miércoles, 7 de noviembre de 2012

Gracia y responsabilidad (3)


Francisco Aular

Antes bien, creced en la gracia y el conocimiento de nuestro Señor y Salvador Jesucristo. A él sea gloria ahora y hasta el día de la eternidad. Amén. 2 Pedro 3:18 (RV60)

El apóstol Pedro ordena a sus lectores, “creced en la gracia y el conocimiento…”. Esto es una realidad, la vida cristiana no es estática, el cristiano nacido de nuevo es una persona cuya vida está en continuo desarrollo, y aumentando el conocimiento de Dios, experimentando cada día la maravilla de la gracia de Dios. Muchos antes que Pedro, ya lo había dicho el proverbista: “Mas la senda de los justos es como la luz de la aurora, que va en aumento hasta que el día es perfecto” (Proverbios 4:18).   
Ahora bien, ¿cómo crecemos en la gracia? Bueno, necesitamos un enfoque, un camino, y desde luego, una motivación. Este proceso lo divido en tres etapas: Ubico en la primera etapa el tiempo cuando se nos explicó el Evangelio y nos enfocamos en sí mismos, totalmente separados de un Dios santo, y, como seres humanos incapaces de hacer algo por nosotros mismos para escapar del infierno, así, comprendiendo la invitación divina, vinimos a Cristo. Nuestra motivación fue ser salvos y escapar del castigo. Sin embargo, sin recibir un entendimiento claro de que la salvación es apenas el inicio de nuestra santificación, no comprendimos que es un asunto de la gracia de Dios de principio a fin: “siempre en todas mis oraciones rogando con gozo por todos vosotros, por vuestra comunión en el evangelio, desde el primer día hasta ahora; estando persuadido de esto, que el que comenzó en vosotros la buena obra, la perfeccionará hasta el día de Jesucristo” (Filipenses 1:4-6). Estando en esta etapa, frente a la grandeza del amor de Dios, nos dijimos, ¡no puede ser!, creo que yo debo hacer algo por mí mismo. Y andamos por el mundo, envueltos en un activismo religioso sin sentido, enfocados en nosotros mismos y con una motivación de recompensas y castigos. Si me porto bien, Dios me premia, si me porto mal, me castiga. ¡Imposible tener paz con Dios, y con nosotros mismos!
Por otra parte, tenemos la etapa dos de nuestro crecimiento en la gracia; nuestro enfoque son los modelos de hombres y mujeres que admiramos en la vida cristiana; queremos seguir las demandas de la vida cristiana imitando las vidas de otros. Esto no es malo en sí, por cuanto eso fue lo que Pablo le pidió a sus discípulos: ”Sed imitadores de mí, así como yo de Cristo” (1 Corintios 11:1); y vosotros vinisteis a ser imitadores de nosotros y del Señor, recibiendo la palabra en medio de gran tribulación, con gozo del Espíritu Santo” (1 Tesalonicenses 1:6). Lo sé, ¡usted nunca se propuso que en su imitación de esos modelos de hombres y mujeres santos, llegaría también a ser modelos para otros! Por supuesto, ser modelo de otros demanda el saber que no somos merecedores de tanto honor, pero también exige mucha responsabilidad.
Esto nos lleva a considerar la etapa numero tres: No hacemos las cosas, ni por temor al castigo ni por obtener un premio, tampoco siguiendo a modelos humanos que, tal y como nosotros mismos, pueden fallar; nuestro enfoque no es seguir una ley, sino los principios. Nuestra motivación es la responsabilidad. Ahora bien, esta tercera etapa de la gracia debiera ser la vida cristiana normal como el Apóstol lo dice en Gálatas 2:20: “con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí”. En esto consiste la victoria final: ¡Morir deliberadamente a nosotros mismos!, y permitir a JESÚS vivir su vida a través de nosotros. ¡Es imposible vivir la vida cristiana por nuestros propios esfuerzos! Es muy distinto cuando en una acción deliberada e intencional, acudo al Señor a cada momento, como un estilo de vida y vengo a Él continuamente para que ser “miembro de su cuerpo, de su carne y de sus huesos” (Efesios 5:30; RV60). Diciendo la verdad, muchos cristianos nacidos de nuevo nunca llegarán a esta etapa, ni tampoco quieren hacerlo. De todos modos, habiendo acudido a JESÚS y arrepintiéndose de sus pecados son salvos. ¡Nos veremos en la gloria! Pero, sin duda, una vida cristiana en la etapa tres es una vida victoriosa aquí en la tierra y podrá impactar a otros y hasta llegar a ser modelo, pero ese no debe ser nuestro enfoque ni nuestra motivación, sino la responsabilidad de quiénes somos y lo que hacemos bajo la dirección de Dios, esforzándonos en la gracia de nuestro Señor Jesucristo, y por eso, poder decir: “En cuanto a mí, jamás se me ocurra jactarme de otra cosa sino de la cruz de nuestro Señor Jesucristo, por quien el mundo ha sido crucificado para mí, y yo para el mundo” (Gálatas 6:14; NVI).
Oración:
¡Bendito Señor eterno! Me asomo al océano de tu gracia y me siento como una gota de agua que tú has redimido para ayudar a otros. Ayúdame Señor a morir para que vivas Tú en mí. En el nombre de JESÚS, amén.
Perla de hoy:
Cuando descubras y experimentes vivir bajo el poder de la gracia de Dios, no podrás permanecer en silencio.
Interacción:
¿Qué me dice Dios hoy por medio de su Palabra?
¿Existe una promesa a la cual pueda aferrarme?
¿Existe una lección por aprender?
¿Existe una bendición para disfrutar?
¿Existe un mandamiento por obedecer?
¿Existe un pecado por evitar?
¿Existe un nuevo pensamiento para llevarlo conmigo?

 

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