Francisco Aular
Paguen a cada uno lo que le corresponda: si deben
impuestos, paguen los impuestos; si deben contribuciones, paguen las
contribuciones; al que deban respeto, muéstrenle respeto; al que deban honor,
ríndanle honor. Romanos 13:7
Mi buen amigo el diccionario viene en mi ayuda, al
comenzar esta meditación en la que tocaré el tema del respeto. En efecto,
nos dice que “respeto es consideración y reconocimiento del valor de algo.
Miedo, temor, recelo o aprensión”, como cuando decimos: me encanta el mar, pero
le tengo respeto”. El término viene del latín “respectus”
(consideración, miramiento). También significa educación, es decir, la manera
respetuosa en que tratamos a los demás. La idea es que uno debe andar en sus
relaciones con los demás seres humanos, tomándolos en consideración,
teniéndolos en cuenta.
Permítanme ponerles un ejemplo muy personal. Como
ya les he compartido en otras Perlas, nací
en una montaña en donde no teníamos muchas cosas, pero, sí, luchábamos para
vivir; mis padres y familiares me enseñaron a no pasar de largo frente a otro
ser humano, sin tomarlo en cuenta. Una de las palabras favoritas de esos
primeros años era “respeto”; era un tipo de etiqueta social rudimentaria.
Violar el código, significaba, por lo mínimo, una reprensión de nuestros
padres. La consideración a las personas se iniciaba en el hogar en los primeros
años de vida, comenzando por los de nuestra casa, y, de manera simultánea se
extendía a los demás.
Ciertamente, el respeto supone ponerse en el lugar
del otro; hay que mirar a los demás de un modo más profundo, y vislumbrar, que
al igual que yo, él también tiene sus misterios; le doy reconocimiento y valor
como ser humano, no le doy la espalda, lo trato bien, y saco de lo más profundo
de mí, lo mejor que soy y lo que tengo para dárselo. Soy benévolo con él a la
hora de sus fallas porque como él, yo también puedo caer. Percibo que es
vulnerable y no lo debo herir. Lo respeto tal como es. A la hora de la verdad,
me pongo a su lado, lo respaldo. Aunque no estoy de acuerdo con sus creencias,
no permito que se le ataque y discrimine por ellas. Creo que todo ser humano debe
ser respetado de ese modo, por ello, no me fijo en lo superficial y aparente
nada más, porque sé que todo humano tiene un ser interior que, a veces,
permanece oculto, y, por lo tanto se hace necesario viajar a su interior, para,
desde allí, estimularlo con respeto, y hacer que brillemos juntos en la
brevedad de nuestras vidas temporales.
El Apóstol aconseja: “Paguen a cada uno lo que
corresponda.” No hay que respetar solamente a los superiores por el poder
temporal que les ha sido dado, sino también a aquellos, que dicho poder no
respeta. Más allá del poder temporal existe un bien superior: la verdad, la
libertad y la justicia. Quien desprecia a otro ser humano es como quien
desprecia a Dios: Si alguien
afirma: “Yo amo a Dios”, pero odia a su hermano, es un mentiroso; pues el que
no ama a su hermano, a quien ha visto, no puede amar a Dios, a quien no ha
visto. (1 Juan 4:20; NVI).
Mi optimismo al ver lo que el evangelio puede hacer
a favor del ser humano es grande y único. Nada podrá apartarme de esta verdad.
No obstante, hoy más que nunca, cuando leemos las noticias
internacionales, y vemos el liderazgo mundial despreciar la diplomacia e
irrespetar al ser humano con insultos, me duele. Más aún, al contemplar a esos
líderes mientras fanfarronean, se pavonean y se dan mucha importancia delante
de los demás, irrespetándolos, pues, ellos son dignos de compasión.
Me acuerdo de los grandes del pasado, y pienso qué
poco hemos avanzado. Mi oración es: SEÑOR, perdónanos y ten compasión de
nosotros. ¡Tenemos que llegar a ellos con tu mensaje de amor y perdón!
Entonces, veo que la gran necesidad del momento es orar, y esforzarnos en la
gracia de Dios y poner, otra vez, antes de que sea demasiado tarde, el respeto
en acción.
Oración:
Señor, hazme un instrumento de tu paz.
Donde haya odio, siembre yo amor;
donde haya injuria, perdón;
donde haya duda, fe;
donde haya tristeza, alegría;
donde haya desaliento, esperanza;
donde haya sombras, luz.
Donde haya odio, siembre yo amor;
donde haya injuria, perdón;
donde haya duda, fe;
donde haya tristeza, alegría;
donde haya desaliento, esperanza;
donde haya sombras, luz.
¡Oh, Divino Maestro!
Que no busque ser consolado sino consolar;
que no busque ser amado sino amar;
que no busque ser comprendido sino comprender;
porque dando es como recibimos;
perdonando es como Tú nos perdonas;
y muriendo en Ti, es como nacemos a la vida eterna.
Que no busque ser consolado sino consolar;
que no busque ser amado sino amar;
que no busque ser comprendido sino comprender;
porque dando es como recibimos;
perdonando es como Tú nos perdonas;
y muriendo en Ti, es como nacemos a la vida eterna.
(San Francisco de Asís)
Perla de hoy:
El respeto a Dios y su Palabra es la guía para
respetar a los demás.
Interacción:
¿Qué
me dice Dios hoy por medio de su Palabra?
¿Existe
una promesa a la cual pueda aferrarme?
¿Existe
una lección por aprender?
¿Existe
una bendición para disfrutar?
¿Existe
un mandamiento a obedecer?
¿Existe
un pecado a evitar?
¿Existe un nuevo pensamiento para
llevarlo conmigo?
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