado (Hebreos
11: 24-25 NVI).
Oración:
Padre ayúdame a ser
un testigo eficaz llevando tu Evangelio en uno de los momentos más difíciles de
la humanidad. En el nombre de JESÚS, amén.
Perla de hoy:
Un evangelio sin la
ofensa de la cruz, la negación de uno mismo y la invitación a tomar cada día la
cruz, no es evangelio.
Interacción:
¿Qué
me dice Dios hoy por medio de su Palabra?
¿Existe
una promesa a la cual pueda aferrarme?
¿Existe
una lección por aprender?
¿Existe
una bendición para disfrutar?
¿Existe
un mandamiento por obedecer?
¿Existe
un pecado por evitar?
¿Existe un nuevo pensamiento para llevarlo conmigo?
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