Francisco Aular
Así el pecado no tendrá dominio sobre ustedes,
porque ya no están bajo la ley sino bajo la gracia. Entonces, ¿qué? ¿Vamos a
pecar porque no estamos ya bajo la ley sino bajo la gracia? ¡De ninguna manera! Romanos 6:15,16 (NVI)
La Biblia nos dice que somos salvos por gracia: “Porque por gracia ustedes han sido salvados
mediante la fe; esto no procede de ustedes, sino que es el regalo de Dios,
no por obras, para que nadie se jacte” (Efesios 2:8,9; NVI). ¿Qué
quiere decir esto? Quiere decir que el cielo es un regalo y no un premio
gracias al favor de Dios sin que al pecador le cueste nada; Dios obra a favor
del pecador tanto para salvarlo de la condenación eterna como en su crecimiento
hacia la madurez en Cristo: “hasta que todos lleguemos a la unidad de la
fe y del conocimiento del Hijo de Dios, a un varón perfecto, a la medida de la
estatura de la plenitud de Cristo” (Efesios 4:13). ¡Dios espera grandes cosas
de los que ha elegido y salvado para ser sus hijos! Ahora bien, para ser salvos
no necesitamos la ley con sus ceremonias y ritos, sin embargo, los preceptos
morales no pueden ser abolidos porque el ser humano “no es pecador porque peca,
sino que peca porque es pecador”. Por otra parte, la dimensión de ese
cumplimiento perfeccionado por JESÚS es lo que Pablo llama, “la ley de Cristo”,
de allí que Pablo nos pregunta a sus lectores, respondiendo al mismo tiempo: Entonces,
¿qué? ¿Vamos a pecar porque no estamos ya bajo la ley sino bajo la gracia? ¡De
ninguna manera! La gracia obra para la justificación -en un momento puntual
de nuestras vidas-, e inicia en el pecador un proceso de santificación que dura
toda la vida en esta tierra y termina con nuestra glorificación al final de los
tiempos: “Estando persuadido de esto, que el que comenzó en vosotros la buena
obra, la perfeccionará hasta el día de Jesucristo” (Filipenses 1:6).
Sí, por la
gracia, y la misericordia de Dios, JESÚS cruzó la barrera de la santidad
absoluta de Dios para venir a buscarnos; vivió, murió y resucitó, y ahora Él es
nuestra única provisión, cruzando también, la barrera del pecado de ser humano
y llevándonos a Dios: “Él es el sacrificio por el perdón de nuestros
pecados, y no sólo por los nuestros sino por los de todo el mundo” (1 Juan 2:2;
NVI). Dios a través de su Hijo, con la eficacia de la Palabra de Dios y el
Espíritu Santo, el don de la fe y el arrepentimiento, producen en nosotros el nuevo
nacimiento (Juan 3:3), y nos da la Vida Eterna, la Vida que nos llegó del cielo
en la persona de JESÚS (Juan 14:6), sin embargo, repito, ¿eso significa que una
vez salvados podemos comportarnos como nos venga en gana? ¿Es una licencia para
que pequemos sin condenación? “¿Qué, pues, diremos? ¿Perseveraremos en el
pecado para que la gracia abunde? En ninguna manera. Porque los que hemos
muerto al pecado, ¿cómo viviremos aún en él?” (Romanos 6:1,2).
Dos extremos
en la teología de la santificación entraron desde el mismo comienzo de la
Iglesia, por un lado, el perfeccionismo que es el sistema que propone que el
creyente puede llegar en esta vida a verse totalmente libre del pecado, y por
medio de sus propios esfuerzos lograr la santidad y perfección moral. Esto
genera en el cristiano un activismo religioso, y nos lleva a concluir que
esfuerzo humano no produce carácter cristiano, al contrario, genera un
“superespiritualidad” llena de autosuficiencia. Así, vemos que esta doctrina
contradice las enseñanzas de la Palabra de Dios que nos dice que nadie está sin
pecado: “Si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos, y
la verdad no está en nosotros” (Juan 1:8). En el otro extremo esta el
antinomianismo –“ya estamos perdonados, vivamos como queramos”- el cual
destruye la vida cristiana con ocio, indiferencia e irresponsabilidad.
Generalmente, el antinomialista no es cristiano nacido de nuevo. Ambos extremos
de la teología de la santificación fueron enfrentados por los apóstoles. Por
ejemplo, el apóstol Juan, que era muy práctico en su teología, dice: “Y
en esto sabemos que nosotros le conocemos, si guardamos sus mandamientos. El
que dice: Yo le conozco, y no guarda sus mandamientos, el tal es mentiroso, y
la verdad no está en él; pero el que guarda su palabra, en éste verdaderamente
el amor de Dios se ha perfeccionado; por esto sabemos que estamos en él. El que
dice que permanece en él, debe andar como él anduvo” (1 Juan 2:3-6).
En realidad,
gracia y responsabilidad van juntas. Ya no tengo una carga que me agobie y me
aparte de Dios, al verme como soy, un pecador que merece el infierno, pero
comenzando con la conversión, responsablemente me hago dócil a la obra que el
Espíritu de Dios hace en mí; esto es verdad, me considero un cristiano en
construcción, ya no soy quien fui, pero tampoco soy quien debo ser; momento a
momento dependo de la gracia de Dios, y me esfuerzo en su gracia para ser quien
debo ser para su honra y gloria; tal y como Pablo al final de su brillante
carrera, digo: Palabra fiel y digna de ser
recibida por todos: que Cristo Jesús vino al mundo para salvar a los pecadores,
de los cuales yo soy el primero” (1 Timoteo 1:15).
Oración:
Amado Señor y Dios:
Gracias porque en el Calvario compraste un lugar
para mí en el cielo. No había nacido aún, pero por tu gracia, ya había sido
elegido para ti. Ahora descanso completamente para mi salvación en tus méritos.
Gracias JESÚS, amén.
Perla de hoy:
Gracia y responsabilidad son las dos caras de una
misma moneda en la vida cristiana.
Interacción:
¿Qué
me dice Dios hoy por medio de su Palabra?
¿Existe
una promesa a la cual pueda aferrarme?
¿Existe
una lección por aprender?
¿Existe
una bendición para disfrutar?
¿Existe
un mandamiento por obedecer?
¿Existe
un pecado por evitar?
¿Existe un nuevo pensamiento para
llevarlo conmigo?
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