Francisco Aular
Lectura devocional:
Apocalipsis 22:1-21
Aquel que es el testigo fiel de todas esas cosas dice: “¡Sí, yo vengo
pronto!”. ¡Amén! ¡Ven, Señor Jesús! Apocalipsis 22:20 (NTV)
Comencé a escribir
Perlas del Alma el 16 de octubre del año 2007; era un proyecto para un año, y
hemos cumplido cinco años. Al pensar en mi declaración de intenciones inicial,
tenía en mi mente el hecho de que la vida es una sucesión de dificultades que a
veces vienen en fila, termina una y viene la otra, sin embargo, el cristiano
nacido de nuevo no tiene necesidad de vivir afligido por ello, ¡Dios nunca
prometió librarnos de los problemas a los cuales son sometidos los demás seres
humanos!, pero nos dice: “Sean vuestras costumbres sin avaricia, contentos con
lo que tenéis ahora; porque él dijo: No te desampararé, ni te dejaré” (Hebreos
13:5; NTV). La Biblia nos habla de muchos hombres y mujeres de Dios sufrientes,
pero tomaré la vida ejemplar de José, el hijo de Jacob y Raquel. Este hombre
hizo todo bien, sin embargo, tuvo que soportar una vida de sufrimientos, pero
él mantuvo su optimismo hasta vencer al final de su larga vida. Este hombre
tuvo dos hijos, y a los dos les puso nombres interesantes por el significado: “José llamó a su hijo
mayor Manasés, porque dijo: «Dios me hizo olvidar todas mis angustias y a todos
los de la familia de mi padre». José llamó a su segundo hijo Efraín, porque dijo:
«Dios me hizo fructífero en esta tierra de mi aflicción» (Génesis 41:51,52;
NTV). Fíjese en esta actitud vencedora: “Dios me hizo olvidar todos mis
problemas”, “Dios me hizo fructífero en esta tierra de aflicción.”
Por otro lado, en este
devocional, al igual que José lo hizo, veo en cada problema que me ocurre veo
una puerta, una salida, es decir una perla, como lo señala Juan, al describir
la Nueva Jerusalén: “Las doce puertas estaban hechas de perlas, ¡cada puerta hecha de una
sola perla! Y la calle principal era de oro puro y tan cristalino como el
vidrio” (Apocalipsis 21:21; NTV). Por
utópico que parezca a los incrédulos, ¡hay un fabuloso futuro para los
cristianos nacidos de nuevo!, pero, por ahora, tenemos que lidiar con problemas
y con pruebas, por lo tanto, debemos hacer de cada problema de nuestro pasado o
del presente, una perla. ¿Qué es una perla, cómo se forma? En el fondo del
océano habita la ostra, un marisco muy apreciado en la buena mesa. Algunas
veces, se forma una tormenta de arena que tira a la ostra de un lado a otro,
entonces, un grano de arena entra en el molusco, y esto le produce una herida
que le causa sufrimiento. El organismo de la ostra entra en acción para
sanarla. Segrega una sustancia, que poco a poco, cubre el grano de arena.
Cuando se sana, posee una perla preciosa en su interior. Esa ostra no será
solamente parte de una buena comida, sino también, se lucirá de muchas maneras
como una joya preciosa de mucho valor. Así que, ¡toda perla natural es fruto de
un proceso de sanidad de una herida! ¡Sin sufrimiento no hay perla!
Ahora bien, ¿cómo
podemos transformar nuestros problemas en perlas? Eso depende de nuestra
actitud frente al desafío que nos presente una crisis en nuestras vidas. Cuando
estemos pasando por aflicciones, debemos saber que Dios esta formando una perla
del alma que afectará tu espíritu, tu mente, tu voluntad y tus emociones.
¡JESÚS transformó la cruz de maldición en bendición! ¡La transformó en la
preciosa perla de salvación que hoy disfrutamos!
Pues bien, por cinco
años, he mantenido este devocional en una relación muy estrecha con todos mis
perlistas; algunos me reportan la lectura, otros no, sin embargo, los hechos y
las personas que expresan que han pasado a otro nivel espiritual por medio de
estas meditaciones, hacen que me sienta muy agradecido a mi Señor y Salvador
JESÚS; es mi oración al Padre Celestial que estas quinientas perlas que me ha
permitido escribir, Él las utilice para su honra y gloria. Sin duda, estos
devocionales seguirán llevando su mensaje sobre cómo convertir nuestros
sufrimientos en perlas del alma.
Hoy interrumpo, hago un
paréntesis necesario a la escritura diaria de Perlas del Alma, porque otros
asuntos, relacionados siempre con nuestra pasión por nuestro amado JESÚS,
reclaman la prioridad de mi tiempo. No es un adiós es simplemente un, ¡hasta
luego!
Pensando en esto, me detuve
en el hasta luego de JESÚS, en ese maravilloso día de su ascensión a los
cielos. Me imagino a sus discípulos en aquella despedida, ¡sabían que no lo
verían más¡, sin embargo, dos ángeles los confortaron: “Hombres de Galilea
—les dijeron—, ¿por qué están aquí parados, mirando al cielo? Jesús fue tomado
de entre ustedes y llevado al cielo, ¡pero un día volverá del cielo de la misma
manera en que lo vieron irse!” (Hechos 1:11; NTV).
En estos momentos me
viene a la memoria uno de mis grandes autores favoritos, el doctor Francisco
Lacueva porque, en el cruce de correspondencia que mantuvimos, nos llamábamos
mutuamente “tocayo”, bueno, mi amado tocayo, en uno de sus últimos libros
-antes de irse a morar con el SEÑOR-, Apocalipsis,
publicado por editorial Clie, al final escribe algo que me parece su hasta
luego para todos nosotros sus admiradores en todo el mundo, y surge, justamente, comentando el hasta luego
de JESÚS: “¡Sí, yo vengo pronto!”, escribe: “La fantasía lo ha descrito bajo la imagen de una
doncella cuyo prometido la dejó para ir de viaje a Tierra Santa, con la promesa
de que, a su regreso, la haría su esposa amada. Muchos le decían a ella que
jamás volvería a verlo. Pero ella creía en la palabra de él y, tarde tras
tarde, bajaba al solitario puerto y encendía una luz frente a las rugientes
olas, para dar la bienvenida al navío que había de devolverle a su amado… Así
también, aquel bendito Señor que nos ha amado hasta la muerte, se ha marchado a
la misteriosa Tierra Santa de los cielos, prometiendo que, a su vuelta, nos
tomará como a su dichosa y eterna Esposa. Algunos dicen que se ha ido para
siempre y que nunca más lo veremos aquí. Pero su última palabra fue: “¡Sí,
vengo presto!”… Y alguna de esas noches, mientras el mundo está ocupado en sus
alegres frivolidades, riéndose de la doncella del puerto, una forma se
levantará de las turgentes olas, como otrora en Galilea, a vindicar para
siempre toda esa espera y devoción, y traer a ese fiel y constante corazón un
gozo, una alegría y un triunfo que nunca tendrá fin”.
Con
lágrimas en mis ojos, digo: “¡Sí, ven, Señor JESÚS!” (Apocalipsis 22:20). Nunca
nos has dicho adiós, sino simplemente un ¡hasta luego!
Oración:
Padre Celestial:
¡Gracias por la salvación que me has dado por tu
gracia! ¡Gracias por llamarme para escribir sobre ti, en todos estos años! ¡Yo
sé que tu amado Hijo volverá a buscarnos para llevarnos con Él para siempre!
¡Vivimos entre su hasta luego y la esperanza de volverlo a ver! Mi mano sostén
SEÑOR, hasta que llegue ese momento o me llames a tu presencia. En el nombre de
JESÚS. Amén
Perla de hoy:
A
medida que este mundo nos prueba, va surgiendo una perla del alma que exclama:
¡Ven SEÑOR JESÚS para brillar contigo!
Interacción:
¿Qué me dice Dios
hoy por medio de su Palabra?
¿Existe una promesa
a la cual pueda aferrarme?
¿Existe una lección
por aprender?
¿Existe una
bendición para disfrutar?
¿Existe un
mandamiento a obedecer?
¿Existe un pecado a
evitar?
¿Existe un nuevo
pensamiento para llevarlo conmigo?
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