Francisco Aular
Nosotros no
creemos que podamos hacer nada para salvarnos. Si la salvación dependiera de la
circuncisión, yo podría sentirme más orgulloso que cualquiera: me circuncidaron
a los ocho días de nacido, pertenezco a la nación de Israel, y soy de la tribu
de Benjamín; ¡soy más hebreo que muchos hebreos! En cuanto a cumplir la ley,
pertenecí al grupo de los fariseos. Filipenses 3:4,5.
“Sola fide”
significa solamente por la fe; por la fe en la Palabra de Dios. Ante un sistema
religioso cerrado que no deja espacio, y viendo la historia del cristianismo,
nos preguntamos: ¿Qué lleva a un ser humano que ha sido levantado por su
familia en un sistema religioso prolijo, complejo y compacto a abandonar todo
ese bagaje familiar-religioso y aventurarse en una nueva fe? ¿Qué fuerza
poderosa es capaz de hacer que un solo hombre se levante contra un imperio
religioso y lo haga tambalear por sus cuatro costados? ¿Qué movió a ese
individuo a levantar un movimiento capaz de una revolución espiritual que
cambió la historia?
En efecto, las
vidas de Pablo y Martín Lutero nos van a enseñar una gran verdad. La religión,
por muy perfecto que sea su engranaje, no es suficiente para tener la seguridad
de agradar a Dios y aceptar su Salvación. Tanto Pablo como Lutero eran hombres
profundamente religiosos desde la cuna. Pablo nació en medio de la religión que
Dios entregó a Moisés en el Sinaí. Martín Lutero fue producto del catolicismo
romano de la Edad Media. El Primero tuvo su encuentro personal con Dios, camino
a Damasco; el segundo, tuvo su encuentro con Dios al estudiar la Escritura y
descubrir la salvación como regalo de Dios a través de la fe en Jesucristo.
Pablo fue perseguido por los judíos, sus correligionarios; Lutero fue
perseguido por los católicos romanos, sus correligionarios.
De hecho, tanto a
Pablo como a Martín Lutero los siglos los han revindicado. Pablo es reconocido
como el teólogo y misionero más grande de la historia del cristianismo. Martín
Lutero es considerado como el líder principal de un movimiento cristiano
llamado el protestantismo. Martín Lutero no quería dejar la Iglesia Católica
Romana. Encabezó un esfuerzo para que La Iglesia Católica Romana regresara a
sus raíces bíblicas, pero hasta hoy no ha sido logrado. No obstante abrió las
puertas al avivamiento de otras congregaciones que ya existían, como los
valdenses y anabautistas que conquistaron a Europa en aquellos años del siglo
XVI. Nuevos y talentosos hombres de Dios surgieron: Juan Calvino, Ulrico
Zwinglio, Phillip Melanchthon; Tomás Mützer, Juan Knox y centenares más. No fueron
hombres perfectos, tuvieron sus errores; eran seres humanos, pero estuvieron
por encima del descrédito en que el clero romano había caído en aquellos días.
“Sola
fide” fue la conclusión a la que llegó aquel teólogo alemán, al estudiar
detenidamente la Palabra de Dios, y, al descubrir la verdad de la justificación
por la fe, expuesta por el apóstol Pablo, y que, al descubrirla, la hizo suya.
De esta manera, el 31 de octubre del año 1517, el monje agustino Martín Lutero
caminó resuelto hacia el templo del Castillo de Wittemberg, Alemania. Con
determinación y sin que le temblaran sus manos, el sacerdote de 34 años levantó
el martillo y clavó uno de los escritos más estridentes de la historia
religiosa. En esa época, las puertas de los templos servían a las comunidades
como medios de comunicación. No hizo falta ni un mes para que los gritos del
documento se oyeran en toda Europa y muy especialmente dentro del Vaticano. El
documento que no pretendía otra cosa que ser la voz solitaria en la inmensa noche
de la Edad Media, no era otro que las llamadas Noventa y Cinco Tesis. Si Roma
hubiera oído aquella voz, hoy contáramos esta historia de otra manera.
Martín
Lutero, al igual que otros héroes de la fe, nos dejó un gran legado que los
evangélicos modernos no debemos echar al olvido. El mismísimo Papa Juan Pablo
II pidió perdón ante las injusticias que se hicieron con aquel monje que
leyendo la Escritura, descubrió lo que Pablo había escrito 1500 años antes, que
nuestra justificación delante de Dios es solamente por fe; Martín Lutero lo
subrayó en su Biblia cuando escribió: “Sola fide”, Solamente por fe. No
convirtamos el glorioso evangelio que costó sudor, lágrimas, sangre y muerte a
muchos amados para que llegara a nosotros, en una fórmula mágica para triunfar
en este mundo material y por lo tanto, temporal. No me canso de decirlo,
Jesucristo no dejó su Gloria para que yo viva un evangelio de pura oferta y facilismo.
Martín Lutero pagó un precio en sus días: Se alejó de Roma, que representaba
para él todo en esta vida, pero se acercó a Dios, y aceptó la salvación como un
regalo, mantuvo la fe y triunfó. Tú y yo, al salir de este mundo, tenemos que
dejarle a la futura generación lo único que también nos podremos llevar al
salir de él, la herencia incorruptible de la salvación por fe.
Pues
bien, sin la existencia de la Palabra de Dios nunca hubiéramos tenido un 31 de
octubre de 1517, ni a Martín Lutero y sus famosas 95 tesis, que en un día como
hoy hace 495 años, iniciaron la Reforma Protestante. Para Martín Lutero, para
los otros grandes reformadores, y para nosotros hoy, la Biblia es nuestra
máxima autoridad de fe y práctica. En la Palabra de Dios encontramos la
respuesta divina a nuestras angustias espirituales en medio de un mundo
injusto. La Palabra de Dios ilumina hasta el último resquicio de nuestro ser:
espíritu, alma y cuerpo. ¡Por esta Palabra vivo; por esta Palabra muero! ¡Feliz
día de la Reforma Protestante para todos a los que nos ha llegado la
iluminación, poder y gracia de la Palabra de Dios!
Oración:
Amado Padre
Celestial:
¡Gracias por
dejarnos tu bendita Palabra, y darnos el don de la fe para hacerla vivir en
nosotros por el poder del Espíritu Santo! ¡Levantáte SEÑOR e ilumina con tu
Palabra nuestro andar diario, y ayúdame con tu poder y gracia llevarla a los demás!
En el nombre de JESÚS. Amén.
Perla de hoy:
Martín
Lutero, al igual que otros héroes de la fe, nos dejó un gran legado que los
evangélicos modernos no debemos echar al olvido.
Interacción:
¿Qué me dice Dios hoy por medio de su
Palabra?
¿Existe una promesa a la cual pueda
aferrarme?
¿Existe una lección por aprender?
¿Existe una bendición para disfrutar?
¿Existe un mandamiento por obedecer?
¿Existe un pecado por evitar?
¿Existe un nuevo pensamiento para llevarlo conmigo?
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Déjanos tus comentarios