jueves, 22 de noviembre de 2012

El respeto en acción


Francisco Aular

Paguen a cada uno lo que le corresponda: si deben impuestos, paguen los impuestos; si deben contribuciones, paguen las contribuciones; al que deban respeto, muéstrenle respeto; al que deban honor, ríndanle honor. Romanos 13:7

Mi buen amigo el diccionario viene en mi ayuda, al comenzar esta meditación en la que tocaré el tema del respeto.  En efecto, nos dice que “respeto es consideración y reconocimiento del valor de algo. Miedo, temor, recelo o aprensión”, como cuando decimos: me encanta el mar, pero le tengo respeto”. El término viene del latín “respectus” (consideración, miramiento). También significa educación, es decir, la manera respetuosa en que tratamos a los demás. La idea es que uno debe andar en sus relaciones con los demás seres humanos, tomándolos en consideración, teniéndolos en cuenta.
Permítanme ponerles un ejemplo muy personal. Como ya les he compartido en otras Perlas,  nací en una montaña en donde no teníamos muchas cosas, pero, sí, luchábamos para vivir; mis padres y familiares me enseñaron a no pasar de largo frente a otro ser humano, sin tomarlo en cuenta. Una de las palabras favoritas de esos primeros años era “respeto”; era un tipo de etiqueta social rudimentaria. Violar el código, significaba, por lo mínimo, una reprensión de nuestros padres. La consideración a las personas se iniciaba en el hogar en los primeros años de vida, comenzando por los de nuestra casa, y, de manera simultánea se extendía a los demás.
Ciertamente, el respeto supone ponerse en el lugar del otro; hay que mirar a los demás de un modo más profundo, y vislumbrar, que al igual que yo, él también tiene sus misterios; le doy reconocimiento y valor como ser humano, no le doy la espalda, lo trato bien, y saco de lo más profundo de mí, lo mejor que soy y lo que tengo para dárselo. Soy benévolo con él a la hora de sus fallas porque como él, yo también puedo caer. Percibo que es vulnerable y no lo debo herir. Lo respeto tal como es. A la hora de la verdad, me pongo a su lado, lo respaldo. Aunque no estoy de acuerdo con sus creencias, no permito que se le ataque y discrimine por ellas. Creo que todo ser humano debe ser respetado de ese modo, por ello, no me fijo en lo superficial y aparente nada más, porque sé que todo humano tiene un ser interior que, a veces, permanece oculto, y, por lo tanto se hace necesario viajar a su interior, para, desde allí, estimularlo con respeto, y hacer que brillemos juntos en la brevedad de nuestras vidas temporales.
El Apóstol aconseja: “Paguen a cada uno lo que corresponda.” No hay que respetar solamente a los superiores por el poder temporal que les ha sido dado, sino también a aquellos, que dicho poder no respeta. Más allá del poder temporal existe un bien superior: la verdad, la libertad y la justicia. Quien desprecia a otro ser humano es como quien desprecia a Dios: Si alguien afirma: “Yo amo a Dios”, pero odia a su hermano, es un mentiroso; pues el que no ama a su hermano, a quien ha visto, no puede amar a Dios, a quien no ha visto. (1 Juan 4:20; NVI).
Mi optimismo al ver lo que el evangelio puede hacer a favor del ser humano es grande y único. Nada podrá apartarme de esta verdad. No obstante,  hoy más que nunca, cuando leemos las noticias internacionales, y vemos el liderazgo mundial despreciar la diplomacia e irrespetar al ser humano con insultos, me duele. Más aún, al contemplar a esos líderes mientras fanfarronean, se pavonean y se dan mucha importancia delante de los demás, irrespetándolos, pues, ellos son dignos de compasión.
Me acuerdo de los grandes del pasado, y pienso qué poco hemos avanzado. Mi oración es: SEÑOR, perdónanos y ten compasión de nosotros. ¡Tenemos que llegar a ellos con tu mensaje de amor y perdón! Entonces, veo que la gran necesidad del momento es orar, y esforzarnos en la gracia de Dios y poner, otra vez, antes de que sea demasiado tarde, el respeto en acción.
Oración:
Señor, hazme un instrumento de tu paz.
Donde haya odio, siembre yo amor;
donde haya injuria, perdón;
donde haya duda, fe;
donde haya tristeza, alegría;
donde haya desaliento, esperanza;
donde haya sombras, luz.
¡Oh, Divino Maestro!
Que no busque ser consolado sino consolar;
que no busque ser amado sino amar;
que no busque ser comprendido sino comprender;
porque dando es como recibimos;
perdonando es como Tú nos perdonas;
y muriendo en Ti, es como nacemos a la vida eterna.
(San Francisco de Asís)
Perla de hoy:
El respeto a Dios y su Palabra es la guía para respetar a los demás.
Interacción:
¿Qué me dice Dios hoy por medio de su Palabra?
¿Existe una promesa a la cual pueda aferrarme?
¿Existe una lección por aprender?
¿Existe una bendición para disfrutar?
¿Existe un mandamiento a obedecer?
¿Existe un pecado a evitar?
¿Existe un nuevo pensamiento para llevarlo conmigo?

 

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