Francisco Aular
Pero Dios me ha contestado: «Mi gracia es todo lo que necesitas; mi
poder actúa mejor en la debilidad.» Así que ahora me alegra jactarme de mis
debilidades, para que el poder de Cristo pueda actuar a través de mí. 2 Corintios 12:9 (NTV)
A principios de este año, yo estuve hospitalizado,
por sufrir dos enfermedades, y en ruta segura a la tercera. Una enfermera se me
acercó y me dijo con voz firme: “¡Debe caminar; haga todo el esfuerzo y camine
por favor”!, y se fue. Desde luego, nadie quiere ser débil; hice intentos para
parecer fuerte, pero las fuerzas se me habían ido con la salud. Entonces, llegó
Aiko, una enfermera japonesa, quien comprendió mis esfuerzos, se acercó a mi
cama, y haciendo una venia a la usanza nipona, me dijo: “Señor, vengo a
ayudarlo”, me hizo señas para que pasara mi brazo por encima de sus hombros, y
una vez en el piso, tomó todos aquellos implementos que me habían puesto, los
puso cuidadosamente en un atril rodante y caminamos. Me imagino que ver a aquel
enfermo de más de 60 años, dando sus primeros pasos, después de un colapso,
hacia su salud, y la enfermera, joven y fuerte a su lado; esa escena debe
llamarse, entre la debilidad y la fuerza.
En el reino de este mundo, vale decir, desde los
valores impuestos por la sociedad en la cual vivimos, caída bajo el poder del
pecado, los fuertes se imponen sobre lo débiles, sin embargo, en el reino de la
gracia, los valores divinos actúan de manera diferente. Así lo enseñó JESÚS a
sus discípulos, a pocas horas de ir a la cruz del Calvario: “Entonces Jesús los
llamó a todos y les dijo: «Ustedes saben que los que gobiernan a los pueblos se
portan como sus amos, y que los grandes señores imponen su autoridad sobre esa
gente. Pero entre ustedes no debe ser así. Al contrario, si alguno de ustedes
quiere ser importante, tendrá que servir a los demás. Si alguno quiere ser el
primero, deberá ser el esclavo de todos. Yo, el Hijo del hombre, lo hago así.
No vine a este mundo para que me sirvan, sino para servir a los demás. Vine
para dar mi vida por la salvación de muchos” (Mateo 20:25-28; NTV). ¡Qué
paradojas hallamos en los caminos del SEÑOR! El importante no es el que es
servido, sino el que sirve; el que quiere ser el primero debe ser el esclavo de
los demás; El que quiere ser fuerte debe ser débil; el que quiere vivir debe
morir primero.
¿Cuándo somos verdaderamente fuertes o débiles según
los cánones divinos? Somos fuertes cuando no utilizamos el poder para manipular
a las personas, sino para servirles; somos fuertes cuando no utilizamos el
poder de nuestra personalidad para controlar a los demás; somos fuertes cuando
no obligamos o intimidamos a los demás para que nos sirvan en contra de su
voluntad y sin libertad. Así, vemos que cuando el mundo nos califica de
fuertes, es porque actuamos según los antivalores de este mundo, y esos son una
muestra de nuestra debilidad. Aunque estemos vestidos de púrpura y armiño según
el mundo, en realidad, ¡estamos desnudos delante de Dios!
Por otro lado, cuando somos fuertes delante de Dios,
tenemos valor para admitir que hemos errado y necesitamos pedir perdón; amamos
y perdonamos, no llevamos notas de
cuántas ofensas hemos recibido de los demás; podemos admitir que pese a
nuestros logros en la vida cristiana, es asunto de nuestros dones y talentos recibidos
de Dios y no de nosotros. En consecuencia, al vivir así, pareciera al mundo que
somos débiles. Un millonario estadounidense al ver la actitud de los cristianos
y sus verdaderos valores, dijo: “El cristianismo es una fe de perdedores”; es
posible que sea así, según el reino de este mundo, pero según Dios somos
fuertes, y por lo tanto: “mas que vencedores” (Romanos 8:37). Cuando el apóstol
Pablo oró para que le fuera quitado “el aguijón en la carne”, recibió esta
respuesta divina:
«Mi gracia es todo lo que necesitas; mi poder actúa mejor en la debilidad.» Pablo
respondió con esa firmeza y con una paradoja que la mantuvo hasta la muerte: “Me
alegro de ser débil, de ser insultado y perseguido, y de tener necesidades y
dificultades por ser fiel a Cristo. Pues lo que me hace fuerte es reconocer que
soy débil” (2 Corintios 12:10; NTV). Nerón, el hombre fuerte según el mundo,
condenó a Pablo a la muerte; murió decapitado. Hoy en día, ¿quién es Pablo y
quien Nerón? Como decía mi gran maestro de teología, el doctor Roy Lyon, si te
nace un hijo, lo nombras Pablo, en honor del gran apóstol del cristianismo, si
te nace un perro bravo, lo llamas: ¡Nerón!
Lo admito, esta es una
verdad difícil de asimilar en el reino del mundo. Aquí, preferimos la ilusión
pasajera de nuestro poder, en vez de la realidad de la debilidad del reino de
la gracia, no obstante, es la voluntad de Dios que los que vivamos en su reino,
no nos impongamos a los demás y abusemos de nuestro poder pasajeros, y más
bien, nos rindamos a la gracia de Dios, y sirvamos a todos en nuestro breve
caminar en esta vida: “Dios protege a quienes lo obedecen, pero los rebeldes mueren
angustiados; ¡de nada les sirve su fuerza!” (1 Samuel 2:9; NTV). Hoy tenemos
que decidir entre la debilidad y la fuerza.
Oración:
Amado Padre
Celestial:
Vengo
delante de ti tal como soy, con mi carga de debilidades y flaquezas,
implorándote que hagas el milagro de mantenerme sin jactancias, ni soberbias
que se adueñen de lo que por gracia me has dado. Sólo tú puedes SEÑOR, hacer
que yo escoja ser débil para que tu fortaleza brille en mí. En el nombre de
JESÚS. Amén
Perla de hoy:
El
poder absoluto de Dios puede mostrarse en nuestra mayor debilidad.
Interacción:
¿Qué me dice Dios hoy por medio de su
Palabra?
¿Existe una promesa a la cual pueda
aferrarme?
¿Existe una lección por aprender?
¿Existe una bendición para disfrutar?
¿Existe un mandamiento por obedecer?
¿Existe un pecado por evitar?
¿Existe un nuevo pensamiento para llevarlo conmigo?
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Déjanos tus comentarios